Joyas de los Testimonios 2

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La victoria sobre la tentación

No es necesario que ninguno de nosotros ceda a las tentaciones de Satanás, y así viole su conciencia y agravie al Espíritu Santo. Ha sido hecha en la Palabra de Dios toda provisión para que todos tengan la ayuda divina en sus esfuerzos para vencer. Si mantienen a Jesús delante de sí, llegarán a ser transformados a su imagen. Todos los que por la fe tienen a Cristo morando en sí están dotados de un poder que les dará éxito en sus trabajos. Se estarán haciendo constantemente más y más eficientes en su trabajo, y la bendición de Dios, manifestada en la prosperidad de la obra, testificará de que son verdaderamente colaboradores de Cristo. Pero por mucho que uno progrese en la vida espiritual, nunca llegará al punto en que no necesite escudriñar diligentemente las Escrituras; porque en ellas se hallan las evidencias de nuestra fe. Todos los puntos de doctrina, aun cuando hayan sido aceptados como verdad, deben ser sometidos a la ley y al testimonio; si no pueden resistir esta prueba, “es porque no les ha amanecido.” Isaías 8:20. 2JT 219.1

El gran plan de la redención, como está revelado en la obra final de estos últimos días, debe recibir estricto examen. Las escenas relacionadas con el santuario celestial deben hacer tal impresión en la mente y el corazón de todos, que puedan impresionar a otros. Todos necesitan llegar a ser más inteligentes respecto de la obra de la expiación que se está realizando en el santuario celestial. Cuando se vea y comprenda esa gran verdad, los que la sostienen trabajarán en armonía con Cristo para preparar un pueblo que subsista en el gran día de Dios, y sus esfuerzos tendrán éxito. 2JT 219.2

Por el estudio, la contemplación y la oración, los hijos de Dios serán elevados sobre los pensamientos y sentimientos comunes y terrenales, y serán puestos en armonía con Cristo y su gran obra de purificar el santuario celestial de los pecados del pueblo. Su fe le acompañará en el santuario, y en la tierra los adoradores estarán revisando cuidadosamente su vida, comparando su carácter con la gran norma de justicia. Verán sus propios defectos; y verán también que deben recibir la ayuda del Espíritu de Dios a fin de quedar preparados para la grande y solemne obra que en este tiempo se impone a los embajadores de Dios. 2JT 220.1

Cristo dijo: “Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.” Juan 6:53-57. ¿Cuántos de los que están trabajando en palabra y en doctrina están comiendo la carne de Cristo y bebiendo su sangre? ¿Cuántos pueden comprender este misterio? El Salvador mismo explica este asunto: “El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras que yo os he hablado, son espíritu, y son vida.” Vers. 63. La Palabra de Dios debe estar entretejida con el carácter vivo de los que la creen. La única fe vital es la que recibe y asimila la verdad hasta que es parte del ser y el poder motor de la vida y la acción. Jesús es llamado el Verbo de Dios. Aceptó la ley de su Padre, desarrolló sus principios en su vida, manifestó su espíritu y demostró su poder benéfico en el corazón. Dice Juan: “Y aquel Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” Juan 1:14. Los que siguen a Cristo deben participar de su experiencia. Deben asimilar la Palabra de Dios. Deben ser cambiados a su semejanza por el poder de Cristo y reflejar los atributos divinos. Deben comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios, o no hay vida en ellos. El espíritu y la obra de Cristo deben llegar a ser el espíritu y la obra de sus discípulos. 2JT 220.2