La Historia de la Redención

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Un duro castigo

Jehová iba a borrar para siempre esta impresión de sus mentes al prohibir a Moisés que entrara en la tierra prometida. Dios había honrado mucho a Moisés. Le había revelado su inmensa gloria. Lo había puesto en sagrada proximidad con él en el monte, y había condescendido a conversar con él como un hombre que habla con su amigo. Había comunicado a Moisés, y por su intermedio al pueblo, su voluntad, sus estatutos y leyes. El hecho de que fuera exaltado y honrado por Dios de esa manera le dio a su error una enorme magnitud. Moisés se arrepintió de ese error y se humilló profundamente delante de Dios. Expuso ante todo Israel el pesar que sentía por su pecado. No podía ocultar las consecuencias de su falta, y por eso les dijo que por no dar gloria a Dios no podía conducirlos a la tierra prometida. Entonces les preguntó que si un error de su parte era tan grande que merecía semejante corrección por parte de Dios, cómo consideraría el Señor sus constantes quejas al acusarlo a él (a Moisés) de las inusuales sanciones del Señor por causa de sus pecados. HR 171.1

En este caso particular Moisés había permitido que el pueblo albergara la impresión de que él había sacado agua de la roca, cuando debiera haber dado gloria al nombre del Señor ante su pueblo. Dios iba a zanjar entonces el asunto con su pueblo manifestando que Moisés era solamente un hombre, que seguía la dirección de Alguien más poderoso que él, es a saber, el Hijo de Dios. En este sentido los iba a dejar sin duda alguna. Cuando se da mucho, se requiere mucho. Moisés había sido sumamente favorecido con visiones especiales de la majestad de Dios. Se le había impartido en suma abundancia la luz y la gloria del Señor. Su rostro había reflejado sobre el pueblo la gloria que el Altísimo había permitido que resplandeciera sobre él. Todos serán juzgados de acuerdo con los privilegios que hayan tenido, y la luz y los beneficios que hayan recibido. HR 172.1

Los pecados de hombres buenos, cuyo comportamiento general ha sido digno de imitación, resultan especialmente ofensivos para Dios. Permiten que Satanás triunfe, que perturbe a los ángeles de Dios con los fracasos de sus instrumentos elegidos, y da a los impíos ocasión de manifestar arrogancia delante de Dios. El Señor mismo había guiado a Moisés de una manera especial, y le había revelado su gloria como no lo había hecho con nadie sobre la tierra. Era naturalmente impaciente, pero se había aferrado firmemente de la gracia de Dios y había implorado con humildad sabiduría del cielo para ser fortalecido por el Señor y vencer así su impaciencia, al punto que Dios se refirió a él diciendo que era el hombre más manso que podría encontrarse sobre la faz de toda la tierra. HR 172.2

Aarón falleció en el monte Hor, porque el Señor había dicho que no entraría en la tierra prometida, porque como Moisés había pecado cuando salió agua de la roca en Meriba. Moisés y los hijos de Aarón lo sepultaron en el monte, para que la gente no cediera a la tentación de llevar a cabo una gran ceremonia en torno de su cuerpo, y cayera así en el pecado de la idolatría. HR 173.1