Obreros Evangélicos

102/234

La oración por los enfermos

La restauración es la esencia misma del Evangelio, y el Salvador quiere que sus siervos inviten a los enfermos, a los desesperados y a los afligidos a confiar en su poder. Los siervos de Dios son los conductos de su gracia, y por ellos desea ejercer su poder sanador. Es obra suya presentar a los enfermos y a los que sufren al Salvador en los brazos de la fe. Deben vivir tan cerca de él, y revelar tan claramente en sus vidas el efecto de su verdad, que él pueda emplearlos como medios de bendecir a aquellos que necesitan ayuda corporal al mismo tiempo que curación espiritual. OE 225.1

Es privilegio nuestro orar con los enfermos, para ayudarles a asir la cuerda de la fe. Los ángeles de Dios están muy cerca de aquellos que así ayudan a la humanidad que sufre. El consagrado embajador de Cristo que, cuando los enfermos se dirigen a él, trata de fijar su atención en las realidades divinas, hace una obra que perdurará por toda la eternidad. Y al llevar a los enfermos la consolación de una esperanza adquirida por la fe en Cristo y por la aceptación de promesas divinas, su propia experiencia se vuelve más y más rica en fuerza espiritual. OE 225.2

Con una conciencia despierta, más de un alma afligida, que sufre dolencias corporales como resultado de la continua transgresión, clama: “Señor, ten misericordia de mí, pecador; hazme tu hijo.” Entonces es cuando el predicador, fuerte en fe, debe estar listo para decir al que sufre que hay esperanza para el arrepentido, que en Jesús todo aquel que anhela recibir ayuda y aceptación puede recibir libramiento* y paz. Aquel que con mansedumbre y amor lleva así el Evangelio al alma afligida que tanto necesita de su mensaje de esperanza, es portavoz de Aquel que se dió a sí mismo por la humanidad. Mientras él habla las palabras de ayuda apropiadas, y mientras eleva oración por la persona que está postrada sobre el lecho de dolor, Jesús hace la aplicación. Dios habla por labios humanos. El corazón se conmueve. La humanidad es puesta en contacto con la divinidad. OE 225.3

El predicador debe saber por experiencia que el poder calmante de la gracia de Cristo produce salud, paz y plenitud de gozo. Debe conocer a Cristo como Aquel que invitó a los cansados y cargados a venir a él y encontrar descanso. No debe olvidarse nunca que la amante presencia del Salvador rodea constantemente a todo agente humano ordenado por Dios para impartir bendición espiritual. El recordar esto dará vitalidad a su fe y fervor a sus peticiones. OE 226.1

Entonces podrá impartir el poder salutífero de la verdad de Dios a aquellos que acudan a él por ayuda. Podrá hablar de las obras de sanidad hechas por Cristo, y dirigir la mente de los enfermos hacia él como gran Médico, que es luz y vida, al mismo tiempo que consuelo y paz. Podrá decirles que no necesitan desesperarse, que el Salvador los ama, y que si se entregan a él, tendrán su amor, su gracia, su poder guardador. Instelos a descansar en las promesas de Dios, sabiendo que quien dió estas promesas es nuestro Amigo mejor y más fiel. Al tratar de dirigir la mente hacia el cielo, encontrará que el pensar en la tierna simpatía de Aquel que sabe cómo aplicar el bálsamo sanador, da a los enfermos un sentimiento de descanso y quietud. OE 226.2

El médico divino está presente en la pieza del enfermo; oye toda palabra de las oraciones a él elevadas con la sencillez de la verdadera fe. Sus discípulos de hoy han de orar por los enfermos tanto como los discípulos de antaño. Y habrá restablecimientos; porque “la oración de fe salvará al enfermo.”1 OE 227.1

*****

En la Palabra de Dios tenemos instrucciones relativas a la oración especial para el restablecimiento de los enfermos. Pero el ofrecer tal oración es un acto muy solemne, que no debe emprenderse sin cuidadosa consideración. En muchos casos de oración por el restablecimiento de los enfermos, lo que se llama fe no es sino presunción. OE 227.2

Muchas personas traen la enfermedad sobre sí por actos de complacencia. No han vivido de acuerdo con la ley natural ni con los principios de pureza estricta. Otros han violado las leyes de la salud en sus hábitos de comer y beber, vestir o trabajar. Muchas veces, alguna forma de vicio es la causa de la debilidad de la mente o del cuerpo. Si estas personas recibiesen la bendición de la salud, muchas de ellas continuarían siguiendo el mismo curso de despreocupada transgresión de las leyes divinas naturales y espirituales, razonando que si Dios las sana en contestación a la oración, tienen plena libertad para seguir sus prácticas malsanas y ceder sin restricción a su apetito pervertido. Si Dios hiciese un milagro para devolverles la salud, estimularía el pecado. OE 227.3

Es trabajo perdido enseñar a la gente a mirar a Dios como sanador de sus dolencias, a menos que se le enseñe también a poner a un lado sus prácticas malsanas. A fin de recibir su bendición en contestación a la oración, deben cesar de hacer mal y aprender a hacer bien. Su ambiente debe ser higiénico, sus hábitos de vida, correctos. Deben vivir en armonía con la ley de Dios, tanto natural como espiritual. OE 227.4