La Historia de la Redención

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Los gentiles reciben el Espíritu Santo

Pedro predicó a Jesús frente a ese grupo de atentos oyentes: su vida, su ministerio, sus milagros, su traición, su crucifixión, su resurrección y su ascensión, y su obra en el cielo como Representante y Abogado del hombre, para suplicar en favor del pecador. Mientras el apóstol hablaba, su corazón se llenaba de gozo por la verdad que el Espíritu de Dios le estaba ayudando a presentar a esa gente. Sus oyentes estaban encantados con la doctrina que escuchaban, porque sus corazones habían sido preparados para recibir la verdad. El apóstol fue interrumpido por el descenso del Espíritu Santo que se manifestó como en el día de Pentecostés. “Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días”. HR 302.1

El descenso del Espíritu Santo sobre los gentiles no equivalía al bautismo. Los pasos requeridos en el proceso de la conversión, en todos los casos, son fe, arrepentimiento y bautismo. Por eso la verdadera iglesia cristiana está unida; tiene un Señor, una fe y un bautismo. Los diversos temperamentos se modifican por virtud de la gracia santificante, y los mismos principios distintivos regulan la vida de todos. Pedro accedió a los ruegos de los creyentes gentiles, y permaneció con ellos por un tiempo, para predicar a Jesús a todos los paganos de la comarca. HR 303.1

Cuando los hermanos de Judea se enteraron de que Pedro había predicado a los gentiles, se había encontrado con ellos y había comido con ellos en sus casa, se sintieron sorprendidos y ofendidos por esas extrañas actitudes de su parte. Temían que tal conducta, que les parecía presuntuosa, tendiera a contradecir sus propias enseñanzas. Tan pronto como Pedro se encontró con ellos lo recibieron con una severa censura diciéndole: “¿Por qué has entrado en casas de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” HR 303.2