Testimonios para la Iglesia, Tomo 7

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Un evangelio para los pobres

La pobreza de la gente a quienes somos enviados no debe impedirnos que trabajemos en favor de ellos. Cristo vino a esta tierra para andar y obrar entre los pobres y sufrientes. Ellos recibieron su atención en mayor medida. Y hoy, en la persona de sus hijos, él visita a los pobres y menesterosos, disipando la desgracia y aliviando el sufrimiento. 7TPI 215.1

Suprímase el sufrimiento y la necesidad, y no tendríamos modo de comprender la misericordia y el amor de Dios, ni una forma de conocer al Padre celestial, lleno de compasión y simpatía. Nunca ostenta el Evangelio un aspecto más hermoso que cuando se lo predica en las regiones más necesitadas y destituidas. Es entonces cuando su luz brilla con el resplandor más claro y la mayor intensidad. La verdad de la Palabra de Dios penetra en la choza del campesino; los rayos del sol de justicia alumbran la cabaña tosca de los pobres, trayendo alegría a los enfermos y sufrientes. Los ángeles de Dios están presentes, y la sencilla fe que se demuestra transforma el pedazo de pan y el vaso de agua en un banquete. El Salvador que perdona los pecados les da la bienvenida a los pobres e ignorantes, y les da a comer del pan que desciende del cielo. Beben el agua de la vida. Por medio de la fe y el perdón, los despreciados y abandonados son elevados a la dignidad de, hijos e hijas de Dios. Habiendo sido levantados por encima de este mundo, se sientan en los lugares celestiales en Cristo. Pueden no poseer tesoros terrenales, pero han hallado la Perla de gran precio. 7TPI 215.2