La Historia de la Redención

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Capítulo 44—La gran apostasía

Cuando Jesús reveló a sus discípulos el destino de Jerusalén y las escenas relativas a su segundo advenimiento, predijo también la experiencia de su pueblo desde el momento cuando se separaría de ellos hasta su regreso con poder y gloria para librarlos. Desde el monte de los Olivos el Salvador contempló la tormenta que estaba por caer sobre la iglesia apostólica y, al penetrar más profundamente en el futuro, su ojo distinguió la fiera y devastadora tempestad que azotaría a sus seguidores en las edades venideras de oscuridad y persecución. En pocas y breves palabras de terrible significado, predijo la porción que los gobernantes de este mundo asignarían a la iglesia de Dios. Los seguidores de Cristo debían transitar la misma senda de humillación, reproche y sufrimiento que había recorrido su Maestro. La enemistad que se había manifestado hacia el Redentor del mundo se manifestaría también contra todos los que creyeran en su nombre. HR 336.1

La historia de la iglesia primitiva da testimonio del cumplimiento de las palabras del Salvador. Los poderes de la tierra y el infierno se coligaron contra Cristo en la persona de sus seguidores. El paganismo previó que si el Evangelio triunfaba, sus templos y altares serían barridos; por lo tanto, reunió sus fuerzas para destruir a la cristiandad. Se encendieron los fuegos de la persecución. Se expropiaron las posesiones de los cristianos y se los arrojó de sus hogares. “Soportaron gran lucha y aflicción”. “Experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles”. Hebreos 11:36. Muchos de ellos sellaron su testimonio con su sangre. Los nobles y los esclavos, los ricos y los pobres, los eruditos y los ignorantes fueron igualmente asesinados sin misericordia. HR 336.2

Vanos fueron los esfuerzos de Satanás para destruir a la iglesia de Cristo por medio de la violencia. El gran conflicto en cuyo transcurso los discípulos de Jesús rindieron sus vidas no cesó porque estos fieles portaestandartes cayeron en sus puestos. Triunfaron por medio de la derrota. Los obreros de Dios fueron asesinados, pero su obra siguió firmemente adelante. El Evangelio se siguió esparciendo, y el número de sus adherentes creció. Llegó a regiones inaccesibles: hasta las águilas de Roma. Un cristiano, que discutía con los gobernantes paganos que fomentaban la persecución, dijo lo siguiente: “Podéis matarnos, torturarnos, condenarnos... Vuestra injusticia es la prueba de que somos inocentes... Vuestra crueldad... no os servirá de nada”. Era una poderosa invitación más para atraer a otros a su fe. “Mientras más a menudo nos aplastáis, más rápidamente crece nuestro número; la sangre de los cristianos es una semilla”. HR 337.1

Miles fueron encarcelados y asesinados; pero otros surgieron para ocupar sus lugares. Y los que sufrieron el martirio por su fe quedaron seguros con Cristo, y él los considera vencedores. Pelearon la buena batalla, y recibirán la corona de gloria cuando Cristo venga. Los sufrimientos que soportaron acercaron a los cristianos los unos a los otros y a su Redentor. El ejemplo de los vivos y el testimonio de los muertos era un constante apoyo de la verdad; y donde menos se lo esperaba los súbditos de Satanás abandonaban su servicio y se alistaban bajo la bandera de Cristo. HR 337.2