La Oración
Capítulo 24—La oración intercesora
La oración por otros
Esforcémonos para caminar en la luz así como Cristo está en la luz. El Señor quitó la aflicción de Job cuando él oró no solo por sí mismo sino por los que se le oponían. Cuando deseó fervientemente que se ayudara a las almas que habían pecado contra él, [entonces] él mismo recibió ayuda. Oremos no solo por nosotros mismos sino también por los que nos han hecho daño y continúan perjudicándonos. Orad, orad sobre todo mentalmente. No deis descanso al Señor; pues sus oídos están abiertos para oír las oraciones sinceras, insistentes, cuando el alma se humilla ante él.—Comentario Bíblico Adventista 3:1159, 1160. Or 291.1
Debéis ser el instrumento por medio del cual Dios hable al alma. Se os recordarán cosas preciosas, y con el corazón rebosante del amor de Jesús, hablaréis palabras de vital interés e importancia. Vuestra sencillez y vuestra sinceridad constituirán vuestra mayor elocuencia, y en los libros del cielo se registrarán vuestras palabras como oportunas, semejantes a manzanas de oro con figuras de plata. Dios las transformará en una corriente de influencia celestial, despertará convicciones y deseos, y Jesús añadirá su intercesión a sus oraciones, y pedirá para el pecador el don del Espíritu Santo, y lo derramará sobre su alma. Y delante de los ángeles de Dios habrá gozo por un pecador que se arrepiente.—Hijos e Hijas de Dios, 276. Or 291.2
Hay a vuestro alrededor aquellos que sufren desgracias, que necesitan palabras de simpatía, amor y ternura, y nuestras oraciones humildes y compasivas.—Testimonies for the Church 3:530. Or 292.1
Al llamar a Dios nuestro Padre, reconocemos a todos sus hijos como nuestros hermanos. Todos formamos parte del gran tejido de la humanidad; todos somos miembros de una sola familia. En nuestras peticiones hemos de incluir a nuestros prójimos tanto como a nosotros mismos. Nadie ora como es debido si solamente pide bendiciones para sí mismo.—Hijos e Hijas de Dios, 269. Or 292.2
Al procurar ganar a otros para Cristo, llevando la preocupación por las almas en nuestras oraciones, nuestros propios corazones palpitarán bajo la vivificante influencia de la gracia de Dios; nuestros propios afectos resplandecerán con más divino fervor; nuestra vida cristiana toda será más real, más ferviente, más llena de oración.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 289. Or 292.3
Algunos están enfermos y han perdido la esperanza. Devolvedles la luz del sol. Hay almas que han perdido su valor; habladles, orad por ellas. Hay quienes necesitan el pan de vida. Leedles de la Palabra de Dios. Hay una enfermedad del alma que ningún bálsamo puede alcanzar, ninguna medicina curar. Orad por estas [almas] y traedlas a Jesucristo. Y en toda vuestra obra Cristo estará presente para impresionar los corazones humanos.—El Ministerio de la Bondad, 75. Or 292.4
Conversen los que son espirituales con estas almas. Oren con ellos y por ellos. Conságrese mucho tiempo a la oración y al profundo escudriñamiento de la Palabra. Obtengan todos los verdaderos hechos de la fe en sus propias almas, por medio de la creencia de que el Espíritu Santo será impartido a ellos porque tienen en verdad hambre y sed de justicia.—El Evangelismo, 118. Or 293.1
Cuando muera el yo, se despertará un deseo intenso por la salvación de otros, un deseo que llevará a esfuerzos perseverantes para el bien. Se sembrará junto a todas las aguas; y súplicas fervientes, oraciones importunas, entrarán al cielo a favor de las almas que perecen.—The Review and Herald, 22 de julio de 1884. Or 293.2
¡Oh, si se pudiera escuchar por todas partes la ferviente oración de fe: Dame las almas sepultadas ahora debajo de la basura del error, si no, muero! Traigámoslas al conocimiento de la verdad tal como lo es en Jesús.—Cada Día con Dios, 171. Or 293.3
Comenzad a orar por las almas; aproximaos a Cristo, colocaos más cerca de su costado sangrante. Permitid que un espíritu humilde y sereno adorne vuestras vidas, y haced que vuestras peticiones fervientes, sinceras y humildes asciendan hacia Dios en busca de sabiduría para tener éxito en la salvación no solo de vuestra propia alma, sino también de otras almas.—Testimonios para la Iglesia 1:449. Or 293.4
Son muchos los que han quedado sin esperanza. Devolvámosles la alegría. Muchos se han desanimado. Dirijámosles palabras de aliento. Oremos por ellos.—La Historia de Profetas y Reyes, 531. Or 293.5
Hay que buscar a las almas, orar por ellas y trabajar en su favor. Han de hacerse llamamientos fervorosos y se deben ofrecer oraciones fervientes. Nuestras peticiones débiles y sin espíritu han de ser reemplazadas por súplicas llenas de intenso fervor.—Testimonios para la Iglesia 7:14, 15. Or 294.1
Esta obra requiere que velemos por el bien de las almas, como quienes hemos de dar cuenta. La ternura de Cristo ha de inundar el corazón del obrero. Si usted siente amor por las almas, revelará una tierna preocupación por ellas. Ofrecerá oraciones humildes, fervientes y sinceras por todos aquellos a quienes visite. La fragancia del amor de Cristo se revelará en su trabajo. Aquel que entregó su propia vida por la vida del mundo está dispuesto a cooperar con el obrero abnegado para producir una impresión sobre los corazones humanos.—Testimonies for the Church 6:75, 76. Or 294.2
Trabajemos juntos en este plan, y oremos unos por otros, trayéndonos los unos a los otros a la misma presencia de Dios, con una fe viva.—The Review and Herald, 28 de agosto de 1888. Or 294.3