La Maravillosa Gracia de Dios

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El representante de Cristo, 7 de julio

He aquí, yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Mateo 28:20. MGD 196.1

Cuando Cristo ascendió al Padre, no dejó a sus seguidores sin ayuda. El Espíritu Santo como representante suyo, y los ángeles celestiales como espíritus ministradores, son enviados para ayudar a aquellos que están peleando la buena batalla de la fe con gran desventaja. Recordad siempre que Jesús es vuestro ayudador. Nadie entiende tan bien como él las peculiaridades de vuestro carácter. El vela sobre vosotros y si estáis dispuestos a dejaros guiar por él, os rodeará de influencias para el bien que os capacitarán para cumplir la totalidad de su voluntad respecto de vosotros.—Mensajes para los Jóvenes, 16, 17. MGD 196.2

La vida del cristiano es una lucha. Pero “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Efesios 6:12. En este conflicto de la justicia contra la injusticia, sólo podemos tener éxito mediante la ayuda divina. Nuestra voluntad finita debe ser sometida a la voluntad del Infinito; la voluntad humana debe unirse a la divina. Esto traerá al Espíritu Santo en ayuda nuestra... MGD 196.3

El Señor Jesús actúa mediante el Espíritu Santo, pues éste es su representante. Por su medio infunde vida espiritual en el alma, avivando sus energías para el bien, limpiándola de la impureza moral y dándole idoneidad para su reino. Jesús tiene grandes bendiciones para otorgar, ricos dones para distribuir entre los hombres. Es el Consejero maravilloso, infinito en sabiduría y fuerza, y si queremos reconocer el poder de su Espíritu y someternos a ser amoldados por él, nos haremos completos en él. ¡Qué pensamiento es éste! En Cristo “habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él”. Colosenses 2:9, 10. El corazón humano nunca conocerá la felicidad hasta que se someta a ser amoldado por el Espíritu de Dios. El Espíritu conforma el alma renovada al modelo, Jesucristo. Mediante la influencia del Espíritu, se transforma la enemistad hacia Dios en fe y amor, el orgullo en humildad. El alma percibe la belleza de la verdad.—Ibid. 53, 54. MGD 196.4