Obreros Evangélicos

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Nuestro deber en la preservación de la salud

Siento pena en el corazón al ver a tantos predicadores debilitados, tantos que están en lechos de enfermedad, tantos que acaban prematuramente su historia terrena,—hombres que han llevado la carga de responsabilidad en la obra de Dios, y cuyo corazón estaba por entero en su obra. La convicción de que debían cesar de trabajar por la causa que amaban les fué mucho más dolorosa que los sufrimientos de la enfermedad, o aun el pensamiento de la muerte misma. OE 253.1

Nuestro Padre celestial no aflige ni agravia voluntariamente a los hijos de los hombres. No es el autor de la enfermedad ni de la muerte; es la fuente de la vida. Quiere que los hombres vivan; y para lograrlo desea que ellos acaten las leyes de la vida y la salud. OE 253.2

Los que aceptan la verdad presente y son santificados por ella, tienen un intenso deseo de representar la verdad en su vida y carácter. Tienen un profundo anhelo de que otros vean la luz y se regocijen en ella. Mientras el verdadero atalaya anda llevando la semilla preciosa, sembrando al lado de todas las aguas, llorando y orando, la carga del trabajo es muy penosa para su mente y su corazón. El no puede aguantar la tensión de continuo, con el alma conmovida hasta su más íntima profundidad, sin gastarse prematuramente. Se necesitan fuerza y eficiencia en cada discurso. Y de vez en cuando, se necesita sacar provisiones frescas de cosas nuevas y viejas del depósito de la Palabra de Dios. Esto impartirá vida y poder a los que oigan. Dios no quiere que os agotéis de tal manera que vuestros esfuerzos no tengan frescura ni vida. OE 253.3

Los que están empeñados en labor mental constante, ora sea estudiando o predicando, necesitan descanso y cambio. El estudiante ferviente ejercita constantemente su cerebro, demasiado a menudo, mientras descuida el ejercicio físico; y como resultado, las facultades corporales quedan debilitadas y restringido el esfuerzo mental. Así deja el estudiante de hacer la obra que podría haber hecho, si hubiese trabajado prudentemente. OE 254.1

Si trabajasen con inteligencia, dando tanto al cuerpo como a la mente su debida porción de ejercicio, los predicadores no sucumbirían tan fácilmente a la enfermedad. Si todos nuestros obreros pudiesen pasar cada día unas pocas horas trabajando al aire libre, y se sintiesen libres para hacerlo, les sería una bendición; podrían desempeñar con más éxito los deberes de su vocación. Si no tienen tiempo para tener un recreo completo, podrían hacer planes y orar mientras trabajasen con las manos, y podrían volver a su labor refrigerados en cuerpo y espíritu. OE 254.2

A algunos de nuestros predicadores les parece que deben hacer cada día alguna labor de que puedan informar a la asociación. Como resultado de tratar de hacer esto, sus esfuerzos son demasiado a menudo débiles y carentes de eficiencia. Debieran tener períodos de descanso, completamente libres de labor agotadora. Pero estos momentos no pueden reemplazar al ejercicio físico diario. OE 254.3

Hermanos, cuando tomáis tiempo para cultivar vuestro jardín, obteniendo así el ejercicio necesario para mantener el organismo apto para funcionar debidamente, estáis haciendo la obra de Dios tanto como cuando celebráis reuniones. Dios es nuestro Padre; nos ama, y no exige que sus siervos se abusen de sus fuerzas físicas. OE 254.4

Otra causa de mala salud e ineficiencia en el trabajo es la indigestión. Es imposible para el cerebro desempeñar sus funciones de la mejor manera posible cuando se ha abusado de las fuerzas de la digestión. Muchos comen apresuradamente diversas clases de alimentos, que originan disturbios en el estómago, y así confunden el cerebro. Debe evitarse igualmente el consumo de alimentos malsanos, y el comer con exceso alimentos sanos. OE 255.1

Muchos comen a toda hora, sin consideración de las leyes de la salud. Como resultado la mente se oscurece. ¿Cómo pueden los hombres ser honrados con sabiduría divina, cuando son tan temerarios en sus hábitos, y prestan tan poca atención a la luz que Dios ha dado acerca de estas cosas? OE 255.2

Hermanos, ¿no es tiempo de que os convirtáis acerca de estos puntos de egoísta complacencia? “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, mas uno lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Y todo aquel que lucha, de todo se abstiene: y ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como quien hiere el aire: antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado.”1 OE 255.3