La Oración

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Capítulo 22—La oración por los enfermos

Se deben ofrecer oraciones por los enfermos con una fe serena—Me fue mostrado que en caso de enfermedad, cuando está expedito el camino para ofrecer oración por el enfermo, el caso debe ser confiado al Señor con fe serena, y no con tempestuosa excitación. Sólo él conoce la vida pasada de la persona, y sabe cuál será su futuro. El que conoce todos los corazones, sabe si la persona, en caso de sanarse, glorificaría su nombre o lo deshonraría por su apostasía. Todo lo que se nos pide que hagamos es que roguemos a Dios que sane al enfermo si ésto está de acuerdo con su voluntad, creyendo que él oye las razones que presentamos y las oraciones fervientes que elevamos. Si el Señor ve que ello habrá de honrarlo, contestará nuestras oraciones. Pero no es correcto insistir en el restablecimiento sin someternos a su voluntad.—Testimonios para la Iglesia 2:134. Or06 230.1

Junto con todos nuestros tratamientos dados a los enfermos, deben ofrecerse oraciones sencillas y fervientes implorando la bendición de sanidad. Debemos señalar a los enfermos al compasivo Salvador, y su poder para perdonar y sanar.—Mensajes Selectos 3:339. Or06 230.2

Los que se dedican al trabajo de casa en casa encontrarán oportunidades para servir en diversas formas. Debieran orar por los enfermos y hacer todo lo posible para aliviar sus sufrimientos.—Consejos Sobre la Salud, 388. Or06 230.3

El Salvador quiere que alentemos a los enfermos, a los desesperados y a los afligidos para que confíen firmemente en su fuerza. Mediante la oración y la fe la estancia del enfermo puede convertirse en un Betel.—El Ministerio de Curación, 172. Or06 231.1

Si padecemos debilidades corporales, por supuesto que es consecuente confiar en el Señor, haciendo rogativas personales a nuestro Dios en nuestro propio caso, y si nos sentimos inclinados a solicitar a otros en quienes tenemos confianza que se unan a nosotros en oración a Jesús, quien es el Poderoso Sanador, seguramente la recibiremos, si la solicitamos con fe.—El Ministerio Médico, 19, 20. Or06 231.2

Elevamos nuestras peticiones humildes por el enfermo y afligido, quién se acercaba a la muerte. Mientras presentamos el caso ante el Señor, sentimos la seguridad del amor de Dios, aun en medio de esa aflicción.—The Review and Herald, 11 de octubre de 1887. Or06 231.3

Ungimos al niño con aceite y oramos por él, creyendo que el Señor concedería paz y sosiego a la madre y al niño. Así sucedió. Cesaron los llantos del niño y los dejamos a los dos en buena salud.—Testimonios Selectos 1:121. Or06 231.4

El pecador será guiado a Cristo por la atención paciente de los enfermeros que anticipan sus deseos, que se postran en oración y solicitan al gran Médico Misionero que mire con compasión al doliente, que le haga sentir la influencia suavizadora de su gracia y que ejercite su poder restaurador.—El Ministerio Médico, 251. Or06 231.5

Como enfermeros misioneros que atienden a los enfermos y alivian la aflicción del pobre, hallarán muchas oportunidades para orar con ellos, para leerles la Palabra de Dios y hablar del Salvador... Ellos pueden traer un rayo de esperanza a la vida de los desanimados y abatidos.—El Ministerio Médico, 326. Or06 231.6

Si se ofrecieran más oraciones en nuestros sanatorios por la curación de los enfermos se vería el poder extraordinario del Sanador celestial. Muchos más serían fortalecidos y bendecidos, y muchas más enfermedades agudas serían sanadas.—Mensajes Selectos 3:338. Or06 232.1

Yo vendría delante del Señor con esta petición: “Señor, nosotros no podemos leer el corazón de este enfermo, pero tú conoces si es para el bien de su alma y para la gloria de tu nombre restaurarle la salud. En tu gran bondad, ten compasión en este caso, y permita que una acción saludable tenga lugar en su sistema. La obra debe ser completamente tuya”.—Healthful Living, 239. Or06 232.2

Que la voz de la oración se escuche en nuestras instituciones en beneficio de los enfermos, que se coloquen donde puedan colaborar con Aquel que puede salvar el alma y el cuerpo.—Manuscript Releases 6:379. Or06 232.3

Antes de que tuviéramos la bendición de poseer instituciones donde los enfermos pudieran obtener ayuda en su sufrimiento, obteníamos éxito en los casos aparentemente más desesperados, usando tratamientos diligentes y fervientes oraciones con fe en Dios. Hoy en día el Señor invita a los que sufren a tener fe en él. La necesidad del hombre es la oportunidad de Dios.—Mensajes Selectos 3:338, 339. Or06 232.4

Todo lo que puede hacerse al orar por los enfermos es importunar fervientemente a Dios en su favor, y entregar en sus manos el asunto con perfecta confianza. Si miramos a la iniquidad y la conservamos en nuestro corazón, el Señor no nos oirá. Él puede hacer lo que quiere con los suyos.—Testimonios para la Iglesia 2:134. Or06 232.5

A menudo he tenido el privilegio de orar por los enfermos. Debemos hacer esto mucho más frecuentemente de lo que lo hacemos.—Mensajes Selectos 3:338. Or06 232.6

Nuestra obra consiste en presentar los enfermos y dolientes a Cristo en los brazos de nuestra fe... Debemos echar mano de su promesa, y orar por la manifestación de su poder. La misma esencia del evangelio es la restauración, y el Salvador quiere que invitemos a los enfermos, los imposibilitados y los afligidos a echar mano de su fuerza.—El Deseado de Todas las Gentes, 764. Or06 232.7

La oración por el enfermo es un asunto demasiado importante para que se maneje descuidadamente—La oración por el enfermo es un asunto demasiado importante para que se maneje descuidadamente. Creo que debemos llevar todo al Señor, y darle a conocer todas nuestras debilidades y especificarle todas nuestras perplejidades.—El Ministerio Médico, 19. Or06 233.1

La oración por los enfermos es tan efectiva ahora como lo era en los tiempos bíblicos—El Médico divino está presente en la pieza del enfermo; oye toda palabra de las oraciones a él elevadas con la sencillez de la verdadera fe. Sus discípulos de hoy han de orar por los enfermos tanto como los discípulos de antaño. Y habrá restablecimientos; porque “la oración de fe salvará al enfermo”.—Obreros Evangélicos, 227. Or06 233.2

Dios está tan dispuesto hoy a sanar a los enfermos como cuando el Espíritu Santo pronunció aquellas palabras por medio del salmista. Cristo es el mismo Médico compasivo que cuando desempeñaba su ministerio terrenal. En él hay bálsamo curativo para toda enfermedad, poder restaurador para toda dolencia. Sus discípulos de hoy deben rogar por los enfermos con tanto empeño como los discípulos de antaño. Y se realizarán curaciones, pues “la oración de fe salvará al enfermo”. Tenemos el poder del Espíritu Santo y la tranquila seguridad de la fe para aferrarnos a las promesas de Dios. La promesa del Señor: “Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Marcos 16:18), es tan digna de crédito hoy como en tiempos de los apóstoles, pues denota el privilegio de los hijos de Dios, y nuestra fe debe apoyarse en todo lo que ella envuelve. Los siervos de Cristo son canales de su virtud, y por medio de ellos quiere ejercitar su poder sanador. La tarea nuestra es llevar a Dios en brazos de la fe a los enfermos y dolientes. Debemos enseñarles a creer en el gran Médico.—El Ministerio de Curación, 171, 172. Or06 233.3

La oración por los enfermos debe tener en cuenta la voluntad de Dios—Al orar por los enfermos debemos recordar que “no sabemos orar como se debe”. Romanos 8:26 (VM). No sabemos si el beneficio que deseamos es el que más conviene. Por tanto, nuestras oraciones deben incluir este pensamiento: “Señor, tú conoces todo secreto del alma. Conoces también a estas personas. Su Abogado, el Señor Jesús, dio su vida por ellas. Su amor hacia ellas es mayor de lo que puede ser el nuestro. Por consiguiente, si esto puede redundar en beneficio de tu gloria y de estos pacientes, te pedimos, en nombre de Jesús, que les devuelvas la salud. Si no es tu voluntad que así sea, te pedimos que tu gracia los consuele, y que tu presencia los sostenga en sus padecimientos”. Or06 234.1

Dios conoce el fin desde el principio. Conoce el corazón de todo hombre. Lee todo secreto del alma. Sabe si aquellos por quienes se hace oración podrían o no soportar las pruebas que les acometerían si hubiesen de sobrevivir. Sabe si sus vidas serían bendición o maldición para sí mismos y para el mundo. Esto es una razón para que, al presentarle encarecidamente a Dios nuestras peticiones, debamos decirle: “Empero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Lucas 22:42.—El Ministerio de Curación, 175. Or06 234.2

Al orar por los enfermos, debemos orar que, si es la voluntad de Dios, puedan recuperar la salud; pero en caso contrario, que él les conceda su gracia y consuelo, y que su presencia los sustente en sus sufrimientos. Muchos que debieran hacer los arreglos finales de su vida no lo hacen cuando tienen esperanza de que recuperarán la salud como respuesta a la oración. Alentados por una falsa esperanza, no sienten la necesidad de aconsejar ni amonestar a sus hijos, padres o amigos, lo cual es desafortunado. Al aceptar la seguridad de que serán sanados cuando se ore por ellos, descuidan de hacer referencia a la forma como sus bienes debieran ser distribuidos, a cómo se atenderán las necesidades de su familia, y tampoco expresan deseo alguno concerniente a los asuntos de los cuales debieran hablar si pensaran que van a morir. En esta forma sobrevienen desastres sobre la familia y los amigos, porque muchas cosas que debieran entenderse quedan sin mencionarse, porque temen que el referirse a ellas sea una manifestación de falta de fe. Creyendo que será restaurada su salud mediante la oración, dejan de utilizar recursos higiénicos que tienen a su alcance, por temer que esto constituya una negación de su fe.—Consejos Sobre la Salud, 373. Or06 234.3

Nos hemos unido en ferviente oración en derredor del lecho de hombres y mujeres y niños enfermos, y hemos sentido que nos fueron devueltos de entre los muertos en respuesta a nuestras fervorosas oraciones. En esas oraciones nos parecía que debiéramos ser positivos, y que, si ejercíamos fe, no podíamos pedir otra cosa que la vida. No nos atrevíamos a pedir: “Si esto ha de glorificar a Dios”, temiendo que sería admitir una sombra de duda. Hemos observado ansiosamente a los que nos fueron devueltos, por así decirlo, de entre los muertos. Hemos visto a algunos de estos, especialmente jóvenes, que recobraron la salud: se olvidaron luego de Dios, se entregaron a una vida disoluta, ocasionaron así pesar y angustia a sus padres y a sus amigos, y avergonzaron a quienes temían orar por ellos. No vivieron para honrar y glorificar a Dios, sino para maldecirlo con sus vidas viciosas. Or06 235.1

Ya no trazamos directivas, ni procuramos hacer que el Señor cumpla nuestros deseos. Si la vida de los enfermos puede glorificarlo, oramos que vivan, pero no que se haga como nosotros queremos, sino como él quiere. Nuestra fe puede ser muy firme e implícita si rendimos nuestro deseo al Dios omnisapiente, y sin ansiedad febril, con perfecta confianza, se lo consagramos todo a él. Tenemos la promesa. Sabemos que él nos oye si pedimos de acuerdo con su voluntad.—Consejos Sobre la Salud, 375, 376. Or06 235.2

Dios contesta las oraciones por los enfermos—Ningún poder humano puede sanar al enfermo, pero por medio de la oración de fe, el poderoso Sanador ha cumplido su promesa en favor de los que han invocado su nombre.—Mensajes Selectos 3:338. Or06 235.3

Hagamos la misma obra que hicieron los apóstoles de Cristo; ofrezcamos oraciones por los enfermos, pues hay muchos que no pueden tener las ventajas de nuestros sanatorios. El Señor quitará enfermedades en respuesta a la oración.—El Ministerio Médico, 320. Or06 235.4

Es necesaria la fe persistente al orar por los enfermos—Cuando se ora por los enfermos es indispensable tener fe, porque eso concuerda con la palabra de Dios. “La oración eficaz del justo puede mucho”. Santiago 5:16. De manera que no podemos descartar la necesidad de orar por los enfermos, y debiéramos sentirnos muy entristecidos si no tuviéramos el privilegio de aproximarnos a Dios, de presentarle nuestras debilidades y dolencias, de comunicar todas estas cosas a un Salvador compasivo, creyendo que escucha nuestras peticiones. En algunos casos las respuestas a nuestras oraciones vienen de inmediato. Pero otras veces tenemos que esperar pacientemente y continuar rogando por las cosas que necesitamos; aquí se aplica como ilustración el caso del solicitante importuno que buscaba pan. “¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: amigo, préstame tres panes?” Esta lección significa más de lo que podemos imaginar. Debemos perseverar en nuestras peticiones, aunque no obtengamos respuesta inmediata a nuestras oraciones. “Yo os digo: pedid, y se os dará, buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. Lucas 11:9, 10. Or06 236.1

Necesitamos gracia, necesitamos iluminación divina, para que por medio del Espíritu sepamos pedir las cosas que necesitamos. Si nuestras peticiones son dictadas por el Señor, serán contestadas.—Consejos Sobre la Salud, 377. Or06 236.2

Si la oración por sanidad ha de recibir respuesta, el pecado debe confesarse—A quienes solicitan que se ore para que les sea devuelta la salud, hay que hacerles ver que la violación de la ley de Dios, natural o espiritual, es pecado, y que para recibir la bendición de Dios deben confesar y aborrecer sus pecados. Or06 236.3

La Escritura nos dice: “Confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos”. Santiago 5:16. Al que solicita que se ore por él, dígasele más o menos lo siguiente: “No podemos leer en el corazón, ni conocer los secretos de tu vida. Dios solo y tú los conocéis. Si te arrepientes de tus pecados, deber tuyo es confesarlos”.—El Ministerio de Curación, 174. Or06 236.4

La presunción y la fe son muy cercanas en la oración por los enfermos—He visto muchas veces que al orar por los enfermos se llevan las cosas a un extremo, por eso he sentido que esa parte de nuestra experiencia requiere mucho pensamiento sólido y santificado, para que no hagamos cosas que podríamos llamar fe, pero que realmente no son nada más que presunción. Las personas agobiadas por la aflicción necesitan ser aconsejadas sabiamente, para que actúen con discreción; y mientras se colocan ante Dios para que se ore por ellas a fin de que sean sanadas, no deben adoptar la posición de que los métodos de restauración de la salud de acuerdo con las leyes de la naturaleza tienen que ser descuidados. Or06 237.1

Si suponen que al orar por la sanidad no deben usar los remedios sencillos provistos por Dios para aliviar el dolor y ayudar a la naturaleza en su obra, por temor a que eso signifique una negación de la fe, están adoptando una posición que no es sabia. Eso no es una negación de la fe, sino que está en estricta armonía con los planes de Dios. Cuando Ezequías estuvo enfermo, el profeta de Dios le llevó un mensaje según el cual debía morir. El clamó a Dios, y el Señor oyó a su siervo y realizó un milagro por medio de él, y le dio un mensaje al rey diciéndole que se habían añadido quince años más a su vida. Una sola palabra pronunciada por Dios, un solo toque de su dedo divino, habría sido suficiente para sanar instantáneamente a Ezequías, pero Dios le envió instrucciones especiales según las cuales debía aplicar una pasta de higos a la parte afectada, con lo cual el rey sanó y fue vivificado. En todas las cosas debemos actuar de acuerdo con las instrucciones de la providencia de Dios. Or06 237.2

El instrumento humano debiera tener fe y colaborar con el poder divino, usar toda facilidad a su alcance, y tomar ventaja de todo lo que, de acuerdo con su inteligencia, sea benéfico y esté en armonía con las leyes naturales. Al hacer esto, no está negando su fe.—Consejos Sobre la Salud, 378, 379. Or06 237.3

En la Palabra de Dios encontramos instrucción respecto a la oración especial para el restablecimiento de los enfermos. Pero el acto de elevar tal oración es un acto solemnísimo, y no se debe participar en él sin la debida consideración. En muchos casos en que se ora por la curación de algún enfermo, lo que llamamos fe no es más que presunción. Or06 237.4

Muchas personas se acarrean la enfermedad por sus excesos. No han vivido conforme a la ley natural o a los principios de estricta pureza. Otros han despreciado las leyes de la salud en su modo de comer y beber, de vestir o de trabajar. Muchas veces uno u otro vicio ha causado debilidad de la mente o del cuerpo. Si las tales personas consiguieran la bendición de la salud, muchas de ellas reanudarían su vida de descuido y transgresión de las leyes naturales y espirituales de Dios, arguyendo que si Dios las sana en respuesta a la oración, pueden con toda libertad seguir sus prácticas malsanas y entregarse sin freno a sus apetitos. Si Dios hiciera un milagro devolviendo la salud a estas personas, daría alas al pecado. Or06 238.1

Trabajo perdido es enseñar a la gente a considerar a Dios como sanador de sus enfermedades, si no se le enseña también a desechar las prácticas malsanas. Para recibir las bendiciones de Dios en respuesta a la oración, se debe dejar de hacer el mal y aprender a hacer el bien. Las condiciones en que se vive deben ser saludables, y los hábitos de vida correctos. Se debe vivir en armonía con la ley natural y espiritual de Dios.—El Ministerio de Curación, 173, 174. Or06 238.2

La oración por curaciones milagrosas puede llevar al fanatismo—Algunos preguntan: “¡Cómo es eso! ¿No se ofrecen oraciones para obtener sanidad milagrosa de los enfermos en lugar de establecer tantos sanatorios?” Si se hiciera esto en nuestras filas surgiría un gran fanatismo. Los que tienen mucha confianza propia de inmediato entrarían en acción.—El Evangelismo, 432. Or06 238.3

El tomar medidas apropiadas no es una negación de fe en la oración por los enfermos—Muchos de los que buscan la salutífera gracia del Señor piensan que debieran recibir directa e inmediata respuesta a sus oraciones, o si no, que su fe es defectuosa. Por esta razón, conviene aconsejar a los que se sienten debilitados por la enfermedad, que obren con toda discreción. No deben desatender sus deberes para con sus amigos que les sobrevivan, ni descuidar el uso de los agentes naturales para la restauración de la salud. Or06 238.4

A menudo hay peligro de errar en esto. Creyendo que serán sanados en respuesta a la oración, algunos temen hacer algo que parezca indicar falta de fe. Pero no deben descuidar el arreglo de sus asuntos como desearían hacerlo si pensaran morir. Tampoco deben temer expresar a sus parientes y amigos las palabras de aliento o los buenos consejos que quieran darles en el momento de partir.—El Ministerio de Curación, 176, 177. Or06 238.5

Después de haber orado fervientemente por el enfermo, ¿entonces qué? ¿Debo yo desistir en hacer todo lo posible por su recuperación? No, sino que trabajo con más esmero aun, con mucha oración, para que el Señor pueda bendecir los medios que sus propias manos han provisto; que él dé sabiduría santificada para colaborar con él en la recuperación del enfermo.—Healthful Living, 1897, 1898, 240. Or06 239.1

El tratamiento médico ha de usarse junto con la oración por sanidad—Los que buscan la salud por medio de la oración no deben dejar de hacer uso de los remedios puestos a su alcance. Hacer uso de los agentes curativos que Dios ha suministrado para aliviar el dolor y para ayudar a la naturaleza en su obra restauradora no es negar nuestra fe. No lo es tampoco el cooperar con Dios y ponernos en la condición más favorable para recuperar la salud. Dios nos ha facultado para que conozcamos las leyes de la vida. Este conocimiento ha sido puesto a nuestro alcance para que lo usemos. Debemos aprovechar toda facilidad para la restauración de la salud, sacando todas las ventajas posibles y trabajando en armonía con las leyes naturales. Cuando hemos orado por la curación del enfermo, podemos trabajar con energía tanto mayor, dando gracias a Dios por el privilegio de cooperar con él y pidiéndole que bendiga los medios de curación que él mismo dispuso.—El Ministerio de Curación, 177. Or06 239.2

Confiar en Dios sea cual fuera el desenlace del caso—Cuando hayamos orado por el restablecimiento del enfermo, no perdamos la fe en Dios, cualquiera que sea el desenlace del caso. Si tenemos que presenciar el fallecimiento, apuremos el amargo cáliz, recordando que la mano de un Padre nos lo acerca a los labios. Pero si el enfermo recobra la salud, no debe olvidar que al ser objeto de la gracia curativa contrajo nueva obligación para con el Creador.—El Ministerio de Curación, 178. Or06 239.3