La Historia de la Redención

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Capítulo 27—Cristo traicionado

Se me llevó al momento cuando Jesús comió la Pascua con sus discípulos. Satanás había engañado a Judas y lo había inducido a creer que era uno de los verdaderos discípulos de Cristo, pero su corazón siempre fue carnal. Había visto las poderosas obras del Señor, había estado con él durante su ministerio, y se había sometido a la abrumadora evidencia de que era el Mesías; pero Judas era calculador y codicioso; amaba el dinero. Se quejó airado por el costoso perfume derramado sobre Jesús. HR 215.1

María amaba a su Señor. El había perdonado sus pecados, que eran muchos. Había levantado de entre los muertos a su muy amado hermano, y creía que nada era demasiado costoso para ofrendárselo. Mientras más caro fuera el perfume, de mejor manera podía ella expresar su gratitud al Salvador dedicándoselo. HR 215.2

Judas, como excusa por su codicia, sugirió que el perfume podría haberse vendido para dar el dinero a los pobres. Pero no se trataba de que se preocupara por ellos, porque era egoísta, y a menudo se apropiaba, para su propio uso, de lo que se le había confiado con el fin de que fuera dado a los pobres. Judas no se había preocupado de la comodidad y ni siquiera de las necesidades de Jesús, pero para excusar su codicia a menudo se refería a los pobres. Este acto de generosidad de parte de María constituyó una tajante reprensión de su carácter codicioso. Ya estaba preparado el camino para que la tentación de Satanás encontrara franca acogida en el corazón de Judas. HR 215.3

Los sacerdotes y dirigentes de los judíos aborrecían a Jesús, pero las multitudes se apiñaban para escuchar sus palabras llenas de sabiduría y para presenciar sus poderosas obras. La gente se sentía impulsada por el más profundo interés y seguía ansiosamente al Señor para escuchar las instrucciones de este maravilloso Maestro. Muchos de los dirigentes creían en él, pero no se atrevían a confesar su fe para no ser despedidos de la sinagoga. Los sacerdotes y ancianos decidieron que algo había que hacer para apartar de Jesús la atención de la gente. Temían que todos creyeran en él. No se sentían seguros. Tenían que perder su puesto o dar muerte al Señor. Y después de darle muerte, aún habría quienes serían monumentos vivientes de su poder. HR 216.1

El Maestro había resucitado a Lázaro de entre los muertos, y los dirigentes temían que si daban muerte a Jesús el resucitado daría testimonio de la grandeza de su poder. La gente se agolpaba para ver al que había regresado de entre los muertos, y los dirigentes decidieron eliminar a Lázaro también para terminar con ese entusiasmo. Entonces podrían lograr que el pueblo volviera a las tradiciones y doctrinas de los hombres, para diezmar el eneldo y el comino, y de nuevo podrían ejercer influencia sobre él. Se pusieron de acuerdo para prender a Jesús mientras estuviera solo, porque si trataban de arrebatárselo a la multitud, cuando la mente de la gente estaba concentrada en él, ésta los apedrearía. HR 216.2

Judas sabía cuán ansiosos estaban de prender a Jesús y se ofreció a los principales sacerdotes y ancianos para venderlo por unas cuantas monedas de plata. Su amor el dinero lo indujo a traicionar a su Señor para ponerlo en manos de sus más acerbos enemigos. Satanás estaba obrando directamente por intermedio de Judas, y en medio de las escenas impresionantes de la última cena el traidor estaba trazando planes para entregar a su Maestro. Con pesar Jesús dijo a sus discípulos que todos ellos se escandalizarían en él aquella noche. Pero Pedro afirmó con vehemencia que si todos los demás se escandalizaban, él no lo haría. Jesús le dijo: “Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”. Lucas 22:31, 32. HR 216.3