Mensajes Selectos Tomo 1

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Cristo no parlamentó con la tentación

Jesús no condescendió en explicarle a su enemigo en qué forma era el Hijo de Dios, y en qué manera podía actuar como tal. En una manera provocativa e insultante, Satanás se refirió a la debilidad del momento y a la desfavorable apariencia de Cristo, en contraste con su propio vigor y gloria. Se mofó de que Cristo era un pobre representante de los ángeles y con menos razón de su excelso Comandante, reconocido como Rey de las cortes regias. Su actual apariencia indicaba que había sido abandonado de Dios y del hombre. Dijo que si Cristo era ciertamente el Hijo de Dios, el monarca del cielo, tendría poder igual a Dios y podría dar evidencia de ello realizando un milagro y convirtiendo en pan la piedra que estaba justamente a sus pies, para aliviar su hambre. Si Cristo hacía esto, Satanás le prometió que inmediatamente renunciaría a sus pretensiones de superioridad y que terminaría para siempre la contienda entre él y Cristo. 1MS 323.1

Cristo no pareció notar las denigrantes mofas de Satanás. No fue movido a dar pruebas de su poder. Humildemente soportó los insultos sin desquitarse. Las palabras pronunciadas desde el cielo en su bautismo eran muy preciosas, le eran la evidencia de que su Padre aprobaba los pasos que estaba dando en el plan de salvación como sustituto y garantía del hombre. Los cielos abiertos y el descenso de la paloma celestial eran garantías de que su Padre uniría su poder en el cielo con el de su Hijo en la tierra para rescatar al hombre del dominio de Satanás, y de que Dios aceptaba el esfuerzo de Cristo para unir la tierra con el cielo, y al hombre finito con el Infinito. 1MS 324.1

Esas señales, recibidas de su Padre, fueron indeciblemente preciosas para el Hijo de Dios en medio de todos sus tremendos sufrimientos y terrible conflicto con el jefe rebelde. Y mientras soportaba la prueba de Dios en el desierto, y a través de todo su ministerio, no trató de hacer nada para convencer a Satanás de su propio poder [de Cristo] y de que él era el Salvador del mundo. Satanás tuvo suficiente evidencia del puesto excelso de Cristo. Su renuencia en dar a Jesús el honor debido, y manifestarle sumisión como subordinado, hicieron madurar su rebelión contra Dios y lo excluyeron del cielo. 1MS 324.2

No era parte de la misión de Cristo ejercer su poder divino para su propio beneficio, para aliviarse de sufrimientos. Voluntariamente había tomado esto sobre sí. Había condescendido en tomar la naturaleza humana y había de sufrir los inconvenientes, males y aflicciones de la familia humana. No había de realizar milagros para su propio bien. Vino para salvar a otros. El objeto de su misión era traer bendiciones, esperanza y vida a los afligidos y oprimidos. Había de llevar las cargas y pesares de la humanidad doliente. 1MS 324.3

Aunque Cristo estaba sufriendo los más agudos tormentos del hambre, resistió a la tentación. Rechazó a Satanás con el mismo pasaje que había dado a Moisés en el desierto para que lo repitiera al rebelde Israel cuando su alimentación fue restringida y clamaba pidiendo carne como alimento. “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Mateo 4:4. En esta declaración, y también mediante su ejemplo, Cristo mostraría al hombre que el hambre de alimento temporal no era la mayor calamidad que le podía sobrevenir. Satanás engañó a nuestros primeros padres con la lisonja de que el comer del fruto del árbol de la vida* que Dios les había prohibido, les proporcionaría gran bien y los aseguraría contra la muerte, lo que era precisamente lo opuesto de lo que Dios les había declarado. “Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”. Génesis 2:17. Si Adán hubiese sido obediente, nunca hubiera conocido la necesidad, el dolor ni la muerte. 1MS 325.1

Si los antediluvianos hubiesen sido obedientes a las órdenes de Dios, habrían sido preservados y no habrían perecido con las aguas del diluvio. Si los israelitas hubiesen sido obedientes a las órdenes de Dios, él les hubiera conferido bendiciones especiales. Pero cayeron como resultado de la complacencia de los apetitos y de las pasiones. No quisieron ser obedientes a las palabras de Dios. La complacencia del apetito pervertido los llevó a numerosos y graves pecados. Si hubiesen puesto en primer término los requerimientos de Dios, y en segundo término sus necesidades físicas, sometiéndose a la elección del alimento adecuado para ellos que Dios había hecho, ni uno de ellos habría caído en el desierto. Se habrían establecido en la buena tierra de Canaán como un pueblo santo y sano, sin que hubiera habido debilitados en todas sus tribus. 1MS 325.2

El Salvador del mundo se convirtió en pecado por la raza humana. Al convertirse en el sustituto del hombre, Cristo no manifestó su poder como el Hijo de Dios. Se ubicó en la misma categoría de los hijos de los hombres. Había de llevar la prueba de la tentación como hombre, en lugar del hombre, bajo las más angustiosas circunstancias, dejando un ejemplo de fe y perfecta confianza en su Padre celestial. Cristo sabía que su Padre le daría alimento cuando le placiera hacerlo. En esta severa prueba, cuando el hambre lo oprimía en extremo, Cristo no estaba dispuesto a reducir prematuramente en un ápice la prueba que le era dada, ejerciendo su poder divino. 1MS 326.1

El hombre caído, al encontrarse en circunstancias difíciles, no tendría poder para efectuar milagros en su favor, para salvarse del dolor o de la angustia, o para darse la victoria sobre sus enemigos. El propósito de Dios era someter a prueba y examinar a la raza humana, y darle una oportunidad de desarrollar el carácter, poniéndola frecuentemente en circunstancias de prueba donde pudiera demostrar su fe y confianza en el poder y amor divinos. La vida de Cristo fue un modelo perfecto. Por su ejemplo y precepto, siempre enseñó al hombre que debe depender de Dios, y que su fe y firme confianza debieran estar en Dios. 1MS 326.2

Cristo sabía que Satanás era mentiroso desde el principio, y necesitó de fuerte dominio propio para escuchar las propuestas de ese insultante engañador sin reprochar instantáneamente sus osadas arrogancias. Satanás esperaba que provocaría al Hijo de Dios para que entrara en controversia con él y esperaba que así, en la extrema debilidad y agonía de espíritu de Cristo, él podría obtener ventajas sobre Jesús. Tenía el propósito de pervertir las palabras de Cristo, pretender haber triunfado, y llamar en su ayuda a sus ángeles caídos para usar su poder al máximo a fin de prevalecer contra él y vencerlo. 1MS 326.3

El Salvador del mundo no tenía controversia con Satanás, que había sido expulsado del cielo porque no era más digno de un lugar allí. El que pudo influir en los ángeles de Dios contra su Gobernante Supremo y contra su Hijo, su amado comandante, y atraer su simpatía para él [Satanás], era capaz de cualquier engaño. Durante cuatro mil años había estado luchando contra el gobierno de Dios y no había perdido nada de su habilidad o poder para tentar y engañar. 1MS 327.1