La Voz: Su Educación y Uso Correcto

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Capítulo 46—Anécdotas y frivolidades

La frivolidad es inapropiada—El ministro de Dios no debe hablar palabras que provoquen frivolidad. Hemos sido comprados al precio de un gran sacrificio, hasta el sacrificio del unigénito Hijo de Dios.—Manuscrito 19, 1910. VEUC 295.1

No se deben usar palabras triviales—El ministro del evangelio, que es un colaborador de Dios, aprenderá diariamente en la escuela de Cristo... De sus labios no saldrá ninguna palabra liviana o trivial; pues, ¿no es él un embajador de Cristo, que lleva un mensaje divino a las almas que perecen? Toda broma y chanza, toda ligereza y frivolidad, es dolorosa para el discípulo que lleva la cruz de Cristo.—El Evangelismo, 154. VEUC 295.2

Una conversación de sabor celestial—Toda ligereza y trivialidad están positivamente prohibidas en la Palabra de Dios. Su conversación debe ser de sabor celestial, sazonada con gracia.—Testimonies for the Church 2:338. VEUC 296.1

Un ejemplo digno para la juventud—Los predicadores deben dar a los jóvenes un ejemplo digno, que corresponda a su santa vocación... Han de poner a un lado toda grosería, toda trivialidad, recordando siempre que son educadores; que, quiéranlo o no, sus palabras y hechos son para aquellos con quienes estén en contacto, un sabor de vida, o de muerte.—Obreros Evangélicos, 132, 133. VEUC 296.2

El decoro en el púlpito sagrado—¿Qué puede hacer un pastor sin Jesús? Nada, por cierto. De manera que si es un hombre frívolo, chistoso, no está preparado para desempeñar la tarea que el Señor le asignó. “Separados de mí—dice Cristo—, nada podéis hacer”. Las palabras impertinentes que salen de sus labios, las anécdotas frívolas, las palabras habladas para producir risa, son todas condenadas por la Palabra de Dios, y están totalmente fuera de lugar, en el púlpito sagrado.—Testimonios para los Ministros, 142, 143. VEUC 296.3

No se deben usar expresiones bajas—El predicador debe estar libre de toda perplejidad temporal innecesaria, para poder entregarse por completo a su vocación sagrada. Debe dedicar mucho tiempo a la oración, y disciplinarse según la voluntad de Dios, a fin de que su vida ponga de manifiesto los frutos del dominio propio. Su lenguaje debe ser correcto; sin que salgan de sus labios frases chabacanas, ni expresiones bajas.—Obreros Evangélicos, 152. VEUC 296.4

En lugar de Cristo—Nunca los ministros serán demasiado cautelosos, especialmente delante de los jóvenes. No deben mostrar ligereza de palabras, ni usar bromas o chistes, sino recordar que están en lugar de Cristo, que deben ilustrar por su ejemplo la vida de Cristo.—Testimonies for the Church 1:380, 381. VEUC 297.1

No deben usarse bromas en el púlpito—El pastor que está listo a participar en conversaciones frívolas, listo a bromear y reír, no comprende la obligación sagrada que descansa sobre él, y si va a hacer uso de esa práctica desde el púlpito, el Señor no puede estar a su lado para bendecirlo... Los sermones floridos, no serán suficientes para alimentar el alma de los hijos famélicos de Dios.—The Review and Herald, 23 de junio de 1891. VEUC 297.2

Sermones sazonados con gracia—Eliminen los pastores los chistes y las bromas de su conversación, pero que sus sermones sean sazonados con gracia; que la luz y el amor de Jesús brillen por medio de su ejemplo y precepto, para que se puedan ganar almas para el Maestro.—The Review and Herald, 5 de abril de 1892. VEUC 297.3

Una profanación del evangelio—Algunos de los que se presentan en el púlpito, avergüenzan a los mensajeros celestiales que se hallan en el auditorio. El precioso evangelio, que ha costado tanto traer al mundo, es profanado. El lenguaje es común y barato; hay actitudes y muecas grotescas. Algunos hablan en forma muy rápida; otros tienen una enunciación pesada y confusa.—Testimonios para los Ministros, 339. VEUC 297.4

Expresiones comunes de hechura humana—Los mensajes de verdad, han de mantenerse enteramente libres de las palabras vulgares y comunes. Así, se harán fuertes impresiones sobre el corazón. No alberguen nuestros ministros la idea, de que deben presentar algo nuevo y extraño, o que las expresiones vulgares y comunes les darán gran influencia. Los pastores han de ser portavoces de Dios, y deben erradicar de su discurso, toda expresión que sea vulgar o común. Sean cuidadosos, no sea que por intentar hacer reír durante su discurso, deshonren a Dios. VEUC 298.1

Nuestro mensaje es solemne y sagrado, y debemos velar en oración. Las palabras pronunciadas deben ser de tal carácter que por medio de ellas, Dios pueda hacer una impresión sobre el corazón y la mente. Santifíquense por medio de la verdad, los ministros del Evangelio.—El Evangelismo, 157. VEUC 298.2

En terreno del enemigo—Tan pronto como el predicador se sale de la posición que un ministro debe ocupar siempre, y desciende a la comicidad para provocar risa sobre su oponente, o cuando es sarcástico y agudo y se mofa de él, hace lo que el Salvador del mundo no se atreve a hacer; porque se coloca en terreno del enemigo.—Testimonies for the Church 3:220. VEUC 298.3

Alimento puro, libre de paja—La predicación de la Palabra debe apelar al intelecto, e impartir conocimiento, pero debe hacer todavía más. Las palabras del pastor deben alcanzar el corazón de los oyentes. El objetivo de la predicación no es entretener. Algunos ministros han adoptado un estilo de predicación que no ejerce la mejor influencia. Han llegado a adquirir el hábito de intercalar anécdotas en sus discursos. La impresión así hecha sobre los oyentes, no es un sabor de vida para vida. Los ministros no deben incluir relatos divertidos en su predicación. La gente necesita alimento puro, completamente libre de paja. “Predica la Palabra” fue el encargo que Pablo le dio a Timoteo, y ésta es también nuestra comisión. VEUC 299.1

El pastor que mezcla cuentos en sus discursos, está usando fuego extraño. Cuando los representantes de Dios descienden a usar palabras vulgares y frívolas, Dios queda ofendido, y la causa de la verdad queda deshonrada. VEUC 299.2

Mis hermanos, nuestro Salvador requiere que presten atención, a cómo testifican para él. Es necesario que profundicen cada vez más en el estudio de la Palabra. Ustedes se encuentran con muchos diferentes intelectos, y cuando enseñan las verdades de la sagrada Palabra, deben manifestar fervor, respeto y reverencia. Eliminen los cuentos de sus sermones, y prediquen la Palabra. Así tendrán más gavillas para llevar al Maestro. Recuerden que en su auditorio, hay personas que están constantemente acechadas por la tentación. Algunos luchan con dudas, y se sienten casi desesperados, casi desahuciados. Pidan a Dios que los ayude a hablar palabras, que fortalezcan a sus oyentes para el conflicto.—The Review and Herald, 22 de diciembre de 1904. VEUC 299.3

Las anécdotas irrespetuosas—Los predicadores no deben acostumbrarse a relatar anécdotas irrespetuosas en conexión con sus sermones; porque esto resta fuerza a la verdad presentada. El relato de anécdotas e incidentes que hacen reír, o provocan un pensamiento ligero en la mente de los oyentes, es severamente censurable. La verdad debe revestirse de un lenguaje casto y digno; y las ilustraciones empleadas deben ser de igual carácter.—Obreros Evangélicos, 175. VEUC 300.1

Las ilustraciones cómicas—El ministro del evangelio no debe ser indiferente a su actitud. Si es representante de Cristo, su comportamiento, su actitud y sus gestos deben ser de tal clase, que no dejen impresiones de disgusto en el espectador. Los pastores deben poseer refinamiento. Deben evitar todos los modales, actitudes y gestos incultos, y estimular en ellos mismos un porte humilde y digno. Deben vestir de acuerdo a la dignidad de su posición. Su discurso debe ser solemne y bien escogido, en todo respecto. Me fue mostrado, que es incorrecto hacer uso de expresiones vulgares e irreverentes, relatar anécdotas para divertir, o presentar ilustraciones cómicas para provocar carcajadas. El sarcasmo y jugar con las palabras de un oponente, están completamente fuera de orden con Dios.—Testimonies for the Church 1:648, 649. VEUC 300.2

Relatos para divertir—Mi hermano, usted necesita examinar más detalladamente los discursos que presenta a la gente. El objetivo de su labor ministerial no es divertir. Tampoco es solamente transmitir información, ni sólo convencer el intelecto. La predicación de la Palabra debe apelar al intelecto e impartir conocimiento, pero abarca mucho más. El corazón del ministro debe alcanzar los corazones de los oyentes. Algunos han adoptado un estilo de predicación que no ejerce una influencia correcta. Han adquirido el hábito de vulgarizar sus sermones mediante el relato de anécdotas. La impresión hecha así sobre los oyentes no es un sabor de vida para vida. Usted no debe introducir relatos para entretener en sus sermones. La gente necesita alimento puro, aventado completamente de todo lo que no sea alimenticio. “Predica la Palabra”, fue el encargo que Pablo dio a Timoteo, y ésta es vuestra comisión.—Carta 61, 1896. VEUC 301.1

El púlpito no es para payaserías—Lo amonesto contra las payasadas en el púlpito, o delante de la gente. ¿No lleva a veces esta actuación, al sagrado púlpito? Usted agrada al mundo; atrae al mundo. ¿Es esto evidencia de que tiene una profunda devoción espiritual, santificada para Dios mediante el Espíritu?—Carta 9, 1889. VEUC 301.2