La Historia de la Redención

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Juicios y estatutos

Este escribió esos juicios y estatutos procedentes de los labios de Dios mientras se encontraba con él en el monte. Si el pueblo de Dios hubiera obedecido los principios contenidos en los Diez Mandamientos, no habría habido necesidad de las indicaciones definidas dadas a Moisés, que él escribió en un libro, con relación a su deber hacia Dios y hacia sus semejantes. Las indicaciones difinidas que el Señor le dio a Moisés con respecto al deber de su pueblo hacia sus semejantes y al extranjero, son los principios de los Diez Mandamientos simplificados, y presentados en forma definida para que no pudieran caer en error. HR 152.1

El Señor instruyó a Moisés claramente con respecto a los sacrificios ceremoniales que debían terminar con la muerte de Cristo. El sistema de sacrificios preanunciaba la ofrenda de Cristo como Cordero sin mancha. HR 152.2

El Altísimo estableció primeramente el sistema de ofrendas y sacrificios con Adán después de su caída; éste los enseñó a sus descendientes. Este sistema se corrompió antes del diluvio por causa de los que se separaron de los fieles seguidores del Señor y se dedicaron a la construcción de la torre de Babel. Ofrecieron sacrificios a los dioses que ellos mismos se hicieron en lugar de ofrecérselos al Dios del cielo. Lo hicieron no porque tuvieran fe en el Redentor venidero, sino porque creían que podrían agradar a sus dioses al ofrecer una gran cantidad de animales sobre sus altares contaminados e idolátricos. Su superstición los indujo a caer en enormes extravagancias. Enseñaban a la gente que mientras más valiosos fueran los sacrificios que ofrecía, mayor placer proporcionarían a sus ídolos, y mayores serían también la prosperidad y las riquezas de la nación. Por esa razón a menudo se ofrecían sacrificios humanos a esos dioses inertes. Esas naciones tenían leyes y reglamentos sumamente crueles para controlar las acciones de la gente. Esas leyes fueron promulgadas por hombres cuyos corazones no habían sido suavizados por la gracia; y aunque podían condonar el más degradante de los crímenes, una pequeña ofensa los inducía a castigarla con el más cruel de los castigos. HR 152.3

Moisés tenía presente esto cuando dijo a Israel: “Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es ésta. Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?” Deuteronomio 4:5-8. HR 153.1