Obreros Evangélicos

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La fidelidad

El carácter de muchos de los que profesan la piedad es imperfecto y desparejo. Ellos demuestran que como alumnos de la escuela de Cristo han aprendido muy imperfectamente sus lecciones. Algunos, que han aprendido a imitar a Cristo en mansedumbre, no manifiestan su diligencia en hacer lo bueno. Otros son activos y celosos, pero son jactanciosos; nunca aprendieron a ser humildes. Hay aun otros que dejan a Cristo fuera de su trabajo. Pueden tener modales agradables; tal vez demuestren simpatía para con sus semejantes; pero sus corazones no se concentran en el Salvador, ni han aprendido el lenguaje del cielo. No oran como oraba Cristo; no estiman las almas como él las estimaba; no han aprendido a soportar las penurias en sus esfuerzos por salvar almas. Algunos, sabiendo poco del poder transformador de la gracia, se vuelven egotistas, criticones, duros. Otros son plásticos y complacientes, y se inclinan a uno y otro lado para agradar a sus semejantes. OE 151.3

Por muy celosamente que se defienda la verdad, si la vida diaria no testifica de su poder santificador, de nada valdrán las palabras dichas. Un curso de acción inconsecuente endurece el corazón, empequeñece la mente del obrero, y pone piedras de tropiezo en el camino de aquellos por quienes trabaja. OE 152.1