La Historia de la Redención

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Moisés cede ante la impaciencia

“Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir agua de esta peña? Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias. Y Jehová dijo a Moisés y Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado”. HR 169.1

En esto Moisés pecó. Se cansó de las constantes quejas de la gente contra él y los mandamientos de Dios, tomó la vara, y en lugar de hablar a la roca como Dios había mandado, la golpeó dos veces diciendo: “¿Os hemos de hacer salir agua de esta peña?” En esto habló precipitadamente con sus labios. No dijo: “Dios les va a dar ahora una nueva evidencia de su poder al sacar agua de esta roca”. No adjudicó el poder y la gloria a Dios por el agua que salió de la peña, y por eso mismo no lo glorificó delante de la gente. Por causa de esta falla de Moisés, Dios no le permitió que condujera al pueblo a la tierra prometida. HR 169.2

La necesidad de la manifestación del poder de Dios invistió de gran solemnidad esa ocasión, y Moisés y Aarón debieran haberla aprovechado para causar una impresión favorable sobre el pueblo. Pero Moisés estaba excitado, impaciente y enojado con la gente, por causa de sus quejas, y dijo: “¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?” Al expresarse de esa manera admitió virtualmente que la queja de Israel era correcta cuando le adjudicaban a él la salida del pueblo de Dios de Egipto. El Señor había perdonado a la gente transgresiones mayores que este error de Moisés, pero no podía considerar el pecado de un dirigente del pueblo como si fuera el de uno de sus dirigidos. No podía excusar el pecado de Moisés y permitirle entrar en la tierra prometida. HR 170.1

Jehová dio aquí a su pueblo una prueba irrefutable de que quien había producido esa maravillosa liberación y los había sacado de la esclavitud de Egipto era el Angel poderoso, y no Moisés, y que ese Angel era el que iba delante de ellos en todas sus peregrinaciones, y acerca del cual había dicho: “He aquí yo envío mi ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado. Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él”. Éxodo 23:20, 21. HR 170.2

Moisés se adjudicó la gloria que pertenecía a Dios, y obligó al Señor a hacer algo en este caso que convenciera para siempre al rebelde Israel que no era Moisés quien los había sacado de Egipto, sino Dios mismo. El Altísimo había encargado a Moisés la dirección de su pueblo, mientras el poderoso Angel iba delante de ellos en todas sus jornadas y los conducía en todas sus peregrinaciones. Puesto que estaban tan inclinados a olvidar que el Señor los conducía por medio de su Angel, y a acreditar al hombre lo que solamente podía llevar a cabo el poder de Dios, los había probado para ver si le obedecerían o no. Pero cada vez que los sometió a prueba fracasaron. En lugar de crecer y reconocer que el Señor les había señalado senderos con evidencias de su poder y con señales concluyentes de su cuidado y su amor, desconfiaron del Altísimo y adjudicaron a Moisés su salida de Egipto, acusándolo de ser la causa de todos sus desastres. Moisés había soportado su testarudez con notable paciencia. En una ocasión incluso amenazaron apedrearlo. HR 170.3