Primeros Escritos

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La muerte de Esteban

El número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén, y muchos de los sacerdotes obedecían a la fe. Esteban, lleno de fe, realizaba grandes prodigios y milagros entre el pueblo. Los dirigentes judíos fueron movidos a mayor ira cuando vieron que había sacerdotes entre los que se apartaban de sus tradiciones, así como de los sacrificios y ofrendas, y aceptaban a Jesús como el gran sacrificio. Con poder de lo alto, Esteban reprendía a los sacerdotes y ancianos incrédulos, y ensalzaba a Jesús delante de ellos. No podían resistir la sabiduría y el poder con que él hablaba, y al comprobar que no podían prevalecer contra él, sobornaron a hombres que jurasen falsamente que le habían oído pronunciar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. Excitaron al pueblo y, apresando a Esteban, mediante falsos testigos, le acusaron de hablar contra el templo y la ley. Testificaron que le habían oído decir que Jesús de Nazaret destruiría las costumbres que Moisés les había dado. PE 197.1

Mientras Esteban estaba de pie delante de sus jueces, la luz de la gloria de Dios descansó sobre su rostro. “Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.” Cuando se le pidió que contestase las acusaciones presentadas contra él, comenzó con Moisés y los profetas, recapituló la historia de los hijos de Israel y el trato de Dios con ellos, y demostró cómo Cristo había sido predicho en las profecías. Se refirió a la historia del templo y declaró que Dios no mora en templos hechos por manos humanas. Los judíos adoraban al templo y se llenaban de mayor indignación por cualquier cosa dicha contra aquel edificio que si hubiese sido pronunciada contra Dios. Cuando Esteban habló de Cristo y se refirió al templo, vió que el pueblo rechazaba sus palabras; y lo reprendió intrépidamente: “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo.” Mientras observaban los ritos exteriores de su religión, sus corazones estaban corruptos y llenos de mortífero mal. Se refirió a la crueldad de sus padres al perseguir a los profetas, y declaró que aquellos a quienes se dirigía habían cometido un pecado mayor al rechazar y crucificar a Cristo. “¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores.” PE 197.2

Mientras estas palabras claras y cortantes eran pronunciadas, los sacerdotes y gobernantes se enfurecieron, y se precipitaron contra Esteban, crujiendo los dientes. Mas él, estando “lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vió la gloria de Dios,” y dijo: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.” El pueblo no quiso oírle. “Dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon.” Y él se arrodilló y clamó con voz fuerte: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado.” PE 198.1

Vi que Esteban era un poderoso hombre de Dios, especialmente suscitado para ocupar un lugar importante en la iglesia. Satanás se regocijó por su muerte; porque sabía que los discípulos iban a sentir muchísimo su pérdida. Pero el triunfo de Satanás fué corto; porque en aquella compañía, presenciando la muerte de Esteban, estaba alguien a quien Jesús iba a revelarse. Saulo no tomó parte en el apedreamiento de Esteban, pero consintió en su muerte. Era celoso en la persecución de la iglesia de Dios, a cuyos miembros buscaba y apresaba en sus casas, para entregarlos a aquellos que querían matarlos. Saulo era hombre de capacidad y educación; su celo y saber le hacían merecedor de alta estima de parte de los judíos, mientras que era temido por muchos de los discípulos de Cristo. Sus talentos eran empleados eficazmente por Satanás para llevar adelante su rebelión contra el Hijo de Dios, y contra los que creían en él. Pero Dios puede quebrantar el poder del gran adversario, y librar a los que son llevados cautivos por él. Cristo había elegido a Saulo como “instrumento escogido,” que predicase su nombre, fortaleciese a sus discípulos en su obra, y lograse más que ocupar el lugar de Esteban. PE 198.2