La Oración

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Capítulo 20—Orando en el nombre de Jesús

En la oración, el nombre de Jesús es el vínculo entre la humanidad y Dios—Nuestras peticiones ascienden al Padre en el nombre de Cristo. Él intercede a favor nuestro, y el Padre abre todos los tesoros de su gracia para que nos apropiemos de ellos, para que los disfrutemos e impartamos a los demás. “Pedid en mi nombre—dice Cristo—. No os digo que yo oraré al Padre por vosotros, porque el Padre mismo os ama. Haced uso de mi nombre. Esto hará eficaces vuestras oraciones, y el Padre os otorgará las riquezas de su gracia. Por lo tanto, pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo”. Or06 219.1

Cristo es el vínculo entre Dios y el hombre. Ha prometido interceder personalmente por nosotros. Él pone toda la virtud de su justicia del lado del suplicante. Implora a favor del hombre, y el hombre, necesitado de la ayuda divina, implora a favor de sí mismo ante la presencia de Dios, valiéndose de la influencia de Aquel que dio su vida para que el mundo tenga vida. Al reconocer ante Dios nuestro aprecio por los méritos de Cristo, nuestras intercesiones reciben un toque de incienso fragante. Al allegarnos a Dios en virtud de los méritos del Redentor, Cristo nos acerca a su lado, abrazándonos con su brazo humano, mientras que con su brazo divino se ase del trono del Infinito. Vierte sus méritos, cual suave incienso, dentro del incensario que tenemos en nuestras manos, para dar estímulo a nuestras peticiones. Promete escuchar y contestar nuestras súplicas. Or06 219.2

Sí, Cristo se ha convertido en el cauce de la oración entre el hombre y Dios. También se ha convertido en el cauce de bendición entre Dios y el hombre. Ha unido la divinidad con la humanidad. Los hombres deberán cooperar con él para la salvación de sus propias almas, y luego esforzarse fervorosa y perseverantemente para salvar a los que están a punto de morir.—Testimonios para la Iglesia 8:190. Or06 220.1

Hasta entonces los discípulos no conocían los recursos y el poder ilimitado del Salvador. Él les dijo: “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre”. Explicó que el secreto de su éxito consistiría en pedir fuerza y gracia en su nombre. Estaría delante del Padre para pedir por ellos. La oración del humilde suplicante es presentada por él como su propio deseo en favor de aquella alma. Cada oración sincera es oída en el cielo. Tal vez no sea expresada con fluidez; pero si procede del corazón ascenderá al Santuario donde Jesús ministra, y él la presentará al Padre sin balbuceos, hermosa y fragante con el incienso de su propia perfección.—El Deseado de Todas las Gentes, 620. Or06 220.2

Los discípulos habían de realizar su obra en el nombre de Cristo. Todas sus palabras y hechos habían de llamar la atención al poder vital de su nombre para salvar a los pecadores. Su fe habría de concentrarse en Aquel que es la fuente de la misericordia y el poder. En su nombre habían de presentar sus peticiones ante el Padre, y recibirían respuesta. Habían de bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El nombre de Cristo había de ser su consigna, su divisa distintiva, su vínculo de unión, la autoridad para su curso de acción y la fuente de su éxito.—Los Hechos de los Apóstoles, 23. Or06 220.3

En él vi un arca, cuya cubierta y lados estaban recubiertos de oro purísimo. En cada extremo del arca había un hermoso querubín con las alas extendidas sobre el arca. Sus rostros estaban frente a frente uno de otro, pero miraban hacia abajo. Entre los dos ángeles había un incensario de oro, y sobre el arca, donde estaban los ángeles, una gloria en extremo esplendorosa que semejaba un trono en que moraba Dios. Junto al arca estaba Jesús, y cuando las oraciones de los santos llegaban a él, humeaba el incienso del incensario, y Jesús ofrecía a su Padre aquellas oraciones con el humo del incienso.—Primeros Escritos, 32. Or06 220.4

Lo que significa orar en el nombre de Jesús—Orar en nombre de Cristo significa mucho. Significa que hemos de aceptar su carácter, manifestar su espíritu y realizar sus obras. La promesa del Salvador se nos da bajo cierta condición. “Si me amáis—dice—, guardad mis mandamientos”. Él salva a los hombres no en el pecado, sino del pecado; y los que le aman mostrarán su amor obedeciéndole.—El Deseado de Todas las Gentes, 621. Or06 221.1

Jesús decía: “Pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros; porque el Padre mismo os ama”. Juan 16:26, 27. “Yo os elegí a vosotros... para que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé”. Juan 15:16. Orar en nombre de Jesús es más que una mera mención de su nombre al principio y al fin de la oración. Es orar con los sentimientos y el espíritu de Jesús, creyendo en sus promesas, confiando en su gracia y haciendo sus obras.—El Camino a Cristo, 101. Or06 221.2

Dios nos invita a allegarnos a él en el nombre de Jesús—Somos invitados a venir, a pedir, a buscar, a llamar; y se nos asegura que no acudiremos en vano. Jesús dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. Mateo 7:7, 8. Or06 221.3

Al recordarnos cuán voluntario es un padre para conceder lo pedido por su hijo, Cristo ilustra cuán dispuesto está Dios a bendecirnos. Dice: “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” Lucas 11:11-13. Or06 221.4

Nos allegamos a Dios en el nombre de Jesús por invitación especial, y él nos da la bienvenida a su cámara de audiencia. Él imparte al alma humilde y contrita aquella fe en Cristo por la cual ella es justificada. Jesús disipa sus transgresiones como una nube densa, y el corazón consolado exclama: “Cantaré a ti, oh Jehová; pues aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó, y me has consolado”. Isaías 12:1.—Consejos para Maestros, Padres y Alumnos, 229. Or06 222.1

Oren tanto en el nombre de Jesús como también por la inspiración del Espíritu Santo—Cuando con fervor e intensidad expresamos una oración en el nombre de Cristo, hay en esa misma intensidad una prenda de Dios que nos asegura que él está por contestar nuestra oración “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”. No solamente debemos orar en el nombre de Cristo, sino por la inspiración del Espíritu Santo. Esto explica lo que significa el pasaje que dice que “el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Las peticiones deben ofrecerse con fe ferviente. Entonces alcanzarán al trono de gracia. Persistid incansablemente en la oración. Dios no dice: orad una vez, y os contestaré. Su palabra es: orad, sed constantes en la oración, creyendo que todas las cosas que pedis, recibireis; yo os contestaré.—The Gospel Herald, 28 de mayo de 1902. Or06 222.2

Podemos acercarnos a Dios con confianza por el nombre de Jesús—La humildad y la reverencia deben caracterizar el comportamiento de todos los que se allegan a la presencia de Dios. En el nombre de Jesús podemos acercarnos a él con confianza, pero no debemos hacerlo con la osadía de la presunción, como si el Señor estuviese al mismo nivel que nosotros. Algunos se dirigen al Dios grande, todopoderoso y santo, que habita en luz inaccesible, como si se dirigieran a un igual o a un inferior. Hay quienes se comportan en la casa de Dios como no se atreverían a hacerlo en la sala de audiencias de un soberano terrenal. Los tales debieran recordar que están ante la vista de Aquel a quien los serafines adoran, y ante quien los ángeles cubren su rostro.—Patriarcas y Profetas, 256, 257. Or06 222.3

En el nombre de Jesús podemos llegar a la presencia de Dios con la confianza de un niño. No hace falta que algún hombre nos sirva de mediador. Por medio de Jesús, podemos abrir nuestro corazón a Dios como a quien nos conoce y nos ama.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 73. Or06 223.1

Dios honrará el nombre de Jesús en nuestras oraciones—Toda promesa de la Palabra de Dios viene a ser un motivo para orar, pues su cumplimiento nos es garantizado por la palabra empleada por Jehová. Tenemos el privilegio de pedir por medio de Jesús cualquier bendición espiritual que necesitemos. Podemos decir al Señor exactamente lo que necesitamos, con la sencillez de un niño. Podemos exponerle nuestros asuntos temporales, y suplicarle pan y ropa, así como el pan de vida y el manto de la justicia de Cristo. Nuestro Padre celestial sabe que necesitamos todas estas cosas, y nos invita a pedírselas. En el nombre de Jesús es como se recibe todo favor. Dios honrará ese nombre y suplirá nuestras necesidades con las riquezas de su liberalidad.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 112, 113. Or06 223.2

No solamente debemos orar en el nombre de Cristo, sino por la inspiración del Espíritu Santo. Esto explica lo que significa el pasaje que dice que “el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos indecibles”. Dios se deleita en contestar tal oración. Cuando con fervor e intensidad expresamos una oración en el nombre de Cristo, hay en esa misma intensidad una prenda de Dios que nos asegura que él está por contestar nuestra oración “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”. Or06 223.3

Cristo dijo: “Todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”. Y el amado Juan, por la inspiración del Espíritu Santo, dice con gran claridad y certeza: “Si demandáremos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que demandáremos, sabemos que tenemos las peticiones que le hubiéremos demandado”. Presentad, pues, vuestra petición ante el Padre en el nombre de Jesús. Dios honrará tal nombre.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 113, 114. Or06 223.4