La Historia de la Redención

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En contacto con la iglesia

La respuesta a la pregunta de Saulo fue: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer”. Jesús puso en contacto con su iglesia al perplejo judío, para que recibiera información acerca de su deber. Cristo llevó a cabo la obra de la revelación y la convicción; y ahora el penitente estaba en condiciones de aprender de aquellos a quienes Dios había ordenado que enseñaran su verdad. De ese modo Jesús sancionó la autoridad de su iglesia organizada, y puso a Saulo en contacto con sus representantes en la tierra. La luz de la iluminación celestial privó de vista a Saulo, pero Jesús, el gran Sanador, no se la restauró inmediatamente. Todas las bendiciones proceden de Cristo, pero él ha establecido ahora una iglesia que es su representante en la tierra, y a ella le corresponde la obra de conducir al pecador arrepentido por el camino de la vida. Los mismos hombres a quienes Saulo se había resuelto destruir, iban a ser sus instructores en la religión que había despreciado y perseguido. HR 283.3

La fe de Saulo fue tremendamente probada durante los tres días de ayuno y oración que pasó en la casa de Judas en Damasco. Estaba totalmente ciego, y completamente a oscuras en cuanto a lo que se esperaba de él. Se le había indicado que fuera a Damasco, donde se le diría qué debía hacer. En su incertidumbre y su angustia clamó fervientemente a Dios. “Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista”. HR 284.1

Ananías apenas podía dar crédito a las palabras del ángel mensajero, porque las noticias de la terrible persecución a que Saulo había sometido a los santos de Jerusalén se había diseminado por los lugares lejanos y distantes. Pretendió discutir y dijo: “Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aún aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre”. Pero la orden que se dio a Ananías era imperativa: “Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel”. HR 284.2

El discípulo, obediente a la indicación del ángel, buscó al hombre que hasta poco tiempo antes había respirado amenazas contra todos los que creían en el nombre de Jesús. Se dirigió a él de este modo: “Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado”. HR 285.1

Cristo nos da aquí un ejemplo de cómo obra para la salvación de los hombres. Podría haber hecho todo esto directamente en favor de Saulo; pero eso no estaba de acuerdo con su plan. Sus bendiciones debían impartirse por medio de los instrumentos ordenados por él. Saulo tenía algo que hacer con respecto a la confesión que debía presentar a aquellos cuya destrucción había planeado; y Dios quería que los hombres a quienes había autorizado para que obraran en su lugar, llevaran a cabo esa obra con responsabilidad. HR 285.2

Saulo se convirtió en un alumno de los discípulos. A la luz de la ley comprendió que era pecador. Vio que Jesús, a quien en su ignorancia había considerado impostor, era el Autor y el Fundamento de la religión del pueblo de Dios desde los días de Adán, y el Consumador de la fe que ahora iluminaba su visión con tanta claridad; vio además que era el vindicador de la verdad y el cumplimiento de las profecías. El había creído que Jesús anulaba la ley de Dios; pero cuando el dedo del Altísimo tocó su visión espiritual, se dio cuenta de que él era el originador de todo el sistema de sacrificios de los judíos; que había venido al mundo con el expreso propósito de vindicar la ley de su Padre; y que con su muerte los símbolos de la ley se habían encontrado con la realidad. A la luz de la ley moral, que él creía guardar celosamente, Saulo se vio como pecador de pecadores. HR 285.3