La Historia de la Redención

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La huida de Jerusalén

Mientras Pablo, desafiando todas las consecuencias de tal acto, se hallaba orando fervorosamente a Dios en el templo, se le apareció el Salvador en visión para decirle: “Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí”. Aún entonces vaciló Pablo pues no quería dejar Jerusalén sin convencer a los obstinados judíos de la verdad de su fe; creía que aunque sacrificara su vida por causa de la verdad, ni siquiera eso podía cancelar la terrible cuenta que había abierto contra sí mismo por la muerte de Esteban. Respondió: “Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentí en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban”. Pero la respuesta que recibió fue más definida que la declaración anterior: “Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles”. HR 292.2

Cuando los hermanos se enteraron de la visión de Pablo, y del cuidado que Dios manifestaba por él, su ansiedad aumentó. Porque se dieron cuenta de que ciertamente era vaso escogido del Señor para llevar la verdad a los gentiles. Aceleraron sus planes de huir de Jerusalén por temor a que fuera asesinado por los judíos. La partida de Pablo suspendió por un tiempo la violenta oposición de éstos, y la iglesia gozó de un período de descanso, en el cual muchos se añadieron al número de los creyentes. HR 293.1