Testimonios Selectos Tomo 3

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Capítulo 10—Los pobres

Algunos que son pobres en los bienes de este mundo, propenden a colocar todo el testimonio directo sobre los hombros de los que poseen propiedades. Pero no se dan cuenta de que ellos también tienen una obra que hacer. Dios requiere de ellos que realicen un sacrificio. Los invita a sacrificar sus ídolos. Deben dejar a un lado los estimulantes como el tabaco, el té y el café. Si se ven en estrecheces mientras que se esfuerzan por hacer lo mejor que puedan, será para los hermanos ricos un placer ayudarles a salir del apuro. 3TS 35.1

Muchos carecen de discreción y de espíritu de economía en el manejo de sus asuntos. No pesan bien las cosas, ni obran con precaución. Los tales no deben confiar en su propio criterio deficiente, sino que deben consultar a sus hermanos que tienen experiencia. Pero muchas veces los que carecen de espíritu de economía y buen criterio no están dispuestos a buscar consejos. Piensan generalmente que saben cómo manejar sus asuntos temporales, y no están dispuestos a seguir los consejos. Obran según decisiones erróneas, y sufren como consecuencia. Sus hermanos se afligen al verlos sufrir, y les ayudan a salir de las dificultades. El manejo imprudente de sus asuntos afecta a la iglesia. Resta de la tesorería de Dios recursos que podrían haberse dado para el adelantamiento de la causa de la verdad presente. Si estos hermanos pobres asumen una actitud humilde y están dispuestos a recibir el consejo de sus hermanos, y luego se encuentran en estrecheces, los hermanos deben entonces sentir que es un deber ayudarles alegremente a salir de sus dificultades. Pero si ellos prefieren seguir su propia conducta, fiar en su propio juicio, deben dejarles sentir las plenas consecuencias de su actitud imprudente, para que aprendan por la dura experiencia que “en la multitud de consejeros hay salud.” Los hijos de Dios deben estar sujetos unos a otros. Deben consultarse unos a otros, para que la falta de unos pueda ser suplida por la suficiencia de otros. Vi que los mayordomos del Señor no tienen ningún deber de ayudar a los que persisten en el consumo de tabaco, te y café. 3TS 35.2

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Aunque Cristo era rico en los atrios celestiales, se hizo pobre para que por su pobreza fuésemos enriquecidos. Jesús honró a los pobres compartiendo su humilde condición. De la historia de su vida, hemos de aprender a tratar a los pobres. Algunos llevan el deber de la beneficencia a extremos y realmente perjudican a los menesterosos haciendo demasiado para ellos. Los pobres no siempre se esfuerzan como debieran hacerlo. Aunque no se les ha de descuidar y dejar sufrir, se les debe enseñar a ayudarse a sí mismos. 3TS 36.1

La causa de Dios no debe ser descuidada para que los pobres reciban nuestra primera atención. Cristo dió una vez una importante lección al respecto a sus discípulos. Cuando María derramó el ungüento sobre la cabeza de Jesús, el codicioso Judas hizo un llamado en favor de los pobres, murmurando contra lo que consideraba como despilfarro de dinero. Pero Jesús justificó el acto, diciendo: “Dejadla; ¿por qué la fatigáis? buena obra me ha hecho.” “De cierto os digo que dondequiera que fuere predicado este evangelio en todo el mundo, también esto que ha hecho ésta, será dicho para memoria de ella.” Esto nos enseña que Jesús ha de ser honrado en la consagración de nuestros mejores recursos. Si toda nuestra atención fuese dedicada a aliviar las necesidades de los pobres, la causa de Dios será descuidada. Ni los primeros ni la segunda sufrirán si los mayordomos hacen su deber; pero la causa de Dios debe venir primero.—Testimonies for the Church 4:550, 551. 3TS 36.2