Primeros Escritos

51/79

La conversión de Saulo

Mientras Saulo viajaba hacia Damasco, llevando cartas que le autorizaban a apresar hombres y mujeres que predicasen a Jesús, para llevarlos atados a Jerusalén, había en derredor de él ángeles malos llenos de regocijo. Pero de repente una luz del cielo brilló en derredor de él, ahuyentó a los malos ángeles y le hizo caer prestamente al suelo. Oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Saulo preguntó: “¿Quién eres, Señor?” Y el Señor dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.” Y Saulo, temblando y asombrado dijo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Y el Señor dijo: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.” PE 200.1

Los hombres que le acompañaban se quedaron atónitos, oyendo una voz, pero no viendo a nadie. Cuando la luz se disipó y Saulo se levantó del suelo y abrió los ojos, se encontró totalmente privado de la vista. La gloria de la luz celestial le había enceguecido. Se le condujo de la mano hasta Damasco, y estuvo tres días sin ver, sin comer ni beber. El Señor había enviado su ángel a uno de los hombres a quienes Saulo esperaba llevar cautivos y le reveló en visión que debía ir a la calle llamada Derecha, para buscar “en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista.” PE 200.2

Temió Ananías que hubiese algún error en todo esto, y así empezó a relatar al Señor cuanto de Saulo había oído decir. Pero el Señor respondióle: “Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.” Ananías siguió las indicaciones del Señor y entró en la casa, y poniendo las manos sobre el hombre designado, dijo: “Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.” PE 200.3

Inmediatamente recobró Saulo la vista, levantóse y fué bautizado. Después enseñó en la sinagoga que Jesús era verdaderamente el Hijo de Dios. Cuantos le oían estaban atónitos y preguntaban: “¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes?” Pero Saulo se esforzaba tanto más, y confundía a los judíos, que volvieron a estar turbados. Todos conocían la oposición anterior de Saulo contra Jesús y su celo en perseguir y entregar a la muerte a cuantos creían en su nombre; por esto, su milagrosa conversión convenció a muchos de que Jesús era el Hijo de Dios. Saulo refería sus experiencias con el poder del Espíritu Santo. Había estado persiguiendo a muerte a los cristianos, hombres y mujeres, a quienes prendía y encarcelaba, cuando en el camino a Damasco le rodeó súbitamente una esplendorosa luz del cielo y Jesús se le apareció revelándole que era el Hijo de Dios. PE 201.1

Las valientes predicaciones de Saulo ejercieron grandísima influencia. Conocía las Escrituras, y después de su conversión, vió brillar una luz divina sobre las profecías concernientes a Jesús, lo cual le habilitó para presentar clara y osadamente la verdad y corregir cualquier perversión de las Escrituras. Como el Espíritu de Dios descansaba sobre él, presentaba con claridad y fuerza a sus oyentes las profecías hasta el tiempo del primer advenimiento de Cristo y les mostraba que se habían cumplido las Escrituras que se referían a sus sufrimientos, muerte y resurrección. PE 201.2