La Historia de la Redención

90/232

Capítulo 24—El Arca de Dios y las vicisitudes de Israel

Este capítulo está basado en 1 Samuel 3-6; 2 Samuel 6; 1 Reyes 8.

El arca de Dios era un cofre sagrado, confeccionado para contener los Diez Mandamientos, que eran una manifestación de Dios mismo. Se consideraba que esta arca era la gloria y la fortaleza de Israel. La señal de la presencia divina se manifestaba sobre ella de día y de noche. Los sacerdotes que servían delante de ella eran dedicados a su santo oficio mediante ritos sagrados. Usaban un pectoral adornado con piedras preciosas de diferentes materiales, los mismos que constituyen los doce fundamentos de la ciudad de Dios. Sobre el pectoral se encontraban los nombres de las doce tribus de Israel, grabados en piedras preciosas engarzadas con oro. Era una prenda muy rica y hermosa, suspendida de los hombros de los sacerdotes, y que les cubría el pecho. HR 187.1

A la derecha y a la izquierda del pectoral se veían dos piedras más grandes, que brillaban con mucho resplandor. Cuando los jueces tenían que tratar asuntos difíciles, que no podían decidir por sí mismos, se los enviaba a los sacerdotes, quienes consultaban a Dios y el Señor respondía. Si su veredicto era favorable, y si quería concederles buen éxito, un halo de luz y gloria reposaba especialmente sobre la piedra preciosa ubicada a la derecha. Si en cambio desaprobaba el asunto, una especie de vapor o nube parecía cubrir la piedra preciosa de la izquierda. Cuando consultaban a Dios con respecto a una batalla, si la piedra preciosa de la derecha quedaba envuelta en luz, quería decir: “Vayan, y sean prosperados”. Si en cambio la piedra de la izquierda se envolvía en una nube, quería decir: “No vayan, no van a prosperar”. HR 187.2

Cuando el sumo sacerdote entraba en el lugar santísimo una vez al año, para ejercer su ministerio delante del arca en la abrumadora presencia de Dios, consultaba al Señor, y éste a menudo respondía con voz audible. Cuando no lo hacía de viva voz, los sagrados rayos de su gloria descansaban sobre el querubín que se encontraba al lado derecho del arca, en señal de aprobación o favor. Si rechazaba el requerimiento, una nube envolvía al querubín de la izquierda. HR 188.1

Cuatro ángeles del cielo acompañaban siempre el arca de Dios en todas sus peregrinaciones, para protegerla de cualquier peligro y para cumplir toda misión que se les requiriera en relación con ella. Jesús, el Hijo de Dios, seguido por los ángeles celestiales, iba delante del arca cuando ésta se aproximaba al Jordán; las aguas se dividieron delante de su presencia. Cristo y los ángeles permanecieron junto al arca y los sacerdotes en el lecho del río hasta que todo Israel cruzó el Jordán. Cristo y los ángeles acompañaron al arca cuando ésta giraba en torno de Jericó, y finalmente derribaron sus macizos muros y entregaron la ciudad en manos de Israel. HR 188.2