La Maravillosa Gracia de Dios

191/367

Como el rocío, la lluvia y el rayo de sol, 8 de julio

Yo seré a Israel como rocío; él florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano. Oseas 14:5. MGD 197.1

De las lecciones casi innumerables enseñadas por los diversos procesos del crecimiento, algunas de las más preciosas son transmitidas por medio de la parábola del crecimiento de la semilla, dada por el Salvador... MGD 197.2

La semilla lleva en sí un principio de germinación, implantado por Dios; sin embargo, abandonada a sí misma, no tendría poder para brotar. El hombre tiene que hacer su parte para estimular el crecimiento del grano, pero fuera de eso, no puede hacer nada. Debe depender de Aquel que ha ligado la siembra y la siega con los eslabones maravillosos de su poder omnipotente. MGD 197.3

Hay vida en la semilla, hay poder en el suelo, pero a menos que el poder infinito trabaje día y noche, la semilla no dará fruto. Las lluvias deben refrescar los campos sedientos; el sol debe impartir calor; la electricidad debe llegar hasta la semilla enterrada. Sólo el Creador puede llamar a existencia la vida que él ha implantado. Toda semilla crece y toda planta se desarrolla por el poder de Dios... MGD 197.4

La germinación de la semilla representa el comienzo de la vida espiritual, y el desarrollo de la planta es una figura del desarrollo del carácter. No puede haber vida sin crecimiento. MGD 197.5

La planta crece, o muere. Del mismo modo que su crecimiento es silencioso, imperceptible pero continuo, así es también el crecimiento del carácter. En cualquier etapa del desarrollo, nuestra vida puede ser perfecta; sin embargo, si se cumple el propósito de Dios para con nosotros, habrá un progreso constante. MGD 197.6

La planta crece porque recibe lo que Dios ha provisto para mantener su vida. Del mismo modo se logra el crecimiento espiritual por medio de la cooperación con los agentes divinos. Así como la planta se arraiga en el suelo, nosotros debemos arraigarnos en Cristo. Así como la planta recibe la luz del sol, el rocío y la lluvia, nosotros debemos recibir el Espíritu Santo. Si nuestros corazones se apoyan en Cristo, él vendrá a nosotros “como la lluvia tardía y temprana a la tierra”. Oseas 6:3.—La Educación, 100-102. MGD 197.7