Testimonios para los Ministros

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Capítulo 9—Obreros dirigidos por Dios

Dios, el principal obrero*

Los tiempos son cada vez más duros, y es difícil obtener dinero, pero Dios nos abrirá el camino por medio de fuentes ajenas a nuestro pueblo. No me explico por qué algunos se oponen a que recibamos donativos de parte de aquellos que no son de nuestra fe. Sólo pueden hacerlo asumiendo puntos de vista extremos y haciendo objeciones que no están autorizados a hacer. Este mundo es de Dios, y si Dios puede guiar a los agentes humanos de tal manera que entremos en posesión del terreno que ha estado en poder del enemigo, para que el mensaje sea proclamado en regiones lejanas, ¿bloquearán los hombres el camino con sus nociones estrechas? Esta escrupulosidad es cualquier cosa menos saludable. El Espíritu Santo no induce a los hombres a seguir una conducta tal. TM 210.1

Sean todos cuidadosos acerca de cómo se interponen a sí mismos entre Dios, el gran Obrero Principal, y su pueblo. Deberíamos ver y reconocer las obras de su providencia e inclinarnos ante su autoridad. Atienda todo mensajero de Dios su tarea específica y no se apresure a hacer una obra que sólo responde a su propia sabiduría y planeamiento. Acudan los mensajeros del Señor al propiciatorio a fin de recibir sabiduría y gracia para conocer a Dios y comprender la forma en que obra. El conocimiento de Dios les dará mentes equilibradas y sano juicio para que no se muevan en forma impulsiva en este tiempo importante y crítico de la historia de la tierra. TM 210.2

Debida consideración

No es la voluntad de Dios que algunos de sus siervos se muevan en forma precipitada y tengan opiniones estrechas. El quiere que esperen pacientemente y manifiesten debida consideración. Todo paso debe ser dado con juicioso cuidado y después de mucha oración. Entonces nuestros hermanos tendrán una experiencia más ecuánime y tranquila, y podrán ser de mayor beneficio al pueblo, porque la gloria del Señor será su retaguardia. TM 210.3

Nuestra única seguridad consiste en buscar constantemente la sabiduría de Dios, en ponderar cuidadosamente todo asunto con mucho temor y temblor, no sea que introduzcamos en la obra no la luz del cielo sino la debilidad del hombre. Pero el Señor ha prometido dar luz a los que lo buscan con todo el corazón. Si tan sólo confiamos en Dios pacientemente y con oración, no siguiendo nuestros propios planes impetuosos, él guiará nuestras decisiones y abrirá muchas puertas de esperanza y de trabajo. TM 211.1

El gran General de los ejércitos dirigirá todas las batallas para el avance de su causa. El será el guía de su pueblo en los peligrosos conflictos que le esperan si los subdirigentes y los subpastores realizan su obra asignada y escuchan la voz que dice: “Este es el camino, andad por él”; “el que me sigue, no andará en tinieblas”. ¡Qué gran consuelo debe ser esta promesa para nosotros! Podemos andar en luz como él está en luz. TM 211.2

Asegúrense perfectamente los hombres a quienes Dios ha confiado grandes responsabilidades de que están siguiendo a su gran Director, Cristo, y no los impulsos de su propio temperamento. Estaremos seguros solamente cuando nos consagremos a Dios y miremos a Jesús, anhelando con fervor realizar el plan divino. Los hombres pueden seguir muchos tipos de luz, pero hay solamente una Luz segura para seguir. Aseguraos de que estáis siguiendo a Jesús por dondequeira que va. Nadie corra delante de Cristo, sino que espere la orden: “Sígueme”. Desconfíen nuestros dirigentes de su propio consejo, de sus propias imaginaciones ambiciosas. No presuman que las teas que ellos mismos encendieron son la verdadera luz, no sea que después de un tiempo encuentren que en lugar de seguir la estrella guiadora celestial, están siguiendo a un dirigente inseguro. TM 211.3

Dios dirige su obra

Me aflijo al ver a hombres que tratan de señalar la conducta precisa que deben seguir los misioneros en los países lejanos. Debemos dejar los asuntos más en manos de Aquel a quien profesamos seguir, para que él actúe por medio de sus agentes señalados como lo vea conveniente. No debemos pensar que todas las cosas han de colocarse bajo la jurisdicción de unos pocos hombres finitos que necesitan recurrir constantemente a Dios para obtener sabiduría y no cometer graves desatinos. No es el propósito del Señor que todas las cosas estén centralizadas en Battle Creek. [veasé el Apéndice.] El quisiera que los hombres se hicieran a un lado y no sintieran que la obra de Dios depende totalmente de ellos y que todo problema debiera ser referido a su juicio. Me resulta difícil expresar lo que deseo, pero en el nombre del Señor levanto la señal de peligro. Los hombres responsables deben temer y temblar por sí mismos. No deben sentirse competentes para adelantarse a Aquel que dijo: “Sígueme”. Dios no se agrada de que los hombres en países distantes tengan que esperar antes de aventurarse a tomar una determinación. Debemos creer en el poder del Señor para guiar, por-sabiduría y comprensión a sus representantes en toque él tiene el comando de su propia obra. El dará das partes de su gran viña. El dice: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto”. Quiero decirles a mis hermanos de Battle Creek: El Señor no necesita enviar sus órdenes a sus mensajeros que están en todas partes del mundo por medio de Battle Creek. El no ha colocado esta responsabilidad sobre todos los que se arrogan el derecho de decir a los obreros del Señor: “Haz esto”, y “No hagas aquello”. Dios es deshonrado cuando los hombres son inducidos a depender tanto de Battle Creek. TM 212.1

La gente de cada país tiene sus propias características peculiares y distintivas y es necesario que los hombres sepan adaptarse a las ideas peculiares de los habitantes e introducir de tal manera la verdad que puedan hacerles bien. Deben ser capaces de comprender sus necesidades y hacerles frente. Surgirán circunstancias que demanden acción inmediata, y será necesario que aquellos que se encuentran en el lugar atiendan el interés y hagan lo que debe ser hecho bajo la dirección del Espíritu Santo. Si esperaran, en un tiempo de crisis, que viniera de Battle Creek la indicación de lo que deben hacer, perderían mucho. Los hombres que manejan la obra deben ser fieles mayordomos de la gracia de Dios. Deben ser hombres de fe, y deben ser animados a depender de Dios y a confiar en él. TM 213.1

La organización de Dios

Estudien los obreros de Dios el capítulo sexto de Isaías y los primeros dos capítulos de Ezequiel. TM 213.2

La rueda dentro de otra rueda, la semejanza de criaturas vivientes relacionadas con ellas, todo le parecía al profeta intrincado e inexplicable. Pero la mano de la sabiduría infinita se ve entre las ruedas, y el orden perfecto es el resultado de su obra. Cada rueda trabaja en perfecta armonía con cada una de las demás. TM 213.3

Se me ha mostrado que los instrumentos humanos buscan demasiado poder y tratan de controlar la obra ellos mismos. Dejan a Jehová Dios, el Obrero Poderoso, demasiado fuera de sus métodos y planes y no le confían todas las cosas con respecto al progreso de la obra. Nadie debe imaginarse que está en condiciones de manejar estas cosas que pertenecen al gran YO SOY. Dios en su providencia está preparando un camino para que la obra pueda ser realizada por agentes humanos. Ocupe, pues, todo hombre su puesto del deber a fin de hacer la parte que le toca en este tiempo, sabiendo que Dios es su instructor. TM 213.4

En la toma de Jericó, Jehová Dios de los ejércitos era el general de las huestes de Israel. El hizo el plan para la batalla y llamó a agentes celestiales y humanos a participar en la obra, pero ninguna mano humana tocó los muros de Jericó. Dios dispuso las cosas de tal manera que el hombre no pudiera atribuirse ningún crédito por la victoria. Sólo Dios debía ser glorificado. Así debe ser en la obra en la cual estamos empeñados. La gloria no ha de ser dada a los agentes humanos; sólo el Señor ha de ser magnificado. Leed con todo cuidado el tercer capítulo de Ezequiel. Debemos aprender a depender enteramente de Dios y recordar siempre que el Señor Dios necesita de todo agente que sostenga la verdad en justicia. Como obreros por Cristo, debemos proclamar al mundo, de pie frente a la cruz del Calvario: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Hemos de proclamar el mensaje del tercer ángel con nuestras voces humanas, y ha de ir al mundo con poder y gloria. TM 214.1

Cuando los hombres dejen de depender de los hombres, cuando hagan de Dios su eficiencia, se manifestará más confianza mutua. Nuestra fe en Dios es sumamente débil y nuestra confianza mutua es demasiado exigua. TM 214.2

Cristo sopló sobre sus discípulos y dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. Cristo es representado por su Santo Espíritu hoy en día en todas partes de su gran viña. El dará la inspiración de su Santo Espíritu a todos los de corazón contrito. TM 214.3

Dependamos más de la eficiencia del Espíritu Santo, y menos de los agentes humanos. Lamento decir que por lo menos algunos no han dado evidencia de haber aprendido la lección de la mansedumbre y la humildad en la escuela de Cristo. No permanecen en Cristo, no tienen relación vital con él. No son dirigidos por la sabiduría de Cristo mediante la entrega de su Santo Espíritu. Os pregunto: ¿Cómo podemos tener a estos hombres por jueces infalibles? Pueden ocupar puestos de responsabilidad, pero están viviendo lejos de Cristo. No tienen la mente de Cristo y no aprenden diariamente de él. Sin embargo, en algunos casos se confía en su juicio, y su consejo es considerado como sabiduría de Dios. TM 215.1

Cuando los agentes humanos escogen la voluntad de Dios y se conforman al carácter de Cristo, Jesús actúa por medio de los órganos y facultades de ellos. Ponen a un lado todo orgullo egoísta, toda manifestación de superioridad, toda exigencia arbitraria, y manifiestan la humildad y la mansedumbre de Cristo. No son ya ellos mismos los que viven y actúan, sino que es Cristo el que vive y actúa por medio de ellos. Entienden las preciosas palabras de la oración del Salvador: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”. TM 215.2

Dios quiere que todo individuo mire menos a lo finito, que dependa menos de los hombres. Tenemos consejeros que dan evidencia de que no conocen la gracia de Cristo y no entienden la verdad como es en Jesús. Los colaboradores de Dios tienen una opinión humilde de sí mismos. No son jactanciosos, no tienen suficiencia propia, no se ensalzan a sí mismos. Son longánimes, bondadosos, llenos de misericordia y buenos frutos. La ambición humana ocupa una posición subordinada en ellos. La justicia de Cristo los precede, y la gloria del Señor es su retaguardia. TM 215.3

Juntas de consejo

Al dar consejos con respecto al progreso de la obra, ningún individuo debe ser el poder dominante, la voz del conjunto, a menos que sea evidente para todos que el consejo dado es el correcto. Todos los métodos y planes han de ser cuidadosamente considerados, de manera que todos comprendan los méritos relativos a cada uno y decidan cuál será el mejor para ser seguido en la obra misionera que ha de ser hecha en los campos que se abren ante nosotros. Será bueno no solamente considerar los campos a los cuales el deber parece llamarnos, sino las dificultades que han de hallarse. Las juntas designadas para dar consejo, hasta donde sea posible, deben hacer que el pueblo entienda sus planes para que el juicio de la iglesia pueda apoyar sus esfuerzos. Muchos de los miembros de la iglesia son juiciosos y tienen muchas otras excelentes cualidades mentales. Es propio que ejerzan su sabiduría, para que otros despierten a la realidad de las grandes cuestiones que deben ser consideradas. Muchos pueden tomar conciencia de que deben tener una comprensión más profunda de la obra de Dios. TM 216.1

Algunos están convencidos de que están muy atrasados en su conocimiento del mensaje, pero Dios ayudará a los que fervientemente le pidan sabiduría. Nadie acude jamás en vano a su propiciatorio. Debemos buscar fervientemente la sabiduría que es de lo alto comprendiendo que hay almas que perecen por falta de la Palabra de vida y que el reino de Cristo ha de ser extendido. Hombres y mujeres de mentes nobles aún han de ser añadidos al número de aquellos de quienes se dice: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros... para que vayáis y llevéis fruto”. TM 216.2

Cómo obtener los fondos necesarios

Desde el comienzo de nuestra obra misionera, hemos estado muy perplejos por saber cómo podríamos conseguir los fondos adecuados para sostener empresas misioneras en los campos que la providencia ha abierto ante nosotros. La obra misionera ha de ser ampliamente extendida, y los que creen la verdad no deben usar sus medios para comprar lo innecesario. No hemos de estudiar nuestra conveniencia sino más bien nuestras necesidades. Tendremos que ceñirnos a nuestras necesidades a fin de que haya medios en la tesorería para levantar el estandarte de la verdad en nuevos territorios. TM 217.1

Buscad a Dios; creed en Aquel que tiene recursos infinitos. Si obramos sabiamente, colocando nuestra capacidad en la obra, la buena mano de Dios será sobre nosotros. Debemos hacer avanzar la obra, sin esperar que haya fondos en la tesorería antes que la emprendamos. No permita Dios que cuando su providencia nos llama a entrar en los campos blancos para la siega, nuestros pasos sean retardados por el clamor: “Nuestra tesorería está exhausta. No tenemos medios para sostener a los obreros que ya están en el campo, y es imposible ampliar nuestras operaciones”. TM 217.2

Agradecemos a Dios porque nuestras escuelas sabáticas han contribuido bastante para hacer avanzar empresas preciosas. Los niños y los jóvenes han dado sus centavos, que como riachuelos han formado una corriente de beneficencia. Los niños deben ser educados de tal manera que realicen actos abnegados, que el cielo se regocijará de ver. Cuando el rocío de su tierna edad está sobre ellos, ha de enseñarse a los niños cómo servir a Crísto. Debe enseñárseles la abnegación. TM 217.3

Los campos cercanos y lejanos pertenecen a Dios pues el mundo es suyo. La propiedad terrenal de Dios ha sido usurpada, pero él abrirá un camino de manera que la verdad sea presentada en los rincones oscuros de la tierra. Si los hombres siguieran las indicaciones del Espíritu Santo hallarían formas y medios por los cuales el mensaje avanzaría y obtendría una gloriosa victoria. TM 218.1

Que las almas vean a Cristo

Los siervos de Dios que viven en obediencia a sus requerimientos, que hablan la verdad con humildad, ejercerán una influencia que contribuirá a la salvación de muchas almas. Pero no debemos permitir que la gente dependa irremediablemente de nosotros. Somos humanos y finitos. Debemos encaminarlos a Cristo, diciendo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Jesús defiende la causa de sus colaboradores, pero en todo momento deben sentir humilde dependencia del Capitán de su salvación, y por la intercesión de Cristo nuestro Abogado muchas almas serán salvadas para la vida eterna. El Señor ha hecho provisión para el descenso del Espíritu Santo sobre sus obreros, y todo el que sinceramente busque a Dios lo hallará. Hemos de acudir confiadamente al trono de la gracia y la misericordia. Hemos de creer que el Señor escucha y responde nuestras plegarias. Nuestro gran Sumo Sacerdote, que traspasó los cielos, dice: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. El Espíritu Santo mora en cualquier lugar con los obreros consagrados que están tratando de hacer progresar la causa. TM 218.2

El crear oposición innecesaria

Ruego por amor a Cristo que no permitáis que salgan de vuestros labios expresiones apresuradas o ásperas, que no uséis un lenguaje exagerado, que no expreséis nada que tenga sabor de crítica, porque todo esto es humano. Cristo no tiene parte en ello. Cuiden los escritores impulsivos el modo en que usan su pluma, no sea que parezcan ridiculizar la posición de creyentes o no creyentes. Estaremos seguros únicamente si conservamos el espíritu humilde de Cristo y hacemos sendas derechas para nuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino. La mansedumbre y la humildad de Cristo deben tomar posesión del alma. TM 219.1

Satanás está ejerciendo su poder presentando engaños magistrales para efectuar aquello que no está de acuerdo con la voluntad de Dios. Aquellos que creen la verdad no den ocasión a nuestros enemigos para justificar su oposición, ni den pie a que los hombres usen de la calumnia para oponerse al avance de la verdad. Por amor a Cristo, realice cada obrero esfuerzos que anulen los asertos de Satanás, y no se empeñe en nada que Dios no haya demandado de sus manos. Bajo la dirección celestial hemos de trabajar de acuerdo con la voluntad de Dios, y el éxito coronará nuestros esfuerzos. Permitidle a Dios que obre para inducir a los hombres a hacer lo que él desea que realicen para hacer progresar su verdad. TM 219.2

El asunto de la libertad religiosa es muy importante y debe ser manejado con gran sabiduría y discreción; de otra manera, hay peligro de que por nuestra propia conducta traigamos sobre nosotros mismos una crisis antes de estar preparados para ella. El mensaje que debemos predicar es “los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”. Debe pedirse a nuestros hermanos que tengan cuidado de no dar pasos que exciten o provoquen a las autoridades de modo que tomen determinaciones que limiten la obra y nos impidan proclamar el mensaje en los diferentes lugares. TM 219.3

Necesitamos depender más del Infinito y confiar mucho menos en los agentes humanos. Hemos de preparar a un pueblo para estar en pie en el día que Dios ha preparado; hemos de llamar la atención de los hombres a la cruz del Calvario para explicarles la razón por la cual Cristo realizó su gran sacrificio. Hemos de mostrar a los hombres que es posible para ellos volver a su lealtad a Dios y a la obediencia a sus mandamientos. Cuando el pecador mira a Cristo como la propiciación hecha por sus pecados, háganse a un lado los hombres. Declárenle al pecador que Cristo “es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. Anímeselo a buscar sabiduría de Dios, pues por medio de la oración ferviente aprenderá el camino del Señor más perfectamente que si fuera instruido por algún consejero humano. Verá que fue la transgresión de la ley lo que causó la muerte del Hijo del Dios infinito, y odiará los pecados que hirieron a Jesús. Al mirar a Cristo como un compasivo y tierno Sumo Sacerdote, su corazón será preservado en la contrición.* TM 220.1