Testimonios Selectos Tomo 2

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Capítulo 6—El plan de salvación

Todo el cielo se entristeció al saber que el hombre estaba perdido y que el mundo creado por Dios iba a poblarse de mortales condenados a la miseria, la enfermedad y la muerte, sin remisión para el ofensor. Toda la raza de Adán debía morir. Yo vi al amable Jesús y contemplé una expresión de simpatía y tristeza en su semblante. Luego le vi acercarse a la deslumbradora luz que envolvía al Padre. El ángel que me acompañaba dijo: Está en íntimo coloquio con el Padre. La ansiedad de los ángeles era muy viva mientras Jesús estaba conversando con su Padre. Tres veces quedó envuelto por la esplendente luz que rodeaba al Padre, y la tercera vez salió de junto al Padre, de modo que ya fué posible ver su persona. Su aspecto era tranquilo, extenso de perplejidad y turbación, y resplandecía de amor y benevolencia inefables. 2TS 41.1

Entonces les dijo a los ángeles que se había hallado un medio para la salvación del perdido hombre; que había estado abogando junto a su Padre, y había ofrecido dar su vida en rescate y echar sobre sí la sentencia de muerte, a fin de que por su medio pudiese el hombre encontrar perdón; para que por los méritos de su sangre y su obediencia a la ley de Dios, obtuviese el favor del Padre y volviese al hermoso huerto para comer del fruto del árbol de vida. 2TS 41.2

En un principio los ángeles no pudieron alegrarse, porque su Caudillo no les había ocultado nada, sino que les había declarado explícitamente el plan de salvación. Jesús les dijo que se pondría entre la ira de su Padre y el culpable hombre, que soportaría iniquidades y escarnios, y que muy pocos le reconocerían por Hijo de Dios. Casi todos le odiarían y rechazarían. Dejaría toda su gloria en el cielo, para aparecer en la tierra como hombre, humillándose como hombre, y relacionándose por experiencia personal con las diversas tentaciones que habían de asaltar a los hombres, a fin de saber cómo auxiliar a los tentados; y que, por último, una vez cumplida su misión como maestro, sería entregado en manos de los hombres, para sufrir cuantas crueldades y tormentos pudiesen inspirar Satanás y sus ángeles a los hombres malvados; que moriría de la más cruel de las muertes, colgado entre los cielos y la tierra como culpable pecador; que sufriría terribles horas de agonía, con las cuales no podría compararse ningún sufrimiento corporal. Sobre él recaerían los pecados del mundo entero. Les dijo que moriría, que resucitaría al tercer día y ascendería junto a su Padre para interceder por el perverso y culpable hombre. 2TS 41.3

Los ángeles se prosternaron ante él. Ofrecieron sus vidas. Jesús les dijo que con su muerte salvaría a muchos, pero que la vida de un ángel no podría pagar la deuda. Sólo su vida podía aceptar el Padre por rescate del hombre. También les dijo que ellos tendrían una parte que cumplir, estar con él, y fortalecerle en varias ocasiones; que tomaría la caída naturaleza del hombre, y no sería su fortaleza igual a la de ellos; que presenciarían su humillación y acerbos sufrimientos; y que cuando vieran sus sufrimientos y el odio de los hombres hacia él se estremecerían con profundísimas emociones, y que por lo mucho que le amaban querrían rescatarle y librarle de sus verdugos; pero que no interviniesen para evitar nada de lo que presenciasen; que desempeñarían una parte en su resurrección; que el plan de salvación estaba ya trazado y que su Padre lo había aprobado. 2TS 42.1

Con santa tristeza consoló y alentó Jesús a los ángeles, manifestándoles que luego estarían con él aquellos a quienes redimiese y siempre permanecerían con él; y que con su muerte redimiría a muchos y destruiría a quien tenía el poder de la muerte. Y su Padre le daría el reino y la grandeza del dominio bajo todo el cielo y lo poseería por siempre jamás. Satanás y los pecadores serían destruídos para que nunca perturbasen el cielo ni la nueva tierra purificada. Jesús mandó a la hueste celestial que se reconciliase con el plan que su Padre había aprobado, y se alegrara de que el caído hombre pudiera por virtud de su muerte recobrar la exaltación, obtener el favor de Dios y gozar del cielo. 2TS 42.2

Entonces se llenó el cielo de inefable júbilo. La hueste celestial entonó un cántico de alabanza y adoración. Pulsaron las arpas y cantaron con una nota más alta que antes, por la gran misericordia y condescendencia de Dios al dar a su Queridísimo y Amado para que muriese por una raza de rebeldes. Manifestaron alabanza y adoración por el abnegado sacrificio de Jesús, que consentía en dejar el seno del Padre y escoger una vida de sufrimientos y angustias y morir ignominiosamente para poder rescatar a otros de una muerte eterna. 2TS 43.1

Me dijo mi ángel acompañante: ¿Crees que el Padre entregó sin lucha alguna a su querido y amado Hijo? No, no. El Dios del cielo luchó entre dejar que el hombre culpable pereciese o entregar a su amado Hijo para que muriese por la raza humana. Los ángeles tenían tan vivo interés en la salvación del hombre que no faltaban entre ellos quienes renunciaran a su gloria y diesen su vida por el hombre que había de perecer. Pero—dijo el ángel—eso no serviría de nada. La transgresión fué tan enorme que la vida de un ángel no bastaría para satisfacer la deuda. Únicamente podía pagarla la muerte e intercesión de su Hijo para salvar al hombre perdido de su desesperada tristeza y miseria. 2TS 43.2

Pero a los ángeles se les encomendó la misión de ascender y descender desde la gloria con el fortalecedor bálsamo que aliviase al Hijo de Dios en sus sufrimientos, y de servirle. También había de ser su labor defender o custodiar a los súbditos de la gracia contra los ángeles malos y librarlos de las tinieblas en que constantemente trataría Satanás de envolverlos. Yo vi que le era imposible a Dios alterar o mudar su ley, salvar al perdido y pereciente hombre con el cambio de la ley; por tanto, consintió en que su amado Hijo muriese por la transgresión del hombre. 2TS 44.1

Satanás se alegró de nuevo con sus ángeles de que por haber causado la caída del hombre, depusiera al Hijo de Dios de su excelsa posición. Les dijo a sus ángeles que cuando Jesús tomara la naturaleza del hombre caído, podría vencerlo e impedir el cumplimiento del plan de salvación. 2TS 44.2

Se me mostró a Satanás tal como antes había sido, un excelso y dichoso ángel. Después se me lo mostró tal como es ahora. Todavía tiene una regia figura. Todavía son nobles sus facciones, porque es un ángel caído. Pero su semblante denota viva ansiedad, inquietud, desdicha, malicia, odio, falacia, engaño y todo linaje de mal. Me fijé especialmente en aquella testa que tan noble fuera. Su frente es inclinada hacia atrás desde los ojos. Eché de ver que al cabo de tanto tiempo de envilecerse, todas las buenas cualidades estaban sofocadas y todas las malas en plena actividad. Sus ojos, astutos y sagaces, denotaban profunda penetración. Su figura era corpulenta; pero las carnes le colgaban flácidas en la cara y las manos. Cuando le vi tenía apoyada la barbilla en la mano izquierda. Parecía estar muy pensativo. Se le entreabrieron los labios en una sonrisa que me hizo temblar por lo henchida que estaba de malignidad y satánica astucia. Así se sonríe siempre que está por hacer una víctima, y cuando la asegura en sus lazos, esa sonrisa se vuelve horrible. 2TS 44.3

Con indecible tristeza, pero humildes, salieron Adán y Eva de aquel hermoso huerto donde tan felices habían sido hasta que desobedecieron el mandato de Dios. La atmósfera estaba cambiada. Ya no era invariable como antes de la transgresión. Dios los vistió con túnicas de pieles para protegerlos contra el frío y el calor a que estaban expuestos. 2TS 45.1

Todo el cielo lamentó la desobediencia y caída de Adán y Eva, que habían atraído la ira de Dios sobre toda la raza humana. Estaban privados de la comunión con Dios y sumidos en irremediable miseria. La ley de Dios no podía alterarse para satisfacer la necesidad del hombre, porque, en lo ordenado por Dios, no debía nunca perder su fuerza ni rescindir la más mínima parte de sus exigencias. 2TS 45.2

Los ángeles de Dios recibieron el encargo de visitar a la caída pareja y manifestarle que aunque ya no podía mantenerse en posesión de su santo predio, su morada del Edén, por haber transgredido la ley de Dios, no era del todo desesperada su situación. Se les dijo, después, que el Hijo de Dios, con quien habían hablado en el Edén, se había apiadado de su tristísima situación, y voluntariamente había ofrecido tomar sobre sí el castigo que ellos merecían, y morir por ellos para que el hombre pudiese seguir viviendo mediante la fe en la expiación que por él se proponía hacer Cristo. Por medio de Cristo, se le abría al hombre una fuente de esperanza, a pesar de su enorme pecado, para que no quedara bajo el absoluto dominio de Satanás. La fe en los merecimientos del Hijo de Dios elevaría al hombre de tal modo que podría resistir las artimañas de Satanás. Se le concedería un período de prueba en que por medio de una vida de arrepentimiento y fe en la obra expiatoria del Hijo de Dios pudiera redimirse de su transgresión de la ley del Padre, y elevarse así a un estado en que fuera posible aceptar sus esfuerzos por observar la ley. 2TS 45.3

Les dijeron los ángeles cuánto se había deplorado en el cielo la noticia de que habían ellos quebrantado la ley de Dios, motivo por el cual se resolvió Cristo al tremendo sacrificio de su preciosa vida. 2TS 46.1

Cuando Adán y Eva se percataron de cuán excelsa y sagrada era la ley de Dios cuya transgresión exigía tan costoso sacrificio para salvarlos a ellos y a su posteridad de completa ruina, suplicaron que se les permitiera morir o satisfacer ellos y su descendencia la pena consiguiente a su culpa, antes de consentir que el amado Hijo de Dios hiciese tan enorme sacrificio. Aumentaba la angustia de Adán. Comprendía que sus pecados eran de tal magnitud que tendrían terribles consecuencias. ¿Y el honrado Caudillo del cielo, que con él anduvo y conversó cuando era inocente, a quien los ángeles honraban y adoraban, debía ser depuesto de su excelsa posición para morir por culpa suya? Se le comunicó a Adán que la vida de un ángel no bastaba para satisfacer la deuda. La ley de Jehová, el fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra eran tan sagrados como el mismo Dios, y por esta razón no podía Dios aceptar la vida de un ángel como sacrificio expiatorio de su transgresión. Para Dios era su ley más importante que los santos ángeles que rodeaban su trono. El Padre no podía abolir ni alterar un solo precepto de su ley para aceptar al hombre en su caída condición. Pero el Hijo de Dios que mancomunadamente con el Padre había creado al hombre, podía hacer por el hombre una expiación agradable a Dios, dando su vida en sacrificio y soportando las iras de su Padre. Los ángeles le dijeron a Adán que así como su transgresión había acarreado desgracia y muerte, por medio del sacrificio de Jesucristo surgiría la vida y la inmortalidad. 2TS 46.2

Se le revelaron a Adán importantes acontecimientos que habían de ocurrir desde su expulsión del Edén hasta el diluvio, y más adelante hasta la primera venida de Cristo a la tierra. El amor que por Adán y su posteridad sentía el Hijo de Dios, le moverían a tomar naturaleza humana, y elevar así, por medio de su humillación, a cuantos creyeran en él. Semejante sacrificio era lo suficientemente valioso para salvar al mundo entero; pero sólo unos pocos aprovecharían de la salvación proporcionada por tan admirable sacrificio. Los más no cumplirían con las condiciones exigidas de ellos para ser partícipes de la gran salvación. Preferirían pecar y transgredir la ley de Dios en vez de arrepentirse y obedecer, confiando por fe en los méritos del ofrecido sacrificio, cuya infinita valía era poderosa para hacer al hombre que lo aceptara más precioso a los ojos del Dios topoderoso que el oro fino, y más que el oro de Ofir. 2TS 47.1

Se le mostraron a Adán las sucesivas generaciones, y vió el aumento del crimen, de la culpa y de la corrupción, a causa de que el hombre cedería a su fuerte inclinación natural a quebrantar la santa ley de Dios. Se le mostró cómo la maldición de Dios se descargaba más y más pesadamente sobre la raza humana, sobre los animales y la tierra, a consecuencia de la continua transgresión del hombre. Se le mostró que se extenderían constantemente la iniquidad y la violencia; pero que en medio de todo aquel flujo de miseria y maldición, siempre habría unos cuantos que conservarían el conocimiento de Dios, permaneciendo incólumes entre la prevaleciente degeneración moral. 2TS 47.2

Se le enseñó a Adán que el pecado es la transgresión de la ley, y que de esta transgresión resultaría la degeneración moral, mental y física de la raza humana, hasta quedar el mundo henchido de toda clase de miserias. 2TS 48.1

Los días del hombre fueron acortados por su propia conducta de pecado al quebrantar la justa ley de Dios. La raza humana se rebajó al fin de tal manera que parecía muy inferior y casi inútil. La generalidad era incapaz de estimar el misterio del Calvario, los grandiosos y altísimos actos de la expiación, y el plan de salvación, a causa de su deleite en la naturaleza carnal. Mas a pesar de la debilidad y flaqueza de las facultades mentales, morales y físicas de la raza humana, Cristo se mantiene fiel al propósito por el cual había dejado el cielo y continúa interesándose por la débil, deprimida y degenerada humanidad, exhortando a los hombres a que suplan en él su debilidad y grandes deficiencias. Si acuden a él, satisfará todas sus necesidades. 2TS 48.2

Cuando Adán, con arreglo a las especiales instrucciones de Dios, hizo una ofrenda por su pecado, fué para él una penosísima ceremonia. Su mano tuvo que alzarse para quitar una vida que sólo Dios podía dar, y presentar una ofrenda por el pecado. Era la primera vez que presenciaba la muerte. Al contemplar la sangrante víctima, convulsa en las agonías de la muerte, debía ver con los ojos de la fe al Hijo de Dios, a quien la víctima prefiguraba, que había de morir en sacrificio por el hombre. 2TS 48.3

Esta ofrenda ceremonial, ordenada por Dios, había de ser un perpetuo recuerdo de la culpa de Adán y un penitente reconocimiento de su transgresión. El acto de quitar la vida a la víctima, le dió a Adán un conocimiento más profundo y perfecto de su pecado, que únicamente podía ser expiado por la muerte del amado Hijo de Dios. Adán se admiró de la infinita bondad y del incomparable amor que entregaba tal rescate para salvar al culpable. Mientras sacrificaba a la inocente víctima, le parecía que con su propia mano estaba derramando la sangre del Hijo de Dios. Comprendía que si hubiese permanecido firme ante Dios y fiel a su santa ley, no hubiera habido muerte de bestias ni de hombres. Sin embargo, en la ofrenda de sacrificio, símbolo del grande y perfecto sacrificio del amado Hijo de Dios, aparecía una estrella de esperanza para iluminar el tenebroso y terrible porvenir y aliviar su completa desesperación y ruina. 2TS 48.4

En un principio, el jefe o cabeza de cada familia fué príncipe y sacerdote de su casa. Después, según se multiplicó la raza sobre la tierra, ejecutaron en nombre del pueblo esta solemne adoración o culto de sacrificios, unos hombres destinados al efecto por Dios. La sangre de las víctimas se asociaba en la mente de los pecadores con la sangre del Hijo de Dios. La muerte de la víctima demostraba a todos que la pena del pecado era la muerte. Por el acto del sacrificio, el pecador reconocía su culpa y manifestaba su fe, previendo el grande y perfecto sacrificio del Hijo de Dios, simbolizado en el de la víctima animal. Sin la expiación del Hijo de Dios no podían establecerse relaciones de bendición o salvación entre Dios y el hombre. Dios estaba celoso del prestigio de su ley. La transgresión de esta ley había separado al hombre de Dios. Mientras Adán fué inocente, estuvo en directa, libre y dichosa comunicación con su Hacedor. Después de su transgresión, Dios se comunicaría con el hombre por medio de Cristo y los ángeles. 2TS 49.1