El sermón evangélico
Discurso sencillo; claridad de expresión—El Señor desea que aprendáis a emplear la red del Evangelio. Muchos necesitan aprender este arte. A fin de tener éxito en vuestro trabajo, la malla de vuestra red—es decir, la aplicación de las Escrituras—debe ser cerrada, y discernirse fácilmente el significado. Sacad luego la red con la máxima eficiencia posible. Id directamente al grano. Haced que vuestras ilustraciones sean evidentes de por sí. Por grande que sea el conocimiento de un hombre, no sirve para nada a menos que pueda comunicarlo a otros. Dejad que lo patético de vuestra voz, su profundo sentimiento, haga su impresión en los corazones. Instad a vuestros alumnos a entregarse a Dios.
Ev 131.8
Haced claras vuestras explicaciones; porque sé que son muchos los que poco entienden de las cosas que se les dicen. Dejad que el Espíritu Santo amolde vuestro lenguaje, limpiándolo de toda escoria. Hablad como niñitos, recordando que hay muchos de edad madura que son tan sólo niñitos sin comprensión.
Ev 132.1
Por oración ferviente y esfuerzo diligente, debemos alcanzar idoneidad para hablar. Esta idoneidad incluye el pronunciar cada sílaba claramente, poniendo la fuerza y el énfasis donde pertenecen. Hablad lentamente. Muchos hablan velozmente, apresurándose de una palabra a otra, con tal rapidez que se pierde el efecto de lo que se dice. Poned el espíritu y la vida de Cristo en lo que decís... Para los que oyen, el Evangelio es poder de Dios para la salvación. Presentadlo en su sencillez.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 242 (1913).
Ev 132.2
Atención en la preparación de los sermones—Los discursos dados sobre la verdad presente están llenos de material importante, y si estos discursos se consideran cuidadosamente antes de ser presentados a la gente, si son sintéticos y no cubren demasiado terreno, si el espíritu del Maestro se trasluce en la enunciación, nadie será dejado en las tinieblas, nadie tendrá razón de quejarse de no haber sido alimentado. La preparación, tanto en el predicador como en el auditorio, tiene muchísimo que ver con el resultado.
Ev 132.3
Citaré aquí unas pocas palabras que oí recientemente: “Siempre sé por la longitud del sermón del Sr.-----si ha estado mucho tiempo fuera de casa durante la semana—dijo un miembro del rebaño—. Cuando los prepara con cuidado, sus discursos son de una extensión moderada, pero es casi imposible que sus oyentes olviden las enseñanzas en ellos presentadas. Cuando no ha tenido tiempo para prepararse, sus sermones son irrazonablemente largos, y es igualmente imposible extraer algo de ellos que retenga la memoria”.
Ev 132.4
A otro ministro capaz se le preguntó qué longitud estaba acostumbrado a dar a sus sermones. “Cuando me preparo cabalmente, media hora; cuando estoy tan sólo parcialmente preparado, una hora; pero cuando ocupo el púlpito sin preparación previa, continúo hablando durante cualquier extensión de tiempo que queráis; de hecho, nunca sé cuándo detenerme”.
Ev 132.5
He aquí otra declaración llena de fuerza: “Un buen pastor—dice un escritor—, debe tener siempre abundancia de pan en su bosquejo, y su perro en sujeción. El perro es su celo, al cual debe manejar, dar órdenes y moderar. Su bosquejo lleno de pan es su mente llena de conocimiento útil, y siempre debe estar listo para dar alimento a su rebaño”.—Carta 47, 1886.
Ev 133.1
Cuidad la digestión espiritual—“No me agrada extenderme por más de media hora—dijo un predicador fiel y fervoroso, que por cierto nunca dio a sus oyentes algo que no le costara nada en la preparación—. Yo sé que la digestión espiritual de algunos es débil, y debe apenarme el que mis oyentes tengan que invertir la segunda media hora en olvidar lo que dije en la primera o en desear que termine cuando ya les he dado tanto como pueden llevar consigo”.—Carta 47, 1886.
Ev 133.2
Abreviad vuestros discursos largos—Algunos de vuestros discursos largos tendrían mucho mejor efecto sobre la gente si los dividierais en tres. La gente no puede digerir tanto; sus mentes ni aun lo pueden abarcar, y llegan a cansarse y confundirse al tener tanto material puesto delante de ellos en un solo discurso. Las dos terceras partes de los discursos tan largos se pierden, y el predicador se agota. Hay muchos de nuestros ministros que yerran en este respecto. El resultado sobre ellos no es bueno; porque se vuelven cerebros cansados y sienten que están conduciendo cargas pesadas para el Señor y soportando durezas...
Ev 133.3
La verdad es tan diferente en carácter y obra de los errores predicados desde los púlpitos populares que, cuando se la presenta a los oyentes por primera vez, casi los agobia. Es manjar sólido y debe ser tratada juiciosamente. Aun cuando algunas mentes son rápidas para captar ideas, otras son lentas para comprender verdades nuevas y sorprendentes que comportan grandes cambios y presentan una cruz a cada paso. Dadles tiempo para digerir las maravillosas verdades del mensaje que les presentáis.
Ev 133.4
El predicador debe esforzarse por llevar la comprensión y las simpatías de la gente consigo. No os remontéis demasiado arriba, a donde no puedan seguiros, sino dad la verdad punto tras punto, lenta y distintamente, presentando unos pocos puntos esenciales, y entonces esa verdad será como un clavo fijado en un lugar seguro por los “maestros de las congregaciones”. Si os detenéis cuando debéis hacerlo, no dándoles a la vez más de lo que pueden comprender y aprovechar, estarán ansiosos de oír más y así el interés será sostenido.—Carta 39, 1887.
Ev 133.5
La reputación de ser un orador interesante—Poned en vuestra obra todo el entusiasmo que podáis. Sean cortos vuestros discursos. Existen dos razones por las cuales debéis hacerlo. Una es que podéis ganar la reputación de ser un predicador interesante. Otra es que podéis preservar vuestra salud.—Carta 112, 1902.
Ev 133.6
Sermones con ideas lozanas—Nunca canséis a los oyentes con largos discursos. Esto no es sabio. Durante muchos años he estado insistiendo en este punto, tratando de que nuestros hermanos sermoneen menos y dediquen su tiempo y su fuerza a hacer sencillos los puntos importantes de la verdad, pues todo punto será motivo del asalto de nuestros oponentes. Todo el que esté relacionado con la obra debe mantener ideas lozanas... y con tacto y previsión haced todo lo que esté a vuestro alcance para interesar a vuestros oyentes.—Carta 48, 1886.
Ev 134.1
Aplicad la verdad al corazón—Aplíquese en todo discurso la verdad al corazón, para que todo el que oiga entienda, y para que los hombres, las mujeres y los jóvenes revivan ante Dios.—Testimonios para los Ministros, 258 (1896).
Ev 134.2
Fácil de comprender—Predicad la Palabra de manera que sea fácil de comprenderla. Traed a los oyentes precisamente adonde está Cristo Jesús, en el cual se centralizan sus esperanzas de vida eterna... Al traerles la Palabra de Dios, presentándola en un lenguaje sencillo, la simiente crecerá, y después de un tiempo tendréis una cosecha. La siembra de la simiente es vuestro trabajo; la propagación de la semilla es la obra divina del Señor.—Carta 34, 1896.
Ev 134.3
Piedad práctica en todo discurso—Es más difícil alcanzar los corazones de los hombres hoy en día de lo que era hace veinte años. Pueden presentarse los argumentos más convincentes, y sin embargo, los pecadores parecen tan lejos de la salvación como lo estuvieron siempre. Los pastores no deben predicar sermón tras sermón solamente sobre temas doctrinales. La piedad práctica debe encontrar lugar en todo discurso.—The Review and Herald, 23 de abril de 1908.
Ev 134.4
Predicad las realidades del mensaje—En cierta ocasión, cuando Bertteton, célebre actor, estaba cenando con el Dr. Sheldon, arzobispo de Canterbury, éste le dijo: “Le ruego, Sr. Betterton, que me diga por qué vosotros los actores dejáis a vuestros auditorios tan poderosamente impresionados hablándoles de cosas imaginarias”. “Su señoría—contestó el señor Betterton—, con el debido respeto a su gracia, permítame decirle que la razón es sencilla: reside en el poder del entusiasmo. Nosotros, en el escenario, hablamos de cosas imaginarias como si fuesen reales; y vosotros, en el púlpito, habláis de cosas reales como si fuesen imaginarias”.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 241 (1913).
Ev 134.5
No debe haber transigencias—No debemos apocarnos y pedirle perdón al mundo por tener que decirle la verdad: debemos despreciar todo ocultamiento. Desplegad vuestros colores para hacer frente a la causa de los hombres y los ángeles. Entiéndase que los adventistas del séptimo día no pueden aceptar transigencias. En vuestras opiniones y fe no debe haber la menor apariencia de incertidumbres: el mundo tiene derecho a saber qué esperar de vosotros.—Manuscrito 16, 1890.
Ev 134.6
Nuestro mensaje mundial—Somos uno en fe en lo que respecta a las verdades fundamentales de la Palabra de Dios... Tenemos un mensaje mundial. Los mandamientos de Dios y los testimonios de Jesucristo son la carga de nuestro trabajo.—Carta 37, 1887.
Ev 135.1
Predicad para lograr un reavivamiento—Arrepentíos, arrepentíos, era el mensaje que hacía resonar la voz de Juan el Bautista en el desierto. El mensaje de Cristo a la gente era: “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. Lucas 13:5. Y a los apóstoles se les ordenó predicar por doquiera que los hombres debían arrepentirse.
Ev 135.2
El Señor desea que sus siervos hoy en día prediquen la antigua doctrina evangélica: dolor por el pecado, arrepentimiento y confesión. Necesitamos sermones de cuño antiguo, costumbres de cuño antiguo, padres y madres en Israel de cuño antiguo. Debe trabajarse por el pecador, con perseverancia, con fervor, sabiamente, hasta que él vea que es un transgresor de la ley de Dios, y manifieste arrepentimiento hacia Dios y fe hacia el Señor Jesucristo.—Manuscrito 82, 1894.
Ev 135.3
Una predicación reconfortante y poderosa—Debéis tener en cuenta una clara comprensión del Evangelio. La vida religiosa no es sombría ni triste, sino llena de paz y gozo y rodeada de una dignidad como la de Cristo y de una santa solemnidad. Nuestro Salvador no nos estimula a que abriguemos dudas, temores y presentimientos perturbadores; estos sentimientos no proporcionan alivo al alma, y por lo tanto deberían ser rechazados, y de ninguna manera encomiados. Podemos disfrutar de un gozo inefable y estar llenos de gloria. Pongamos de lado nuestra indolencia y estudiemos con más constancia la Palabra de Dios. Si alguna vez hemos necesitado la compañía del Espíritu Santo, si alguna vez hemos necesitado predicar con el poder del Espíritu, es ahora mismo.—Manuscrito 6, 1888.
Ev 135.4
La verdad presente como un mensaje gozoso—Ahora mismo debemos proclamar la verdad presente con seguridad y poder. No hagáis resonar una nota triste; no entonéis himnos fúnebres.—Carta 311, 1905.
Ev 135.5
Cómo predicar acerca de las calamidades—Levantad a los que están caídos. Tratad las calamidades como si fueran bendiciones disfrazadas, y las desgracias como si fueran favores. Trabajad de tal manera que la esperanza brote en lugar de la desesperación.—Testimonies for the Church 7:272 (1902).
Ev 135.6
El apresuramiento produce discursos insípidos—Cuando vais apresuradamente de una cosa a otra, cuando tenéis tanto que hacer que no os queda tiempo para conversar con Dios, ¿cómo podéis esperar tener poder en vuestro trabajo? La razón por la cual tantos ministros predican discursos insípidos y sin vida es que permiten que una cantidad de cosas de naturaleza mundana ocupe su tiempo y su atención.—Testimonies for the Church 7:251 (1902).
Ev 136.1
Evitad los discursos enfermizos—Los puntos cortos, hechos claros, que eviten toda divagación, serán de la mayor ventaja. Dios no quiere que agotéis vuestras energías antes de venir a la reunión, ora sea en escribir o en alguna otra ocupación, pues cuando venís con una mente cansada, dais a la gente un discurso muy imperfecto. Poned vuestras energías más frescas en la obra, y no permitáis que la más leve sombra de imperfección se vea en cualquiera de vuestros esfuerzos.
Ev 136.2
Si por alguna razón cualquiera estáis cansados y agostados, por el amor de Cristo, no intentéis dar un discurso. Que otra persona que no esté así agotada hable, corto, al punto, o en su defecto tened un estudio bíblico; cualquier cosa menos discursos enfermizos. Estos harán menos mal cuando todos son creyentes, pero cuando la verdad ha de ser proclamada ante gente que no es de la fe, el orador debe prepararse para la tarea. No debe divagar por toda la Biblia, sino dar un discurso claro, organizado, que muestre que él comprende los puntos que desea presentar.—Carta 48, 1886.
Ev 136.3
Adornos artificiales—Dios pide que los ministros del Evangelio no traten de engrandecerse introduciendo adornos artificiales en sus discursos, que no busquen la alabanza y los aplausos humanos, y que no ambicionen una vana manifestación de intelectualidad y elocuencia. Sea la ambición de los ministros investigar cuidadosamente la Biblia para aprender tanto como sea posible acerca de Dios y de Cristo, a quien él ha enviado. Cuanto más claramente comprendan a Cristo los ministros y aprehendan su espíritu, con tanto mayor poder predicarán la verdad sencilla de la que Cristo es el centro.—The Review and Herald, 24 de marzo de 1896.
Ev 136.4
Sermones “elocuentes”—El ministro puede elevarse hacia el cielo por medio de descripciones poéticas y presentaciones caprichosas que agradan a los sentidos y estimulan la imaginación, pero que están alejadas de la vida diaria y de las necesidades cotidianas y que no llevan directamente al corazón las verdades que son de un interés tan vital. Las necesidades inmediatas y las pruebas del momento, necesitan pronta ayuda y poder: la fe que obra amor y purifica el alma y no palabras que no ejerzan una verdadera influencia sobre la vida diaria en el cristianismo práctico.
Ev 136.5
El ministro puede pensar que con su elocuencia imaginativa ha hecho mucho por alimentar la grey de Dios; los oyentes pueden suponer que nunca antes habían escuchado temas tan hermosos, que hasta entonces no habían escuchado la verdad revestida con un lenguaje tan magnífico, y como Dios les ha sido presentado en su grandeza se sienten envueltos por la emoción. Pero seguid de la causa al efecto todo este éxtasis de los sentimientos causado por esas exposiciones imaginativas. Puede ser que haya verdades, pero con demasiada frecuencia no constituyen el alimento que los fortificará para las diarias batallas de la vida.—Manuscrito 59, 1900.
Ev 137.1
Introducción de asuntos secundarios—Los hermanos no deberían suponer que es una virtud mantenerse apartados porque no están exactamente de acuerdo en todos los puntos menores. Si concuerdan en las verdades fundamentales no deberían diferir ni discutir por asuntos de poca importancia. El espaciarse en cuestiones que confunden, y que después de todo no son de importancia vital, tiende a apartar la mente de las verdades vitales para la salvación de las almas. Los hermanos no deberían estimular la consideración de estos asuntos secundarios que con mucha frecuencia ni ellos mismos comprenden, y que constituyen puntos que ellos no saben si forman parte de la verdad y que no son esenciales para la salvación...
Ev 137.2
Se me ha mostrado que el enemigo se propone apartar las mentes hacia algún punto oscuro o sin importancia, hacia algo que no ha sido plenamente revelado o que no es esencial para la salvación. Esto se convierte en el tema absorbente de la “verdad presente”, cuando todas las investigaciones y suposiciones consiguen únicamente oscurecer más el asunto y confundir las mentes de algunas personas que debían procurar obtener la unidad mediante la santificación de la verdad.—Manuscrito 82, 1894.
Ev 137.3
Predicad las verdades que constituyen una piedra de toque—Si permitimos que la mente siga su propio curso habrá incontables puntos de diferencia que puedan ser debatidos por los hombres que hacen de Cristo su esperanza, y que aman la verdad con sinceridad, y sin embargo, sostienen opiniones opuestas sobre temas que no son de real importancia. Estos asuntos debatibles no deben ser puestos sobre el tapete y presentados públicamente, sino que deben presentarse en forma reservada y sin controversia, si son sostenidos por alguien...
Ev 137.4
Un obrero noble, devoto y espiritual, verá en las grandes verdades decisivas que forman el solemne mensaje que debe ser dado al mundo, suficiente razón para ocultar todas las diferencias menores más bien que ponerlas sobre el tapete para que sean objeto de contención. Espáciese la mente en la gran obra de la redención, la pronta venida de Cristo y los mandamientos de Dios; y se encontrará que hay suficiente alimento para el pensamiento en estos temas como para ocupar toda la atención.—The Review and Herald, 11 de septiembre de 1888.
Ev 137.5
La voz en la presentación del sermón—Predicad brevemente, gobernad vuestra voz, colocad toda la expresión y la melodía que podáis en ella, y se evitará este terrible agotamiento a que está expuesto al predicador que hace sermones largos e interminables...
Ev 138.1
Mucho del efecto de los discursos se pierde debido a la manera en que éstos son presentados. El orador frecuentemente olvida que es un mensajero de Dios y que Cristo y sus ángeles están en su auditorio como oyentes. Su voz no debe elevarse a un tono muy alto, gritando la verdad como si fuera una trompeta; porque esto es más poder nervioso que un espíritu tranquilo y el poder del Espíritu Santo. Jesús, el más grande Maestro del mundo, era tranquilo, ferviente, impresionante en sus discursos. El es nuestro ejemplo en todas las cosas.—Carta 47, 1886.
Ev 138.2
Gesticulaciones violentas—El Señor pide que Ud. mejore definidamente su manera de presentar la verdad. No necesita ser sensacionalista. Predique la Palabra, así como Cristo, el Hijo de Dios, predicaba la Palabra. Las gesticulaciones violentas desvirtúan las impresiones que la verdad produciría en los corazones humanos, y disminuyen la fuerza de la manifestación del Espíritu de Dios. Borran las impresiones solemnes concernientes a la Palabra de Dios que los santos ángeles desearían que se hiciesen en las mentes...
Ev 138.3
Hermano mío, el Señor me ha dado un mensaje para Ud. El ministro evangélico se ocupa de una obra solemnísima y sacratísima. En toda reunión donde se enseña la Palabra de Dios, los ángeles están presentes, y los que dirigen tales reuniones deben trabajar con tanta solemnidad como la que Cristo manifestó en sus enseñanzas. A cada presentación de la Biblia debe imprimirse el molde correcto.—Carta 366, 1906.
Ev 138.4
176
Ev
El Evangelismo
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