La Historia de la Redención

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La visita a Cornelio

Cuando Pedro entró en la casa del gentil, Cornelio no lo saludó como si fuera un visitante común, sino como alguien honrado por el cielo y enviado por Dios. Es una costumbre oriental inclinarse delante de los príncipes u otros dignatarios que ocupan una elevada posición, y también que los hijos se inclinen delante de sus padres que han sido honrados con cargos de confianza. Pero Cornelio, abrumado de reverencia por el apóstol que había sido enviado por Dios, cayó a sus pies y lo adoró. HR 300.2

Pedro se apartó horrorizado al ver que el centurión hacía esto, y levantándolo le dijo: “Levántate, pues yo mismo también soy hombre”. Entonces comenzó a conversar con él familiarmente, para eliminar del centurión ese sentimiento de pavor y extrema reverencia que manifestaba hacia él. HR 300.3

Si Pedro hubiera estado investido de la autoridad y la posición que le atribuye la Iglesia Católica, habría animado la veneración de Cornelio en lugar de refrenarla. Los así llamados sucesores de Pedro exigen que los reyes y emperadores se arrodillen a sus pies, mientras Pedro mismo insistió en que sólo era un hombre falible y sujeto a error. HR 300.4

Pedro habló con Cornelio y con los que se hallaban reunidos en su casa con respecto a las costumbres de los judíos; que se consideraba ilegal que se relacionaran socialmente con los gentiles, y que ello implicaba contaminación ceremonial. No estaba prohibido por la ley de Dios, pero la tradición de los hombres había hecho de esto una costumbre imperativa. Dijo entonces: “Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo; por lo cual, al ser llamado, vine sin replicar. Así que pregunto: ¿Por qué causa me habéis hecho venir?” HR 301.1

Acto seguido Cornelio relató su experiencia y las palabras del ángel que se le había aparecido en visión. En conclusión dijo: “Así que luego envié por ti; y tú has hecho bien en venir. Ahora, pues, todos nosotros estamos aquí en la presencia de Dios, para oír todo lo que Dios te ha mandado. Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia”. Aunque Dios había favorecido a los judíos por encima de todas las naciones, si rechazaban la luz y no vivían de acuerdo con su profesión de fe, no serían más estimados por él que otras naciones. Los gentiles que, como Cornelio, temían a Dios y practicaban justicia, y vivían de acuerdo con la luz que tenían, era bondadosamente considerados por Dios, quien aceptaba sus sinceros servicios. HR 301.2

Pero la fe y la justicia de Cornelio no podían ser perfectas sin un conocimiento de Cristo; por eso Dios le envió luz y conocimiento para que desarrollara más aún su carácter recto. Muchos rehúsan recibir la luz que Dios les envía en su providencia, y se excusan para hacerlo citando las palabras de Pedro a Cornelio y a sus amigos: “Sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia”. Sostienen que no importa lo que el hombre crea mientras sus obras sean buenas. Los tales están equivocados; la fe debe concordar con las obras. Deben avanzar de acuerdo con la luz que han recibido. Si Dios los pone en relación con sus siervos que recibieron nuevas verdades, fundadas en la Palabra del Señor, debieran aceptarlas gozosamente. La verdad siempre se dirige hacia adelante y hacia arriba. Por otra parte, los que pretenden que sólo su fe los salva, están confiando en una cuerda de arena, porque la fe se fortalece y se perfecciona únicamente mediante las obras. HR 301.3