La Historia de la Redención

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La visión de Cristo

Todo quedó transformado en una tremenda confusión. Los compañeros de Saulo estaban presas del terror y casi enceguecidos por la intensidad de la luz. Oyeron la voz pero no vieron a nadie y lo que siguió les resultó ininteligible y misterioso. Pero Saulo, que yacía postrado en tierra, entendió las palabras pronunciadas y vio claramente delante de él al Hijo de Dios. Una mirada a ese glorioso ser bastó para imprimir su imagen para siempre en el alma del conmovido judío. Las palabras penetraron con fuerza arrolladora hasta su corazón. Un torrente de luz llenó las oscuras cámaras de su mente, revelándole su ignorancia y su error. Vio que mientras se imaginaba que era muy celoso en su servicio a Dios al perseguir a los seguidores de Cristo, en realidad había estado haciendo la obra de Satanás. HR 281.2

Vio su insensatez al depositar su fe en las seguridades dadas por los sacerdotes y gobernantes, cuyos cargos sagrados habían ejercido una gran influencia sobre su mente, y lo habían inducido a creer que la historia de la resurrección era un invento artero de los discípulos de Jesús. Ahora que Cristo se había manifestado a Saulo, el sermón de Esteban surgió con fuerza en su mente. Esas palabras que los sacerdotes habían calificado de blasfemia, ahora le parecieron la pura verdad. En ese momento, cuando se produjo esa maravillosa iluminación, su mente trabajó con notable rapidez. Al recapitular la historia profética vio que el rechazamiento de Jesús por parte de los judíos, su crucifixión, su resurrección y su ascensión, habían sido predichas por los profetas y constituían pruebas de que era el prometido Mesías. Recordó las palabras de Esteban: “Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios” (Hechos 7:56), y se dio cuenta de que ese santo, en el momento de morir, había contemplado el reino de gloria. HR 282.1

¡Qué revelación era todo esto para el perseguidor de los creyentes! Una luz nítida y terrible había irrumpido en su alma. Cristo se le reveló como Aquel que había venido a la tierra para cumplir su misión, había sido rechazado, maltratado, condenado y crucificado por aquellos a quienes vino a salvar, y habiendo resucitado de entre los muertos había ascendido a los cielos. En ese terrible momento recordó que Esteban, el santo, había sido sacrificado con su consentimiento, y que por su intermedio muchos santos meritorios habían encontrado la muerte y habían sido objeto de cruel persecución. HR 282.2

“El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer”. En la mente de Saulo no había ahora la menor duda de que Quien le había hablado era el verdadero Jesús de Nazaret, y que ciertamente era el tan esperado Mesías, la consolación y el Redentor de Israel. HR 283.1

Cuando se disipó la resplandeciente gloria, y Saulo se levantó, se encontró totalmente privado de la vista. La brillantez de la gloria de Cristo había sido demasiado intensa para sus ojos mortales, y cuando desapareció, las tinieblas de la noche tomaron posesión de ellos. Creyó que esta ceguera era el castigo de Dios por su cruel persecución de los seguidores de Jesús. Avanzó a tientas en medio de una terrible oscuridad, y sus compañeros, atemorizados y asombrados, lo condujeron de la mano hasta Damasco. HR 283.2