Testimonios Selectos Tomo 2

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Capítulo 7—El primer advenimiento de Cristo

“Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo ... para que redimiese a los que estaban debajo de la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.”1 2TS 50.1

Su nacimiento no revistió pompa humana. Nació en un establo y tuvo por cuna un pesebre; sin embargo, su nacimiento recibió muchísimo más honor que el de cualquiera de los hijos de los hombres. Los ángeles del cielo anunciaron a los pastores el advenimiento de Jesús, y la luz y la gloria de Dios acompañaron su testimonio. Las huestes celestiales tañeron sus arpas y glorificaron a Dios. Triunfalmente pregonaron el advenimiento del Hijo de Dios a un mundo caído para cumplir la obra de redención, y por medio de su muerte dar paz, felicidad y vida eterna al hombre. Dios honró el advenimiento de su Hijo. Los ángeles se postraron ante él en adoración. 2TS 50.2

Los ángeles de Dios se cernieron también sobre la escena de su bautismo. El Espíritu Santo descendió en forma de paloma y se posó sobre él; y cuando la gente, grandemente asombrada, fijó en él sus ojos, se oyó en el cielo la voz del Padre, que decía: “Tú eres mi Hijo amado; en ti me he complacido.”2 2TS 50.3

Juan no sabía con seguridad que era el Salvador quien había venido a que le bautizara en el Jordán. Pero Dios le había prometido darle una señal para reconocer al Cordero de Dios. Esta señal fué dada cuando la paloma celeste se posó sobre Jesús y le rodeó la gloria de Dios. Juan extendió la mano señalando a Jesús, y en alta voz exclamó: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”3 2TS 50.4

Juan informó a sus discípulos de que Jesús era el Mesías prometido, el Salvador del mundo. Mientras terminaba su obra, enseñó a sus discípulos a mirar a Jesús y seguirle como el gran Maestro. La vida de Juan fué llena de tristeza y abnegación. Anunció el primer advenimiento de Cristo, pero no se le permitió presenciar sus milagros ni gozar del poder que manifestó. Juan sabía que debía morir cuando Jesús asumiese las funciones de maestro. Raramente se oyó su voz fuera del desierto. Hacía vida solitaria. No se aferró a la familia de su padre para gozar de su compañía, sino que se apartó de ella para cumplir su misión. Las muchedumbres dejaban las atareadas ciudades y aldeas, y se aglomeraban en el desierto para oir la palabra del maravilloso profeta. Juan puso la segur en la raíz del árbol. Reprobó el pecado sin preocuparse de las consecuencias, y preparó el camino para el Cordero de Dios. 2TS 51.1

Vino Juan con el espíritu y el poder de Elías a proclamar el primer advenimiento de Jesús. Era el símbolo y representación de los que con el espíritu y poder de Elías habían de anunciar el día de la ira y el segundo advenimiento de Jesús. 2TS 51.2

Después de bautizado Jesús en el Jordán, lo condujo el Espíritu al desierto para que el demonio lo tentara. El Espíritu Santo le había predispuesto a aquella singular escena de terrible tentación. Durante cuarenta días estuvo tentándole Satanás y en todo este tiempo no probó Jesús bocado alguno. Todo cuanto le rodeaba era desagradable a la naturaleza humana. Estaba con el demonio y las fieras en un paraje desolado y desierto. Pálido y macilento habían puesto el rostro del Hijo de Dios los ayunos y sufrimientos; pero su camino estaba señalado, y debía llevar a cabo la obra que había venido a realizar. 2TS 51.3

Prevalióse Satanás de los sufrimientos del Hijo de Dios, y se dispuso a asediarlo con múltiples tentaciones, esperando vencerle por haberse humillado como hombre. Llegó Satanás con su tentación, diciendo: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se hagan pan.” Tentó Satanás a Jesús, por ver si condescendía a ejercer su divino poder en prueba de que era el Mesías. Jesús le respondió suavemente: “Escrito está: No con sólo el pan vivirá el hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de Dios.” 4 2TS 52.1

Satanás quería provocar una disputa con Jesús sobre si era el Hijo de Dios. Aludió a la débil y dolorida situación de Jesús, y afirmó orgullosamente que él era más fuerte. Pero las palabras pronunciadas desde el cielo: “Tú eres mi Hijo amado; en ti me he complacido,” bastaban para sostener a Jesús en todos sus sufrimientos. Vi que Cristo no había de hacer nada para convencer a Satanás de su poder ni de si era el Salvador del mundo. Satanás tenía sobradas pruebas de la excelsa posición y autoridad del Hijo de Dios. Su obstinación en no someterse a la autoridad de Cristo lo había expulsado del cielo. 2TS 52.2

Para manifestar su poder llevó Satanás a Jesús a Jerusalén, colocándolo sobre las almenas del templo, y allí le tentó para que echándose al suelo desde aquella vertiginosa altura demostrara que era Hijo de Dios. Satanás llegóse con las palabras de la inspiración divina diciendo: “Porque escrito está: Que a sus ángeles mandará de ti, que te guarden; y en las manos te llevarán, porque no dañes tu pie en piedra.” Pero Jesús le respondió diciendo: “Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.” 5 Quería Satanás que Jesús se fiase de la misericordia de su Padre, y arriesgara la vida antes de cumplir su misión, de modo que fracasase el plan de salvación según esperaba; pero este plan estaba cimentado tan profundamente que Satanás no podía entorpecerlo ni desbaratarlo. 2TS 52.3

Cristo es el ejemplo para todos los cristianos. Cuando la tentación les asalte o se les disputen sus derechos deben sobrellevarlo pacientemente. No se han de considerar con derecho a pedir al Señor que ostente su poder para darles la victoria sobre sus enemigos, a menos que por ello haya de recibir Dios directa honra y gloria. Si Jesús se hubiese arrojado al suelo desde las almenas del templo, no hubiera glorificado con ello a su Padre, porque nadie sino Satanás y los ángeles de Dios habrían presenciado aquel acto. Y fuera tentar a Dios para que desplegase su poder ante su más acerbo enemigo. Hubiera sido mostrarse condescendiente con Satanás, a quien Jesús había venido a vencer. 2TS 53.1

“Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento de tiempo todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí es entregada, y a quien quiero la doy: pues si tú adorares delante de mí, serán todos tuyos. Y respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: A tu Señor Dios adorarás, y a él solo servirás.” 6 2TS 53.2

Satanás le presentó a Jesús los reinos del mundo en la más halagüeña condición. Si Jesús consentía en adorarle, él por su parte le cedería sus pretensiones al dominio de la tierra. Sabía Satanás que si el plan de salvación se llevaba a cabo y moría Jesús para redimir al género humano, quedaría limitado su poder y finalmente anulado, y que él mismo sería destruido. Por lo tanto, su estudiado intento era impedir si fuera posible la realización de la magna obra comenzada por el Hijo de Dios. Si el plan de la redención del hombre fracasaba, Satanás poseería el reino que entonces pretendía; y se lisonjeaba de que en caso de obtener éxito, reinaría en la tierra en oposición al Dios del cielo. 2TS 53.3

Regocijóse Satanás cuando Jesús, prescindiendo de su poder y gloria, dejó el cielo, pues se figuraba que con ello había caído en sus manos el Hijo de Dios. Por haberle sido tan fácil vencer a la inocente pareja del Edén, esperaba vencer también con su influencia y astucia satánicas al Hijo de Dios, y salvar así su vida y su reino. Si conseguía que Jesús se desviara de la voluntad de su Padre, habría logrado su objeto. Pero Jesús se opuso al tentador con la repulsa: “Vete de mí, Satanás.” Sólo había Jesús de inclinarse ante su Padre. Daba Satanás por suyo el señorío de la tierra, e insinuó a Jesús que podía ahorrarse todo sufrimiento sin necesidad de morir para obtener los reinos de este mundo, pues con tal de que le adorase sería dueño de todas las posesiones terrenas y se gloriaría de reinar en ellas. Pero Jesús se mantuvo firme. Sabía que iba a llegar el tiempo en que con su vida rescataría los reinos de la tierra del poder de Satanás, y que pasado algún tiempo todo le quedaría sometido en cielo y tierra. Escogió Jesús una vida de sufrimiento y una espantosa muerte, tal como había dispuesto su Padre, para llegar a ser legítimo heredero de los reinos de la tierra y recibirlos en sus manos como eterna posesión. También será entregado Satanás en sus manos para que, aniquilado por la muerte, no vuelva jamás a molestar a Jesús ni a los santos en la gloria. 2TS 54.1