La Historia de la Redención

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Preparación especial para dirigir

Hubo ángeles que instruyeron a Moisés en el sentido de que Dios lo había elegido para librar a los hijos de Israel. A los dirigentes del pueblo de Dios también se les informó por medio de los ángeles que el momento de su liberación se estaba acercando y que Moisés era el hombre que Dios usaría para llevar a cabo esa tarea. Este creyó que los hijos de Israel serían librados por medio de una guerra, y que él se pondría al frente de la hueste hebrea para dirigir la batalla contra los ejércitos de Egipto y librar a sus hermanos del yugo de opresión. Al tener esto en vista Moisés dominaba sus afectos para que no lo ligaran demasiado a su madre adoptiva y a Faraón, no fuera que estos sentimientos le impidieran hacer la voluntad de Dios. HR 111.2

El Señor preservó a Moisés del daño que podrían haberle causado las influencias corruptoras que lo rodeaban. Los principios de verdad recibidos en su infancia por parte de sus padres piadosos nunca cayeron en el olvido. Y cuando más necesitaba de protección de las influencias corruptoras de la vida de la corte, las lecciones de su infancia rindieron su fruto. El temor de Dios estaba siempre delante de él. Y tan grande era el amor por sus hermanos, y su respeto por la fe hebrea, que nunca ocultó su parentesco ni siquiera por el honor de ser considerado heredero de la familia real. HR 111.3

Cuando ya tenía cuarenta años, “salió a sus hermanos y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. Entonces miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. Al día siguiente salió y vio a dos hebreos que reñían; entonces dijo al que maltrataba al otro: ¿Por qué golpeas a tu prójimo? Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto. Oyendo Faraón acerca de este hecho procuró matar a Moisés; pero Moisés huyó de delante de Faraón y habitó en la tierra de Madián”. El Señor dirigió su camino, y encontró hogar en casa de Jetro, un hombre que adoraba a Dios. Era pastor, y también sacerdote de Madián. Sus hijas pastoreaban su ganado. Pero muy pronto las manadas de Jetro quedaron a cargo de Moisés, quien se casó con una de las hijas de éste, y permaneció en Madián durante cuarenta años. HR 112.1

Moisés se precipitó al matar al egipcio. Suponía que el pueblo de Israel entendía que él había sido suscitado por la especial providencia de Dios para librarlo. Pero el Señor no intentaba librar a los hijos de Israel mediante el arte de la guerra, según creía Moisés, sino mediante su propio poder, para que la gloria fuera solamente suya. Dios usó, sin embargo, la acción de Moisés al dar muerte al egipcio para cumplir su propósito. En su providencia el Señor lo puso en el seno de la familia real de Egipto donde recibió una educación cabal; no obstante, no estaba preparado todavía para que Dios le confiara la gran tarea para la cual lo había llamado. No podía dejar abruptamente la corte del rey ni las comodidades que se le habían otorgado como nieto del monarca para llevar a cabo la tarea especial que el Señor le había asignado. Debía tener oportunidad de adquirir experiencia en la escuela de la adversidad y de la pobreza, y ser educado en ella. Mientras vivía en el exilio el Señor envió a sus ángeles para que lo instruyeran especialmente con respecto al futuro. Allí aprendió más plenamente las grandes lecciones del dominio propio y la humildad. Pastoreó las manadas de Jetro, y mientras llevaba a cabo sus humildes deberes como pastor, el Señor lo estaba preparando para que se convirtiera en el pastor espiritual de sus ovejas, es a saber, el pueblo de Israel. HR 112.2

Mientras Moisés conducía su manada por el desierto y se aproximaba al monte de Dios, es decir, a Horeb, “se le apareció el ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza”. “Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, que fluye leche y miel... ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel”. HR 113.1

Había llegado el momento cuando Dios trocaría el báculo del pastor por la vara de Dios, a la cual haría poderosa para el cumplimiento de señales y maravillas, para librar a su pueblo de la opresión y para preservarlos cuando fuesen perseguidos por sus enemigos. HR 113.2

Moisés aceptó llevar a cabo la misión. Primero visitó a su suegro con el fin de obtener su consentimiento para regresar con su familia a Egipto. No se atrevió a compartir con Jetro el mensaje que tenía para Faraón, por temor a que no estuviera dispuesto a permitir que su esposa y sus hijos lo acompañaran en una misión tan peligrosa. El Señor lo fortaleció y disipó sus temores al decirle: “Ve y vuélvete a Egipto, porque han muerto todos los que procuraban tu muerte”. HR 114.1