La Historia de la Redención

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Capítulo 36—La muerte de Esteban

Este capítulo está basado en Hechos 6:8 a 7:60.

Esteban era muy activo en la causa de Dios y compartía su fe valerosamente. “Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Sirene, de Alejandría, de Silicia y de Asia, disputando con Esteban. Pero no podían resistir a la sabiduría y al espíritu con que hablaba”. Estos discípulos de los grandes rabinos confiaban en que en un debate público podrían obtener una victoria completa sobre Esteban basándose en su supuesta ignorancia. Pero no solamente hablaba éste con el poder del Espíritu Santo, sino que resultó evidente para toda esa vasta asamblea que también era un estudioso de las profecías y versado en todos los asuntos relativos a la ley. Defendió con capacidad las verdades que profesaba, y derrotó totalmente a sus oponentes. HR 273.1

Los sacerdotes y gobernantes que fueron testigos de la maravillosa manifestación de poder que acompañaba el ministerio de Esteban se llenaron de amargo odio. En lugar de ceder al peso de la evidencia que él presentaba, decidieron silenciar su voz dándole muerte. HR 273.2

Por lo tanto prendieron a Esteban y lo hicieron comparecer delante del Sanedrín para someterlo a juicio. HR 273.3

Se convocó a eruditos judíos de los países circunvecinos con el propósito de que refutaran los argumentos del acusado. Saulo, que se había distinguido como celoso oponente de la doctrina de Cristo y perseguidor de todos los que creían en él, también se hallaba presente. Este erudito se puso en contra de Esteban en forma destacada. Empleó todo el peso de la elocuencia y la lógica de los rabinos en este caso, para convencer a la gente de que Esteban predicaba doctrinas engañosas y peligrosas. HR 274.1

Pero Saulo encontró en Esteban a alguien tan educado como él mismo, y que tenía una plena comprensión de los propósitos de Dios al diseminar el Evangelio por todas las naciones. Creía en el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, y estaba sumamente bien fundado con respecto a los privilegios de los judíos; pero su fe era más amplia, y sabía que había llegado el tiempo cuando los verdaderos creyentes adorarían no sólo en templos hechos por manos de hombres, sino en todo el mundo los hombres podrían adorar a Dios en espíritu y en verdad. Había caído la venda de los ojos de Esteban, y percibía el propósito por el cual tantas cosas habían sido abolidas con la muerte de Cristo. HR 274.2

Los sacerdotes y gobernantes no podían prevalecer contra esta nítida y tranquila sabiduría, aunque eran vehementes en su oposición. Se decidieron emplear a Esteban para hacer un escarmiento, y mientras de ese modo satisfacían su odio vengativo, impedían que otros, por temor, adoptaran sus creencias. Se lanzaron cargos contra él en forma impresionante. Contrataron testigos falsos para que dijeran que lo habían oído pronunciar palabras blasfemas contra el templo y la ley. Dijeron: “Le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y cambiará las costumbres que nos dio Moisés”. Mientras Esteban permanecía frente a sus jueces para responder por el delito de blasfemia, un santo resplandor irradió de su rostro. “Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel”. Muchos de los que vieron el rostro resplandeciente de Esteban temblaron y se cubrieron, pero la persistente incredulidad y el prejuicio no vacilaron. HR 274.3