Mensajes Selectos Tomo 1

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Cristo no hizo milagros para sí mismo

Entonces llamó la atención de Cristo a su propia apariencia atrayente, revestido de luz y fuerte en poder. Pretendió ser un mensajero directo del trono del cielo, y aseguró que tenía derecho a exigir evidencias de que Cristo era el Hijo de Dios. Si le hubiera sido posible, de buena gana, Satanás no hubiera creído en las palabras provenientes del cielo dirigidas al Hijo de Dios, en ocasión de su bautismo. Estaba Satanás determinado a vencer a Cristo y, de ser posible, asegurar así su propio reino y su vida. Tentó primero a Cristo en el apetito. En ese punto, casi tenía el dominio completo del mundo, y sus tentaciones fueron adaptadas a las circunstancias que rodeaban a Cristo, que hacían que sus tentaciones en cuanto al apetito fueran casi invencibles. 1MS 322.1

Cristo podría haber realizado un milagro por su propia cuenta, pero eso no hubiera estado de acuerdo con el plan de salvación. Los muchos milagros de la vida de Cristo muestran su poder de realizarlos para el beneficio de la humanidad doliente. Mediante un milagro de misericordia, una vez alimentó a cinco mil con cinco panes y dos pececillos. Por lo tanto, tenía poder para realizar un milagro y satisfacer su propia hambre. Satanás se hizo la ilusión de que podría inducir a Cristo a dudar de las palabras pronunciadas desde el cielo en su bautismo. Y si podía tentarlo a poner en duda su condición de Hijo de Dios, y a dudar de la palabra de verdad pronunciada por su Padre, ganaría una gran victoria. 1MS 322.2

Encontró a Cristo en el desolado desierto, sin compañía, sin alimento y en verdadero sufrimiento. Lo que lo rodeaba era melancólico y repulsivo en extremo. Satanás le sugirió a Cristo que Dios no habría dejado a su Hijo en esa condición de necesidad y sufrimiento real. Esperaba sacudir la confianza de Cristo en su Padre, que le había permitido llegar a esa condición de extremo sufrimiento en el desierto, donde nunca habían pisado los pies de los hombres. Satanás esperaba inspirarle dudas en cuanto al amor de su Padre, dudas que encontraran abrigo en la mente de Cristo. Esperaba que, bajo la fuerza del desaliento y el hambre extrema, Cristo ejerciera su poder milagroso para su propio bien y se apartara de las manos de su Padre celestial. Ciertamente, ésta fue una tentación para Cristo. Pero él no la albergó ni por un momento. Ni por un solo momento dudó del amor de su Padre celestial, aunque parecía estar oprimido por angustia inexpresable. Las tentaciones de Satanás, aunque fueron hábilmente ideadas, no conmovieron la integridad del amado Hijo de Dios. No podía ser sacudida su permanente confianza en su Padre. 1MS 322.3