La Historia de la Redención

123/232

El informe de la guardia romana

Cuando la hueste de ángeles celestiales se apartó del sepulcro y se disiparon la luz y la gloria, los guardias romanos se atrevieron a levantar la cabeza y a mirar a su alrededor. Se llenaron de asombro cuando vieron que la gran piedra había sido retirada de la puerta del sepulcro y que el cuerpo de Jesús no estaba más allí. Se apresuraron a ir a la ciudad para dar a conocer a los sacerdotes y ancianos lo que habían visto. Cuando esos asesinos escucharon el maravilloso informe, sus rostros empalidecieron. El horror se apoderó de ellos cuando se dieron cuenta de lo que habían hecho. Si el informe era correcto, estaban perdidos. Por unos momentos se sentaron en silencio contemplándose los unos a los otros sin saber qué hacer ni qué decir. Aceptar el informe equivalía a condenarse a sí mismos. Salieron para consultarse en cuanto a lo que se debería hacer. Se dijeron que si el informe traído por la guardia comenzaba a circular entre la gente, los que dieron muerte a Cristo serían condenados como sus asesinos. HR 240.2

Decidieron pagar a los soldados para que guardaran el secreto. Los sacerdotes y ancianos les ofrecieron una gran suma de dinero diciéndoles: “Decid vosotros: sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos”. Mateo 28:13. Y cuando los miembros de la guardia les preguntaron qué iba a pasar con ellos por quedarse dormidos en sus puestos, los dirigentes judíos les prometieron persuadir al gobernador y asegurar de ese modo su tranquilidad. Por causa del dinero la guardia romana decidió vender su honra y estuvo de acuerdo en seguir el consejo de los sacerdotes y ancianos. HR 241.1