El Ministerio de Curación

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No excluye los cuidados y remedios

A menudo hay peligro de errar en esto. Creyendo que serán sanados en respuesta a la oración, algunos temen hacer algo que parezca indicar falta de fe. Pero no deben descuidar el arreglo de sus asuntos como desearían hacerlo si pensaran morir. Tampoco deben temer expresar a sus parientes y amigos las palabras de aliento o los buenos consejos que quieran darles en el momento de partir. MC 177.1

Los que buscan la salud por medio de la oración no deben dejar de hacer uso de los remedios puestos a su alcance. Hacer uso de los agentes curativos que Dios ha suministrado para aliviar el dolor y para ayudar a la naturaleza en su obra restauradora no es negar nuestra fe. No lo es tampoco el cooperar con Dios y ponernos en la condición más favorable para recuperar la salud. Dios nos ha facultado para que conozcamos las leyes de la vida. Este conocimiento ha sido puesto a nuestro alcance para que lo usemos. Debemos aprovechar toda facilidad para la restauración de la salud, sacando todas las ventajas posibles y trabajando en armonía con las leyes naturales. Cuando hemos orado por la curación del enfermo, podemos trabajar con energía tanto mayor, dando gracias a Dios por el privilegio de cooperar con él y pidiéndole que bendiga los medios de curación que él mismo dispuso. MC 177.2

Tenemos la sanción de la Palabra de Dios para el uso de los agentes curativos. Ezequías, rey de Israel, cayó enfermo, y un profeta de Dios le trajo el mensaje de que iba a morir. El rey clamó al Señor, y éste oyó a su siervo y le comunicó que se le añadirían quince años de vida. Ahora bien; el rey Ezequías hubiera podido sanar al instante con una sola palabra de Dios; pero se le dieron recetas especiales: “Tomen masa de higos, y pónganla en la llaga, y sanará.” Isaías 38:21. MC 177.3

En una ocasión Cristo untó los ojos de un ciego con barro y le dijo: “Ve, lávate en el estanque de Siloé. ... Y fué entonces, y lavóse, y volvió viendo.” Juan 9:7. La curación hubiera podido realizarse mediante el solo poder del gran Médico; sin embargo, Cristo hizo uso de simples agentes naturales. Aunque no favorecía la medicación por drogas, sancionaba el uso de remedios sencillos y naturales. MC 178.1

Cuando hayamos orado por el restablecimiento del enfermo, no perdamos la fe en Dios, cualquiera que sea el desenlace del caso. Si tenemos que presenciar el fallecimiento, apuremos el amargo cáliz, recordando que la mano de un Padre nos lo acerca a los labios. Pero si el enfermo recobra la salud, no debe olvidar que al ser objeto de la gracia curativa contrajo nueva obligación para con el Creador. Cuando los diez leprosos fueron limpiados, sólo uno volvió a dar gracias a Jesús y glorificar su nombre. No seamos nosotros como los nueve irreflexivos, cuyos corazones fueron insensibles a la misericordia de Dios. “Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo alto, que desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” Santiago 1:17. MC 178.2