La Historia de la Redención

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El resultado del descuido de Elí

Cuando Elí era sumo sacerdote elevó a sus hijos a la dignidad sacerdotal. Sólo Elí tenía permiso para entrar en el lugar santísimo una vez al año. Sus hijos ministraban junto a la puerta del tabernáculo y oficiaban en relación con las ofrendas de animales y en el altar de los sacrificios. Continuamente abusaban de su cargo sagrado. Eran egoístas, codiciosos, glotones y libertinos. Dios reprobó a Elí por su culpable negligencia con respecto a la disciplina familiar. Elí reprendía a sus hijos pero no los mantenía en sujeción. Después de ubicarlos en el sagrado cargo del sacerdocio, Elí oyó hablar de la conducta de ellos, de cómo defraudaban a los hijos de Israel en sus ofrendas, de sus audaces transgresiones de la ley de Dios y de su conducta violenta que indujo a pecar a Israel. HR 188.3

El Señor dio a conocer al niño Samuel los juicios que lanzaría sobre la casa de Elí a causa de la negligencia de éste. “Y Jehová dijo a Samuel: He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos oídos. Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado. Por tanto, yo he jurado a la casa de Elí que la iniquidad de la casa de Elí no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas”. HR 189.1

Las transgresiones de los hijos de Elí eran tan audaces, tan insultantes para un Dios santo, que no había sacrificio que pudiera expiar esas violaciones voluntarias de su ley. Esos sacerdotes pecadores profanaban los sacrificios que representaban al Hijo de Dios. Y mediante su conducta blasfema pisoteaban la sangre de la expiación, de la cual provenía la virtud de todos los sacrificios. HR 189.2

Samuel transmitió a Elí las palabras del Señor; “entonces él dijo: Jehová es; haga lo que bien le pareciere”. Elí sabía que Dios había sido deshonrado, y se sentía pecador. Admitió que Dios estaba castigando su negligencia culpable. Dio a conocer a todo Israel la palabra del Señor transmitida por medio de Samuel. Al hacerlo creyó corregir en cierta medida su pasada negligencia pecaminosa. El mal pronunciado contra el sacerdote no demoró en producirse. HR 189.3

Los israelitas guerrearon contra los filisteos y fueron vencidos, y cuatro mil de entre ellos murieron. Los hebreos estaban atemorizados. Sabían que si otras naciones llegaban a oír algo acerca de su derrota, se sentirían animadas a hacerles la guerra también. Los ancianos de Israel llegaron a la conclusión de que su fracaso se debía a que el arca de Dios no estaba con ellos. Enviaron gente a Silo para que buscara el arca del pacto. Se acordaron del cruce del Jordán y de la fácil victoria obtenida sobre Jericó cuando llevaban el arca, y decidieron que todo lo que necesitaban era tenerla entre ellos, y que de ese modo triunfarían sobre sus enemigos. No se dieron cuenta de que su fortaleza dependía de su obediencia a la ley que estaba dentro del arca, que era una manifestación de Dios mismo. Los indignos sacerdotes, es a saber, Ofni y Finees, estaban junto al arca sagrada, violando de ese modo la ley de Dios. Estos pecadores llevaron el arca al campamento de Israel. La confianza de los guerreros se restableció, y se sintieron seguros del éxito. HR 190.1