La Historia de la Redención

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El centurión

“Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre”. Aunque Cornelio era romano, había llegado a conocer al Dios verdadero, y había renunciado a la idolatría. Era obediente a la voluntad de Dios y lo adoraba con corazón sincero. No se había relacionado con Jesús, pero conocía la ley moral y la obedecía. No había sido circuncidado ni participaba de los sacrificios y las ofrendas; por lo tanto, según los judíos, era impuro. No obstante, apoyaba la causa de los judíos mediante donativos generosos, y era conocido en todo lugar por sus actos de caridad y benevolencia. Su vida recta le dio una buena reputación tantos entre los judíos como entre los gentiles. HR 295.1

Cornelio no comprendía cabalmente la fe de Cristo, aunque creía en las profecías y estaba esperando al Mesías venidero. Mediante su amor y su obediencia a Dios se había acercado a él y estaba preparado para recibir al Salvador cuando se le revelara. La condenación se produce cuando se rechaza la luz que Dios da. El centurión pertenecía a una noble familia y ocupaba un cargo de mucha responsabilidad y honor; pero esas circunstancias no pervirtieron los atributos de su carácter. La verdadera bondad y la grandeza se unían en él para darle una elevada condición moral. Su influencia era benficiosa para todos los que se ponían en contacto con él. HR 295.2

Creía en el Dios único, Creador del cielo y de la tierra. Lo reverenciaba, reconocía su autoridad, y procuraba su consejo en todas las transacciones de su vida. Era fiel a sus deberes hogareños como asimismo a sus responsabilidades oficiales, y había levantado un altar para Dios en su casa. No se atrevía a llevar a cabo sus planes y asumir el peso de sus responsabilidades sin la ayuda de Dios: por eso oraba mucho y con fervor para recibir esa ayuda. La fe caracterizaba todas sus obras, y Dios lo consideraba por la pureza de sus actos, por su generosidad, y se acercó a él en palabra y en espíritu. HR 296.1