Consejos para los Maestros

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Capítulo 33—La importancia de la sencillez

A los maestros de Berrien Springs: CM 240.1

Siento el ferviente deseo de que aprendáis cada día del gran Maestro. Si queréis acercaros primero a Dios y luego a vuestros alumnos, haréis una obra muy preciosa. Si sois diligentes y humildes, Dios os dará diariamente conocimiento y aptitud para enseñar. Haced lo mejor que podáis para impartir a otros las bendiciones que os ha dado. CM 240.2

Con profundo y ferviente interés por ayudar a vuestros alumnos, hacedles recorrer el terreno del conocimiento. Acercaos a ellos tanto como podáis. A menos que en el corazón de los maestros abunde el amor y la amabilidad de Cristo, manifestarán demasiado del espíritu de un ayo duro y dominante. “Conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo, para vida eterna. A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros, tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne”. Judas 21-23. CM 240.3

El Señor desea que aprendáis a emplear la red del Evangelio. Muchos necesitan aprender este arte. A fin de tener éxito en vuestro trabajo, las mallas de vuestra red—es decir, la aplicación de las Escrituras—deben ser cerradas, y discernirse fácilmente el significado. Sacad luego la red con la máxima eficiencia posible. Id directamente al grano. Haced que vuestras ilustraciones sean evidentes de por sí. Por grande que sea el conocimiento de un hombre, no sirve para nada a menos que pueda comunicarlo a otros. Dejad que lo patético de vuestra voz, su profundo sentimiento, haga su impresión en los corazones. Instad a vuestros alumnos a entregarse a Dios. CM 240.4

Maestros, recordad que el Señor es vuestra fortaleza. Esforzaos por inculcar en los alumnos ideas que sean para ellos sabor de vida para vida. Enseñad por ilustraciones. Pedid a Dios que os dé palabras que todos puedan comprender. CM 241.1

Una niñita me preguntó una vez: CM 241.2

—¿Va Ud. a hablar esta tarde? CM 241.3

—No, esta tarde no—contesté. CM 241.4

—Lo siento mucho—dijo ella—. Pensé que Ud iba a hablar, y pedí a varias de mis compañeras que vinieran. ¿Quiere Ud., por favor, pedir al pastor que use palabras fáciles que podamos comprender? ¿Quiere Ud., por favor, decirle que no comprendemos las palabras largas, como justificación y santificación? No sabemos lo que significan estas palabras. CM 241.5

La queja de la niñita contiene una lección digna de ser considerada por maestros y ministros. ¿No son muchos los que debieran oír la petición: Usad palabras fáciles para que podamos saber lo que queréis decir? CM 241.6

Haced claras vuestras explicaciones; porque sé que son muchos los que poco entienden de las cosas que se les dicen. Dejad que el Espíritu Santo amolde vuestro lenguaje, limpiándolo de toda escoria. Hablad como niñitos, recordando que hay muchos de edad madura que son tan sólo niñitos sin comprensión. CM 241.7

Por oración ferviente y esfuerzo diligente, debemos alcanzar idoneidad para hablar. Esta idoneidad incluye el pronunciar cada sílaba claramente, poniendo la fuerza y el énfasis donde pertenecen. Hablad lentamente. Muchos hablan velozmente, apresurándose de una palabra a otra, con tal rapidez que se pierde el efecto de lo que se dice. Poned el espíritu y la vida de Cristo en lo que decís. CM 241.8

En cierta ocasión, cuando Betterton, célebre actor, estaba cenando con el Dr. Sheldon, arzobispo de Canterbury, éste le dijo: “Le ruego, Sr. Betterton, que me diga por qué vosotros los actores dejáis a vuestros auditorios tan poderosamente impresionados hablándoles de cosas imaginarias”. “Su señoría—contestó el Sr. Betterton—, con el debido respeto a su gracia, permítame decirle que la razón es sencilla: reside en el poder del entusiasmo. Nosotros, en el escenario, hablamos de cosas imaginarias como si fuesen reales; y vosotros, en el púlpito, habláis de cosas reales como si fuesen imaginarias”. CM 241.9

“Apacienta mis corderos”. “Pastorea mis ovejas”, fue la comisión dada a Pedro. “Y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”. Juan 21:15, 16; Lucas 22:32. Para los que oyen, el Evangelio es poder de Dios para la salvación. Presentadlo en su sencillez. Seguid el ejemplo de Cristo, y tendréis la recompensa de ver a vuestros alumnos ganados para él (Sanatorio, California, 6 de julio de 1902). CM 242.1

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Se está probando ahora a nuestro pueblo para ver si obtendrá su sabiduría del mayor Maestro que el mundo conoció jamás, o si buscará al dios de Ecrón. Resolvamos que no nos dejaremos atar ni siquiera por un hilo a la tendencia educativa de los que no disciernen la voz de Dios, y no quieren escuchar sus mandamientos. CM 242.2