La Oración

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Toda solicitud de perdón debe demostrar que es sincera

“No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu”. Salmos 51:11. Tanto el arrepentimiento como el perdón son dones de Dios que recibimos por medio de Cristo. Gracias a la influencia del Espíritu Santo somos convencidos de pecado y sentimos la necesidad de perdón. Siendo que la gracia de Dios es la que produce contrición, ninguno es perdonado a no ser por la gracia del Señor que contrita el corazón. Puesto que conoce nuestras debilidades y flaquezas, Dios está dispuesto a ayudamos. Él oye la oración de fe; sin embargo, la sinceridad de la plegaria únicamente puede demostrarse si hay un real esfuerzo personal de vivir en armonía con la gran norma que prueba el carácter de cada persona. Necesitamos abrir nuestros corazones a la influencia del Espíritu y a la experiencia de su poder transformador.—Recibiréis Poder, 58. Or 289.2

“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. ¿Por qué será que no creemos en la promesa de Dios? El pedir y el recibir se hallan íntimamente vinculados. Si pide con fe las cosas que Dios ha prometido, las recibirá. Mire a Jesús por las cosas que necesita. Pídale el perdón de pecados, y a medida que pida con fe, su corazón será ablandado, y perdonará a los que le hayan ofendido, y sus peticiones se elevarán ante Dios con la fragancia del amor. Junto con la oración viene el ser vigilantes, y cada pensamiento, palabra y acción estará en armonía con su petición por la reforma de la vida. La oración de fe traerá resultados correspondientes. Pero el mero formalismo de palabras, sin el deseo ferviente y sincero de recibir ayuda, sin la esperanza de recibir, no logrará nada. Que ningún suplicante semejante crea que recibirá nada del Señor. Los que se alleguen a Dios deben creer que él es, y que es el galardonador de todo aquel que lo busca con diligencia.—The Review and Herald, 28 de marzo de 1912. Or 290.1