Obreros Evangélicos

67/234

La vida diaria

El predicador debe estar libre de toda perplejidad temporal innecesaria, para poder entregarse por completo a su vocación sagrada. Debe dedicar mucho tiempo a la oración, y disciplinarse según la voluntad de Dios, a fin de que su vida ponga de manifiesto los frutos del dominio propio. Su lenguaje debe ser correcto; sin que salgan de sus labios frases chabacanas ni expresiones bajas. Su indumentaria debe estar en armonía con el carácter de la obra que hace. Esfuércense los predicadores y maestros por alcanzar la norma fijada en las Escrituras. No descuiden las cosas pequeñas, que a menudo no se consideran importantes. La negligencia en las cosas pequeñas induce a descuidar las responsabilidades mayores. OE 152.2