La Oración

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Oremos por bendiciones a fin de poder bendecir a otros

Nuestras oraciones no han de consistir en peticiones egoístas, meramente para nuestro propio beneficio. Hemos de pedir para poder dar. El principio de la vida de Cristo debe ser el principio de nuestra vida. “Por ellos—dijo Cristo, refiriéndose a sus discípulos—yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en verdad”. Juan 17:19. La misma devoción, la misma abnegación, la misma sujeción a las declaraciones de la Palabra de Dios que se manifestaron en Cristo, deben verse en sus siervos. Nuestra misión en el mundo no es servirnos o agradarnos a nosotros mismos. Hemos de glorificar a Dios cooperando con él para salvar a los pecadores. Debemos pedir bendiciones a Dios para poder comunicarlas a los demás. La capacidad de recibir es preservada únicamente impartiendo. No podemos continuar recibiendo tesoros celestiales sin comunicarlos a aquellos que nos rodean.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 108. Or 294.4

Al orar: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, pedimos para los demás tanto como para nosotros mismos. Reconocemos que lo que Dios nos da no es para nosotros solos. Dios nos lo confía para que alimentemos a los hambrientos.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 95. Or 295.1