Testimonios para la Iglesia, Tomo 2

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Número 16—Testimonio para la iglesia

El objeto de los testimonios personales

Queridos hermanos y hermanas,

El Señor se me ha manifestado de nuevo. El 12 de junio de 1868, mientras hablaba a los hermanos en el salón de cultos de Battle Creek, Míchigan, el Espíritu de Dios descendió sobre mí y al instante siguiente me hallaba en visión. La visión fue muy extensa. Había comenzado a escribir el quinto tomo de Spiritual Gifs (Dones espirituales); pero como tenía algunos testimonios de naturaleza práctica que ustedes debían recibir inmediatamente, dejé ese trabajo para preparar este folleto. 2TPI 102.1

En esta última visión se me mostró algo que justifica plenamente mi actitud al publicar testimonios personales. Cuando el Señor destaca algunos casos individuales y define sus errores, otros, que no han sido incluidos en las visiones, con frecuencia dan por sentado que están bien o casi bien. Si a alguien se lo reprende por un error en especial, los hermanos y las hermanas deberían examinarse cuidadosamente a sí mismos para ver por dónde han fallado, y si han sido culpables del mismo pecado. Deberían manifestar un espíritu de humilde confesión. Si algunos creen que están bien, eso no garantiza que lo estén. Dios mira el corazón. De este modo somete a prueba a las almas. Al reprender los errores de uno, trata de corregir a muchos, pero si no aplican la reprensión a sí mismos, y se conforman con la idea de que Dios pasa por alto sus errores porque no los señala especialmente, engañan sus propias almas y quedarán encerrados en tinieblas, abandonados a sus propios caminos, para seguir las imaginaciones de sus corazones. 2TPI 102.2

Muchos están engañando a sus propias almas, y están sumamente equivocados con respecto a su verdadera condición delante de Dios. El emplea los mejores procedimientos y maneras para cumplir sus propósitos, y para poner en evidencia qué hay en los corazones de sus profesos seguidores. Presenta los errores de algunos para que de ese modo otros sean advertidos, teman y se aparten de sus propios errores. Al examinarse a sí mismos descubrirán que están haciendo las mismas cosas que Dios condena en otros. Si realmente desean servir a Dios y temen ofenderlo, no esperarán a que sus pecados sean señalados antes de confesarlos para volver a Dios con humilde arrepentimiento. Abandonarán las cosas que desagradan a Dios de acuerdo con la luz que se les ha concedido a otros. Si por lo contrario los que no están bien se dan cuenta de que son culpables de los mismos pecados objeto de la reprensión de otros, no obstante lo cual continúan con su conducta no consagrada porque no han sido nombrados definidamente, ponen en peligro sus propias almas, y serán llevados cautivos a voluntad de Satanás. 2TPI 103.1

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