La Oración

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Capítulo 19—Las actitudes en la oración

Las actitudes apropiadas para la oración pública—He recibido cartas en las que se me preguntaba acerca de la actitud que debía adoptar una persona que ofrecía una oración al Soberano del universo. ¿De dónde han sacado nuestros hermanos la idea de que deben permanecer de pie mientras oran a Dios? A uno que se había educado por cinco años en Battle Creek se le pidió que guiara en oración [a la congregación] antes de que la Hna. White hablara al pueblo. Pero al verlo permanecer de pie cuando sus labios estaban por abrirse para orar a Dios, experimenté la viva necesidad de reprocharlo directamente. Lo llamé por su nombre y le dije: “Arrodíllese”. Esta es siempre la posición correcta... Or06 208.1

La actitud debida cuando se ora a Dios consiste en arrodillarse. Se requirió este acto de culto de los tres hebreos cautivos en Babilonia... Pero ese acto constituía un homenaje que debe rendirse únicamente a Dios, Soberano del mundo y Gobernante del universo; y los tres hebreos rehusaron tributar ese honor a ningún ídolo, aunque estuviera hecho de oro puro. Al hacerlo así, se habrían estado postrando en realidad ante el rey de Babilonia. Al rehusar hacer lo que el rey había ordenado, sufrieron el castigo y fueron arrojados al horno de fuego ardiendo. Pero Cristo vino en persona y anduvo con ellos en medio del fuego, y no recibieron daño. Or06 208.2

Tanto en el culto público como en el privado, nuestro deber consiste en arrodillarnos delante de Dios cuando le ofrecemos nuestras peticiones. Este acto muestra nuestra dependencia de él... Or06 209.1

“¿Dónde obtuvo su educación el Hno. H?” En Battle Creek. ¿Es posible que a pesar de toda la luz que Dios ha dado a su pueblo acerca del tema de la reverencia, los ministros, los directores y los profesores de nuestros colegios, por precepto y ejemplo, enseñen a los jóvenes a permanecer erguidos durante la devoción tal como lo hacían los fariseos? ¿Debemos considerar esto como una señal de suficiencia propia y de la importancia que se atribuyen a sí mismos? ¿Han de tornarse prominentes estos rasgos?... Or06 209.2

Esperamos que nuestros hermanos no manifestarán menos reverencia y respeto cuando se aproximan al único Dios verdadero y viviente, que la que manifiestan los paganos por sus deidades idolátricas, porque en caso contrario esa gente nos juzgará en el día de la decisión final. Quiero dirigirme a todos los que ocupan el puesto de profesores en nuestras escuelas. Hombres y mujeres, no deshonréis a Dios con vuestra irreverencia y ostentación. No estéis en pie con una actitud farisaica al ofrecer vuestras oraciones a Dios. Desconfiad de vuestra propia fuerza. No confiéis en ella, sino postraos con frecuencia de rodillas delante de Dios para adorarle. Or06 209.3

Y cuando os reunís para adorar a Dios, cuidad de arrodillaros delante de él. Demostrad por medio de este acto que vuestra alma, vuestro cuerpo y vuestro espíritu están por entero sometidos al Espíritu de verdad. ¿Quiénes han escudriñado detenidamente la Palabra para buscar ejemplos y dirección en este asunto? ¿En quiénes podemos confiar como maestros en nuestros colegios en los Estados Unidos y en los países extranjeros? Después de años de estudios, ¿han de regresar los estudiantes a sus propios países con ideas falseadas acerca del respeto, la honra y la reverencia que deberían tributarse a Dios, y no sentir la obligación de honrar a los hombres de cabellos grises, a los hombres de experiencia, a los siervos escogidos por Dios que se han relacionado con la obra de Dios durante casi todos los años de su vida? Aconsejo a todos los que asisten a los colegios en los Estados Unidos o en cualquier otro lugar, que no se contagien del espíritu de irreverencia. Aseguraos de comprender por vosotros mismos qué clase de educación necesitáis, a fin de poder educar a otros para que obtengan una preparación del carácter que soporte la prueba que muy pronto sobrevendrá a todos los que viven en la tierra. Andad en compañía de los cristianos más sólidos. No elijáis como compañeros a los instructores o alumnos presuntuosos, sino a los que manifiestan una mayor piedad y a los que revelan tener comprensión de las cosas de Dios. Or06 209.4

Vivimos en tiempos peligrosos. Los adventistas profesan ser el pueblo de Dios que guarda los mandamientos, pero están perdiendo su espíritu de devoción. El espíritu de reverencia a Dios enseña a los hombres cómo deben aproximarse a su Hacedor: con santidad y respeto mediante la fe, no en sí mismos, sino en un Mediador. Así es como el hombre se mantiene seguro bajo cualquier circunstancia en que se lo coloque. El hombre debe ponerse de rodillas, como un subdito de la gracia, cuando suplica ante el estrado de la misericordia. Y puesto que recibe diariamente los dones de la mano de Dios, siempre debería tener gratitud en el corazón y expresarla en palabras de agradecimiento y alabanza por esos favores inmerecidos. Los ángeles han guardado su camino durante toda su vida, y no ha visto muchas de las trampas de las que ha sido librado. Y en vista de esa protección y esos cuidados prestados por seres cuyos ojos nunca dormitan ni duermen, debe reconocer en cada oración el servicio que Dios realiza por él.—Mensajes Selectos 2:359-363. Or06 210.1

Arrodillarse para la oración enseña reverencia—¡Quiera Dios enseñar a su pueblo a orar! Aprendan diariamente en la escuela de Cristo los maestros de nuestras escuelas y los predicadores de nuestras iglesias. Entonces orarán con fervor, y sus peticiones serán oídas y contestadas. Entonces la palabra será proclamada con poder. Or06 210.2

Tanto en el culto en público como en privado, es privilegio nuestro doblegar las rodillas ante el Señor cuando le ofrecemos nuestras peticiones. Jesús, nuestro modelo, “puesto de rodillas oró” Acerca de sus discípulos está registrado que también oraban “puestos de rodillas”. Pablo declaró: “Doblo mis rodillas al Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Al confesar ante Dios los pecados de Israel, Esdras estaba de rodillas. Daniel “hincábase de rodillas tres veces al día, y oraba, y confesaba delante de su Dios”. Or06 210.3

La verdadera reverencia hacia Dios es inspirada por un sentimiento de su grandeza infinita y de su presencia. Y cada corazón debe quedar profundamente impresionado por este sentimiento de lo invisible. La hora y el lugar de oración son sagrados, porque Dios está allí; y al manifestarse la reverencia en la actitud y conducta, se ahondará el sentimiento que inspira. “Santo y terrible es su nombre”, declara el salmista. Los ángeles se velan el rostro cuando pronuncian su nombre. ¡Con qué reverencia, pues, deberíamos nosotros, que somos caídos y pecaminosos, tomarlo en los labios! Or06 211.1

Sería bueno que jóvenes y ancianos meditasen en esas palabras de la Escritura que demuestran cómo debe ser considerado el lugar señalado por la presencia especial de Dios. “Quita tus zapatos de tus pies—ordenó a Moisés desde la zarza ardiente—, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”. Jacob, después de contemplar la visión de los ángeles, exclamó: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía.... No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo”.—Obreros Evangélicos, 187, 188. Or06 211.2

La humildad manifestada por Salomón cuando comenzó a llevar los cargos del Estado, al reconocer delante de Dios: “Yo soy un niño pequeño” (1 Reyes 3:7, VM); su notable amor a Dios, su profunda reverencia por las cosas divinas, su desconfianza de sí mismo y su ensalzamiento del Creador infinito, todos estos rasgos de carácter, tan dignos de emulación, se revelaron durante los servicios relacionados con la terminación del templo, cuando al elevar su oración dedicatoria lo hizo de rodillas, en la humilde posición de quien ofrece una petición. Los discípulos de Cristo deben precaverse hoy contra la tendencia a perder el espíritu de reverencia y temor piadoso. Las Escrituras enseñan a los hombres cómo deben acercarse a su Hacedor, a saber con humildad y reverencia, por la fe en un Mediador divino.—Profetas y Reyes, 33. Or06 211.3

“En medio del atrio” del templo se había erigido “un púlpito de metal,” o plataforma de “cinco codos de largo, y cinco codos de ancho, y de altura tres codos”. Sobre esta plataforma se hallaba Salomón, quién, con las manos alzadas, bendecía a la vasta multitud delante de él. “Y toda la congregación de Israel estaba en pie”. 2 Crónicas 6:13, 3. Or06 212.1

Exclamó Salomón: “Bendito sea Jehová Dios de Israel, el cual con su mano ha cumplido lo que habló por su boca a David mi padre, diciendo... A Jerusalén he elegido para que en ella esté mi nombre”. 2 Crónicas 6:4, 6. Or06 212.2

Luego Salomón se arrodilló sobre la plataforma, y a oídos de todo el pueblo, elevó la oración dedicatoria. Alzando las manos hacia el cielo, mientras la congregación se postraba a tierra sobre sus rostros, el rey rogó: “Jehová Dios de Israel, no hay Dios semejante a ti en el cielo ni en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos que caminan delante de ti de todo su corazón”.—Profetas y Reyes, 28, 29. Or06 212.3

El rey Salomón se puso de pie sobre una plataforma de bronce ubicada delante del altar y bendijo al pueblo. Enseguida se arrodilló y con las manos extendidas hacia el cielo elevó una ferviente y solemne oración a Dios mientras la congregación se postraba con el rostro hacia tierra. Cuando terminó su plegaria, un fuego milagroso descendió del cielo y consumió el sacrificio.—La Historia de la Redención, 199. Or06 212.4

Vuestra mente os fue dada a fin de que entendiereis cómo trabajar. Vuestros ojos deben vigilar las oportunidades que os son dadas por Dios. Vuestros oídos deben estar atentos para escuchar los mandatos de Dios. Vuestras rodillas deben doblarse tres veces al día en oración sincera. Que vuestros pies corran en el camino de los mandamientos de Dios.—Testimonies for the Church 6:297. Or06 212.5

Los ministros deberían postrarse en oración antes de predicar—De acuerdo con la luz que me ha sido dada, sería agradable a Dios que los ministros se inclinaran tan pronto como suben a la plataforma, y solemnemente pidieran ayuda a Dios. ¿Qué impresión haría esto? Habría solemnidad y temor reverente en el pueblo. Su ministro está en comunión con Dios; se está encomendando a Dios antes de atreverse a presentarse ante el pueblo. Entonces la solemnidad descansa sobre el pueblo, y los ángeles de Dios se acercan más. Lo primero que deben hacer los ministros al subir a la plataforma es fijar su vista en Dios, y de ese modo decir a todos: Dios es la fuente de mi Fortaleza.—Testimonios para la Iglesia 2:542. Or06 212.6

Cuando el ministro entra, debe ser con una disposición solemne y digna. Debe inclinarse en oración silenciosa tan pronto como llegue al púlpito y pedir fervientemente ayuda a Dios. ¡Qué impresión hará esto! Habrá solemnidad y reverencia entre los oyentes. Su ministro está comulgando con Dios; se está confiando a Dios antes de atreverse a presentarse delante de la gente. Una solemnidad desciende sobre todos, y los ángeles de Dios son atraídos muy cerca. Cada uno de los miembros de la congregación que teme a Dios, debe también unirse en oración silenciosa con él, inclinando su cabeza, para que Dios honre la reunión con su presencia y dé poder a su verdad proclamada por los labios humanos. Or06 213.1

Cuando se abre la reunión con oración, cada rodilla debe doblegarse en la presencia del Santo y cada corazón debe elevarse a Dios en silenciosa devoción. Las oraciones de los adoradores fieles serán oídas y el ministerio de la Palabra resultará eficaz. La actitud inerte de los adoradores en la casa de Dios es un importante motivo de que el ministerio no produce mayor bien. La melodía del canto, exhalada de muchos corazones en forma clara y distinta, es uno de los instrumentos de Dios en la obra de salvar almas. Todo el servicio debe ser dirigido con solemnidad y reverencia, como si fuese en la visible presencia del Maestro de las asambleas.—Testimonios para la Iglesia 5:465, 466. Or06 213.2

No siempre se requiere que nos postremos en oración—No siempre podemos permanecer de rodillas en oración, pero el camino hacia el trono de misericordia está siempre abierto. Mientras nos dedicamos al trabajo activo, podemos pedirle ayuda; y Aquel que no nos engañará nos ha prometido: “Y recibiréis”. El cristiano puede y debe encontrar tiempo para orar. Daniel era un estadista; pesadas responsabilidades descansaban sobre él, y sin embargo buscaba a Dios tres veces por día, y el Señor le dio el Espíritu Santo. De modo que en la actualidad los hombres pueden acudir al pabellón sagrado del Altísimo y tener la seguridad de su promesa: “Y mi pueblo habitará en morada de paz, en habitaciones seguras, y en recreos de reposo”. Isaías 32:18. Todos los que realmente lo desean, pueden encontrar un lugar para mantener comunión con Dios, donde ningún oído puede escuchar sino únicamente el que está abierto al clamor del desvalido, afligido y necesitado, y nota aun la caída del pequeño gorrión. Él dice: “Más valéis vosotros que muchos pajarillos”. Mateo 10:31.—Consejos Sobre la Salud, 420, 421. Or06 213.3

Muchos se ven abandonados en la tentación porque no han tenido la vista siempre fija en el Señor. Al permitir que nuestra comunión con Dios se interrumpa, perdemos nuestra defensa. Ni aun todos vuestros buenos propósitos e intenciones os capacitarán para resistir al mal. Tenéis que ser hombres y mujeres de oración. Vuestras peticiones no deben ser lánguidas, ocasionales, ni caprichosas, sino ardientes, perseverantes y constantes. No siempre es necesario arrodillarse para orar. Cultivad la costumbre de conversar con el Salvador cuando estéis solos, cuando andéis o estéis ocupados en vuestro trabajo cotidiano. Elévese el corazón de continuo en silenciosa petición de ayuda, de luz, de fuerza, de conocimiento. Sea cada respiración una oración.—El Ministerio de Curación, 408. Or06 214.1

En la obra de guardar el corazón, debemos ser constantes en la oración y pedir ayuda al trono de la gracia incansablemente. Los que toman el nombre de Cristo debieran acudir a él con fervor y humildad, suplicando su ayuda. El Salvador nos ha dicho que debemos orar sin cesar. El cristiano no puede asumir siempre la actitud de la oración, pero sus pensamientos y deseos pueden dirigirse hacia arriba. Si habláramos menos y orásemos más, la confianza en el yo se desvanecería.—Hijos e Hijas de Dios, 101. Or06 214.2

Siempre está abierta la vía de acceso al trono de Dios. No siempre podemos orar de rodillas, pero nuestras peticiones silenciosas pueden ascender constantemente hacia Dios a fin de solicitar poder y dirección. Cuando seamos tentados, como lo seremos, podemos correr hacia el lugar secreto del Altísimo. Sus brazos eternos nos sostendrán. Que estas palabras nos llenen de gozo: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”. Apocalipsis 3:4.—Consejos Sobre la Salud, 359. Or06 215.1

Si todos nuestros obreros pudiesen pasar cada día unas pocas horas trabajando al aire libre, y se sintiesen libres para hacerlo, les sería una bendición; podrían desempeñar con más éxito los deberes de su vocación. Si no tienen tiempo para tener un recreo completo, podrían hacer planes y orar mientras trabajasen con las manos, y podrían volver a su labor refrigerados en cuerpo y espíritu.—Obreros Evangélicos, 254. Or06 215.2

La oración genuina no depende de la hora, ni del lugar ni de las circunstancias—Orad en vuestro gabinete; y al ir a vuestro trabajo cotidiano, levantad a menudo vuestro corazón a Dios. De este modo anduvo Enoc con Dios. Esas oraciones silenciosas llegan como precioso incienso al trono de la gracia. Satanás no puede vencer a aquel cuyo corazón esta así apoyado en Dios. No hay tiempo o lugar en que sea impropio orar a Dios. No hay nada que pueda impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente oración. En medio de las multitudes y del afán de nuestros negocios, podemos ofrecer a Dios nuestras peticiones e implorar la divina dirección, como lo hizo Nehemías cuando hizo la petición delante del rey Artajerjes. En dondequiera que estemos podemos estar en comunión con él. Debemos tener abierta continuamente la puerta del corazón, e invitar siempre a Jesús a venir y morar en el alma como huésped celestial.—El Camino a Cristo, 99. Or06 215.3

Dondequiera que estemos, sea cual sea nuestro empleo, nuestros corazones han de elevarse a Dios en oración. Esto es ser constantes en la oración. No necesitamos esperar hasta que podamos arrodillarnos para orar. En una ocasión, cuando Nehemías se presentó ante el rey, éste le preguntó por qué parecía tan triste y qué pedido tenía para presentarle. Pero Nehemías no se atrevió a responder inmediatamente. Estaban en juego importantes intereses. La suerte de una nación dependía de la impresión que entonces se hiciera en la mente del monarca, y en ese mismo instante Nehemías elevó una oración al Dios del cielo antes de atreverse a responder al rey. El resultado fue que obtuvo todo lo que pidió o aun deseó.—The Signs of the Times, 20 de octubre de 1887. Or06 215.4

Todos vuestros buenos propósitos y buenas intenciones no os capacitarán para resistir la prueba de la tentación. Tenéis que ser hombres y mujeres de oración. Vuestras peticiones no deben ser lánguidas, ocasionales, ni caprichosas, sino ardientes, perseverantes y constantes. No siempre es necesario estar solo, o arrodillarse para orar; sino que en medio de vuestro trabajo cotidiano vuestra alma puede a menudo elevarse a Dios, aferrándose de su fortaleza; entonces seréis hombres y mujeres de un propósito elevado y santo, de integridad noble, quienes por ninguna consideración serán desviados de la verdad, el bien y la justicia.—Testimonies for the Church 4:542, 543. Or06 216.1

Debemos orar constantemente, con una mente humilde y con un espíritu manso y dócil. No necesitamos esperar hasta tener la oportunidad de arrodillarnos delante de Dios. Podemos orar al Señor y hablar con él dondequiera que estemos.—Mensajes Selectos 3:304. Or06 216.2

Las oraciones en público deben ser cortas y caracterizadas por un tono natural de la voz—Las oraciones largas de algunos ministros han sido un gran fracaso. Orar un largo rato, como lo hacen algunos, está del todo fuera de lugar. Lastiman la garganta y los órganos vocales, y luego hablan de enfermarse por su ardua labor. Se perjudican sin que sea necesario. Muchos piensan que la oración daña las cuerdas vocales más que hablar. Esto se debe a la posición antinatural del cuerpo y al modo de tener la cabeza. Pueden pararse y hablar, sin sentir molestia. La posición en la oración debiera ser perfectamente natural. Las oraciones largas cansan, y no están de acuerdo con el evangelio de Cristo. Media hora, o aun un cuarto de hora es demasiado tiempo. Unos pocos minutos son suficientes para presentarse ante Dios y decirle lo que desean; y conseguirán que la gente los siga sin cansarse ni disminuir su interés en la devoción y la oración. Así pueden ser renovados y fortalecidos en lugar de quedar agotados. Or06 216.3

Muchos han errado al hacer largas oraciones y largas predicaciones, en tono alto y forzando la voz, en una tensión antinatural y un tono antinatural.—Testimonios para la Iglesia 2:545, 546. Or06 217.1

Durante la oración se debe hablar clara y distintamente—Por vuestro propio ejemplo enseñad a orar con voz clara y entendible. Enseñadles a levantar la cabeza de la silla y que no se cubran nunca la cara con las manos. Así pueden ofrecer sus sencillas oraciones, repitiendo al unísono el Padrenuestro.—Conducción del Niño, 495. Or06 217.2

Disciplinemos la mente a que preste atención durante la oración—La oración diaria es algo esencial para el crecimiento en la gracia, aun para la vida espiritual misma, como lo es el alimento temporal para el bienestar físico. Debemos acostumbrarnos a elevar los pensamientos a menudo a Dios en oración. Si la mente divaga, debemos volverla de nuevo; por un esfuerzo perseverante, el hábito por fin se impone como algo fácil.—Reflejemos a Jesús, 92. Or06 217.3

La oración no necesita ser larga, ni pronunciarse en voz fuerte—Pero la oración no es entendida como se debiera. Nuestras oraciones no han de informar a Dios de algo que él no sabe. El Señor está al tanto de los secretos de cada alma. Nuestras oraciones no tienen por qué ser largas ni decirse en voz alta. Dios lee los pensamientos ocultos. Podemos orar en secreto, y el que ve en secreto oirá y nos recompensará en público.—Mensajes para los Jóvenes, 245. Or06 217.4

No debemos intentar darle órdenes a Dios en oración—Nuestras peticiones no deben cobrar forma de órdenes, sino de una intercesión para que él haga las cosas que deseamos que haga.—Consejos Sobre la Salud, 376. Or06 218.1

Oremos con fe—Oren con fe. Y asegúrense de colocar sus vidas en armonía con sus peticiones, de modo que puedan recibir las bendiciones que han demandado. Que no se debilite su fe, porque las bendiciones que se reciben son proporcionales a la fe que se ejerce. “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis”. Mateo 9:29; 21:22. Oren, crean, y regocíjense. Canten himnos de alabanza a Dios porque él les ha contestado sus oraciones. Acéptenlo al pie de la letra, “porque fiel es el que prometió”. Hebreos 10:23. No se pierde ninguna súplica sincera. El canal está abierto; la corriente está fluyendo. Lleva propiedades salutíferas en sus aguas, derramando una corriente restauradora de vida y salud y salvación.—Testimonios para la Iglesia 7:260. Or06 218.2

Que sus oraciones se caractericen por la sinceridad y la fe. El Señor está dispuesto a hacer en nuestro favor “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”. Efesios 3:20. Hablen de esto; oren acerca de ello. No conversen de incredulidad. No podemos darnos el lujo de dejar que Satanás vea que tiene poder para ensombrecer nuestro semblante y entristecer nuestras vidas.—Testimonios para la Iglesia 7:259, 260. Or06 218.3