La Verdad acerca de los Angeles

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Elías

Elías se presentó ante Acab para denunciar su apostasía y la de Israel, e informarle acerca de los juicios de Dios. Dios entonces dirigió al profeta a un lugar seguro en las montañas, en las cercanías del arroyo de Querit, para apartarlo del poder de Jezabel. Allí honró al profeta enviándole comida de mañana y de tarde mediante un ángel del cielo. Cuando el arroyo se secó, le envió a la viuda de Sarepta, y en la casa de ésta realizó un milagro cada día para mantener alimentados al profeta y a la familia de la viuda.—Testimonies for the Church 3:288. VAAn 134.3

Frente al rey Acab y a los falsos profetas, y rodeado por las huestes congregadas de Israel, estaba Elías de pie, el único que se había presentado para vindicar el nombre de Jehová. Aquel a quien todo el reino culpaba de su desgracia se encontraba ahora delante de ellos, aparentemente indefenso en presencia del monarca de Israel, de los profetas de Baal, los hombres de guerra y los millares que le rodeaban. Pero Elías no estaba solo. Sobre él y en derredor de él estaban las huestes del cielo que le protegían, ángeles excelsos en fortaleza.—La Historia de Profetas y Reyes, 107. VAAn 135.1

A plena luz del día, y rodeado por miles—hombres de guerra, profetas de Baal y el mismo monarca de Israel—, permanece el indefenso Elías, aparentemente solo; pero no lo está. La más poderosa hueste de ángeles lo rodea; ángeles que exceden en fortaleza han venido del cielo para proteger al fiel y justo profeta. Con voz firme y decidida pregunta: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra”. 1 Reyes 18:21.—Testimonies for the Church 3:280. VAAn 135.2

En el Carmelo, mientras Israel dudaba y vacilaba, la voz de Elías rompió nuevamente el silencio: “Sólo yo he quedado profeta de Jehová; mas de los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta hombres. Dénsenos, pues, dos bueyes, y escojan ellos uno, y córtenlo en pedazos, y pónganlo sobre leña, pero no pongan fuego debajo; y yo prepararé el otro buey, y lo pondré sobre leña, y ningún fuego pondré debajo. Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio del fuego, ése sea Dios”. 1 Reyes 18:22-24.—La Historia de Profetas y Reyes, 109. VAAn 135.3

Cuán gozosamente Satanás, aquel que cayó como rayo del cielo, hubiera venido en auxilio de los que había engañado y controlado sus mentes, y quienes ahora estaban plenamente dedicados a su servicio. Con gusto hubiera enviado un rayo del cielo para encender sus sacrificios. Pero Dios había puesto límites a Satanás y restringido su poder. A pesar de todas sus estratagemas, no pudo enviar ni una sola chispa al altar de Baal.—The Review and Herald, 30 de septiembre de 1873. VAAn 136.1

¿Desamparó Dios a Elías en la hora de prueba? ¡Oh, no! Amaba a su siervo, tanto cuando Elías se sentía abandonado de Dios y de los hombres como cuando, en respuesta a la oración, el fuego descendió del cielo e iluminó la cumbre de la montaña. Mientras Elías dormía, le despertaron un toque suave y una voz agradable. Se sobresaltó y, temiendo que el enemigo le hubiese descubierto, se dispuso a huir. Pero el rostro compasivo que se inclinaba sobre él no era el de un enemigo, sino de un amigo. Dios había mandado un ángel del cielo para que alimentase a su siervo. “Levántate, come”, dijo el ángel. “Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua”. VAAn 136.2

Después que Elías hubo comido el refrigerio preparado para él, se volvió a dormir. Por segunda vez, vino el ángel. Tocando al hombre agotado, dijo con compasiva ternura: “Levántate y come, porque largo camino te resta. Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios”, donde halló refugio en una cueva. 1 Reyes 19:5-8.—La Historia de Profetas y Reyes, 121-122. VAAn 137.1

En el desierto, en la soledad y el desaliento, Elías había dicho que estaba cansado de la vida, y había rogado que se le dejase morir. Pero en su misericordia el Señor no había hecho caso de sus palabras. Elías tenía que realizar todavía una gran obra; y cuando esta obra estuviese hecha no iba a perecer en el desaliento y la soledad. No le tocaría descender a la tumba, sino ascender con los ángeles de Dios a la presencia de su gloria.—La Historia de Profetas y Reyes, 170. VAAn 137.2

Un poderoso ángel se acercó con las palabras del Señor para él: “¿Qué haces aquí, Elías?” Con amargura de espíritu Elías profirió su queja: “He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida”. VAAn 137.3

Pidiéndole que saliera de la cueva en la que había estado escondido, el ángel le ordenó estar en pie en el monte, delante del Señor. Mientras Elías obedecía la orden, “He aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva”. 1 Reyes 19:9-13. Su petulancia se había silenciado; su espíritu había sido suavizado y subyugado. Ahora sabía que una firme confianza en Dios, le permitiría siempre encontrar ayuda en tiempo de necesidad.—The Review and Herald, 23 de octubre de 1913. VAAn 137.4

Cuando Elías estaba por abandonar a Eliseo, le dijo: “Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí”. 2 Reyes 2:9.—Obreros Evangélicos, 121. VAAn 138.1

“El [Elías] le dijo: Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas si no, no. Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino. VAAn 138.2

“Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo!” 2 Reyes 2:10-12.—La Educación, 56-57. VAAn 138.3