La Historia de la Redención

146/232

La defensa de Esteban

Se interrogó a Esteban en cuanto a la verdad de los cargos que se le hacían, y él asumió su defensa con voz clara y conmovedora que resonó por todo el recinto del concilio. Procedió a repasar la historia del pueblo elegido de Dios con palabras qué mantuvieron en suspenso a la audiencia. Puso en evidencia un conocimiento cabal de todo lo relativo al pueblo judío, y de la interpretación espiritual de ello puesta de manifiesto por Cristo. Comenzó con Abrahán y procedió a repasar la historia de generación en generación, recorriendo todos los anales de la nación desde Israel hasta Salomón, y recurriendo a sus aspectos más impresionantes para vindicar su causa. HR 275.1

Aclaró su propia lealtad a Dios y a la fe judaica, mientras ponía de manifiesto que la ley en la cual confiaban para salvación no había sido capaz de salvar a Israel de la idolatría. Relacionó a Jesucristo con toda la historia judaica. Se refirió a la construcción del templo de Salomón con las palabras de este rey y de Isaías: “Si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano”. “El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificareis? dice el Señor; ¿o cuál es el lugar de mi reposo? ¿No hizo mi mano todas estas cosas?” El lugar más elevado para el culto de Dios está en el cielo. HR 275.2

Cuando Esteban llegó a este punto hubo un tumulto entre la gente. El prisionero leyó su destino en los rostros que tenía ante sí. Se dio cuenta de la oposición que habían encontrado sus palabras, pronunciadas bajo el impulso del Espíritu Santo. Supo que estaba dando su último testimonio. Pocos de los que leen este discurso de Esteban lo aprecian adecuadamente. La ocasión, el momento y el lugar debieran tenerse presentes, para que las palabras adquieran su pleno significado. HR 276.1

Cuando relacionó a Jesucristo con las profecías y habló del templo como lo hizo, el sacerdote, simulando caer presa del horror, rasgó sus vestiduras. Este acto fue para Esteban la señal de que su voz pronto sería silenciada para siempre. Aunque se hallaba en la mitad de su sermón, lo terminó abruptamente apartándose en forma repentina de la cadena histórica, y dirigiéndose a sus jueces enfurecidos les dijo: “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis”. HR 276.2