Testimonios para los Ministros
Capítulo 8—Colaboradores de Dios
Amor y confianza entre los hermanos*
30 de octubre de 1894
Cuando los hombres manifiesten confianza en sus semejantes estarán mucho más cerca de poseer la mente de Cristo. El Señor ha revelado la estima en que tiene al hombre. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Pero algunas mentes están siempre tratando de remodelar el carácter de otros de acuerdo con sus propias ideas y medidas. Dios no les ha encargado esa obra. TM 189.1
El yo siempre se tendrá a sí mismo en gran estima. Cuando los hombres pierden su primer amor, no guardan los mandamientos de Dios, y entonces comienzan a criticarse mutuamente. Este espíritu estará constantemente luchando por imponerse hasta el fin del tiempo. Satanás trata de fomentarlo a fin de que los hermanos, en su ignorancia, traten de devorarse el uno al otro. Dios no es glorificado, sino grandemente deshonrado; el Espíritu de Dios es agraviado. Satanás se alegra, porque sabe que si puede lograr que el hermano espíe al hermano en la iglesia y en el ministerio, algunos se sentirán tan desanimados que abandonarán su puesto del deber. Esta no es la obra del Espíritu Santo; un poder de abajo está obrando en la mente y en el alma para colocar sus atributos donde debieran estar los de Cristo. TM 189.2
Aquel que pagara el precio infinito para redimir a los hombres lee con inequívoca precisión todas las ocultas maquinaciones de la mente humana, y sabe exactamente cómo tratar con toda alma. Y al tratar con los hombres, manifiesta los mismos principios que se revelan en el mundo natural. Las funciones benefactoras de la naturaleza no se realizan mediante intervenciones abruptas y sorpresivas; no se les permite a los hombres tomar la obra de la naturaleza en sus propias manos. Dios obra por medio de la acción tranquila y regular de las leyes que estableciera. Así ocurre en las cosas espirituales. Satanás trata constantemente de producir efectos por medio de rudas y violentas arremetidas; pero Jesús hallaba acceso a la mente por la senda de las asociaciones de ideas que le son más familiares. El perturbaba en lo mínimo posible su acostumbrada cadena de pensamientos por acciones abruptas o reglas prescriptas. Honraba con su confianza al hombre dándole así la oportunidad de demostrar que era digno de esa confianza. Presentaba antiguas verdades iluminadas por una nueva y preciosa luz. A los doce años maravilló a los doctores de la ley por sus preguntas en el templo. TM 189.3
Jesús se revistió de humanidad para poder encontrarse con la humanidad. El coloca a los hombres bajo el poder transformador de la verdad encontrándolos donde están. Obtiene acceso al corazón conquistando la simpatía y la confianza, logrando que todos sientan que él está plenamente identificado con la naturaleza humana y los intereses de los hombres. La verdad salía de sus labios hermosa en su sencillez, y sin embargo revestida de dignidad y poder. ¡Qué maestro era nuestro Señor Jesucristo! ¡Cuán tiernamente trató a cada honrado investigador de la verdad, para ganar su simpatía, y hallar lugar en su corazón! TM 190.1
Debo deciros, hermanos, que estáis lejos de lo que el Señor quisiera que fuerais. Los atributos del enemigo de Dios y del hombre demasiado a menudo hallan expresión en vuestro espíritu y en vuestra actitud mutua. Os herís mutuamente porque no sois participantes de la naturaleza divina. Obráis en contra de la perfección de vuestro propio carácter, os acarreáis dificultades, hacéis vuestra labor dura y cansadora, porque consideráis vuestro propio espíritu y vuestros defectos de carácter como preciosas virtudes dignas de ser atesoradas y fomentadas. TM 190.2
Jesús les señala a las mentes más elevadas, así como a las más humildes, el lirio bañado por el rocío matutino, y nos pide: “Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos”. Y aplica esta lección: “Si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?” TM 191.1
Que la verdad avance
Los hombres logran que el impulsar la verdad resulte diez veces más difícil de lo que es, al tratar de arrebatar la obra de las manos divinas, para ponerla en sus propias manos finitas. Piensan que deben estar constantemente inventando alguna cosa para lograr que los hombres hagan lo que ellos suponen que esas personas deben hacer. El tiempo empleado de esta suerte está haciendo más complicada la obra, porque se hace a un lado al gran Director en el cuidado de su propia heredad. Los hombres asumen la tarea de remendar los caracteres defectuosos de otros, y sólo tienen éxito en empeorar mucho los defectos. Harían mejor en dejar que Dios hiciera su propia obra, pues él no los considera capaces de remodelar el carácter. TM 191.2
Lo que necesitan es estar imbuidos del espíritu de Cristo. Si se aferran a la fortaleza del Señor, harán paz con él; entonces se hallarán en buen camino para estar en paz con sus colaboradores. Cuanto menos tenga el agente humano de la mansedumbre y la humildad de Cristo en su espíritu y carácter, tanto más verá la perfección en sus propios métodos y la imperfección en los de los demás. Nuestra única seguridad consiste en velar y orar y tomar consejo, creyendo que Dios guardará a nuestros hermanos así como a nosotros mismos, porque no hay acepción de personas para él. Dios trabajará por nosotros cuando seamos fieles estudiantes de sus palabras y las pongamos por obra. TM 191.3
Pero cuando los obreros desatienden tan manifiestamente la orden expresa de Cristo de que nos amemos unos a otros como él nos amó a nosotros, ¿cómo podemos esperar que los hermanos acaten las órdenes de hombres finitos y los reglamentos y especificaciones en cuanto a cómo trabajar? La sabiduría que nos da la receta debe ser sobrenatural, de otra manera resultará ser un médico que no puede sanar, sino sólo destruir. Mejor sería que buscáramos a Dios con todo el corazón, y depusiéramos el engreimiento; pues “todos vosotros sois hermanos”. TM 192.1
Cristo ha alivianado el yugo
En vez de afanaros en preparar reglamentos y estipulaciones rígidas, deberíais más bien estar orando y sometiendo vuestra voluntad y vuestros caminos a Cristo. El no se agrada cuando vosotros hacéis difíciles las cosas que él ha hecho fáciles. El dice: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. El Señor Jesús ama su herencia; y si los hombres no se arrogaran el derecho de prescribir reglas para sus colaboradores, sino aplicaran las reglas de Cristo en su propia vida y copiaran sus lecciones, serían ejemplos y no jueces. TM 192.2
El carácter paternal de Dios
El tema más favorito de Cristo fue el carácter paternal y el abundante amor de Dios. La maldición de todas las iglesias hoy es que los hombres no adoptan los métodos de Cristo. Piensan que pueden mejorar la reglas dadas en el Evangelio, y se sienten libres para definirlas, esperando así reformar las iglesias y a los obreros. Sea Dios nuestro único Maestro y Señor, lleno de bondad, compasión y amor. TM 192.3
Dios da conocimiento a sus obreros; y ha dejado registrada para nosotros esta promesa rica y plena: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida en fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor”. ¿No es mejor obtener sabiduría individualmente yendo a Dios, y no al hombre? ¿Qué dice el gran Maestro? “He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste”. TM 193.1
La crítica de los defectos ajenos
Existe entre nosotros un mal que necesita ser corregido. Hay hermanos que se sienten libres para observar los supuestos defectos de otros y hablar de ellos, cuando esa misma libertad revela inequívocamente un defecto en ellos mismos. Manifiestan que son sabios en su propia opinión y Dios no puede darles su bendición especial porque se exaltarían a sí mismos y dañarían la preciosa causa de la verdad. Cuando el mundo estaba destituido del conocimiento de Dios, vino Jesús para impartir esa inestimable bendición: el conocimiento del carácter paternal de nuestro Padre celestial. Este era su propio don a nuestro mundo, y confió ese don a sus discípulos, para que lo comunicaran al mundo. TM 193.2
Los obreros deben progresar
Una vez que hayan aprendido las sencillas reglas [los ministros] deben dedicarse a la adquisición de conocimientos en relación con su trabajo, de manera que sean obreros que no tengan de qué avergonzarse. Si emplean sabiamente su tiempo, pueden ir dominando una rama de la ciencia tras otra, mientras se hallan empeñados en la obra de predicar la verdad. Momentos de oro son desperdiciados en conversaciones sin importancia, en la inactividad y en hacer cosas de poca consecuencia; momentos que deben ser usados todos los días en tareas útiles que nos ayudarán a acercarnos a la norma elevada. TM 193.3
Los hombres que se presentan ahora ante el pueblo como representantes de Cristo tienen generalmente más capacidad que educación, pero no usan sus facultades para sacar el mayor provecho de su tiempo y oportunidades. Si hubieran empleado las energías que Dios les dio, casi todos los pastores podrían ser no solamente eficientes en lectura, redacción y gramática, sino aun en idiomas. Es esencial que se fijen un blanco elevado. Pero han tenido poca ambición y no han puesto a prueba sus facultades para alcanzar una norma elevada de conocimientos generales y en cuanto a las cosas religiosas. TM 194.1
Nuestros ministros tendrán que rendir cuenta a Dios por el enmohecimiento de los talentos que él les ha dado para que los desarrollaran mediante el ejercicio. Podrían haber hecho inteligentemente diez veces más obra si se hubieran interesado en llegar a ser gigantes intelectuales. Toda su experiencia en su elevada vocación es empequeñecida porque se contentan con permanecer donde están. Sus esfuerzos por adquirir conocimiento no obstaculizarán en lo más mínimo su crecimiento espiritual si estudian con motivos correctos y blancos adecuados. TM 194.2
Necesidad de obreros
Se necesitan obreros en todo el mundo. La verdad de Dios ha de ser llevada a los países extranjeros, para que los que se hallan en tinieblas puedan ser iluminados. Ha de hacerse una obra que califique a los estudiantes para ser colaboradores de Dios. TM 194.3
Dios requiere que se manifieste en este sentido un celo infinitamente mayor. Como pueblo estamos en algunos respectos muy atrasados en la obra misionera. No estamos haciendo ni la vigésima parte del bien que podríamos hacer en el desempeño de nuestras responsabilidades porque el egoísmo prevalece en extenso grado entre nosotros. Algunos envidian a los demás temiendo que se los va a estimar más que a ellos mismos. TM 195.1
Se necesitan ahora intelectos cultivados en todos los sectores de la obra de Dios, pues los novicios no pueden hacer en forma aceptable la obra de revelar el tesoro escondido que enriquece a las almas. Dios ha establecido que las escuelas sean instrumentos que preparen obreros para Jesucristo de los cuales no tenga que avergonzarse, y este objetivo debe tenerse siempre presente. Aun no se ha vislumbrado la altura que el hombre puede alcanzar mediante la educación adecuada. La mayoría de nuestros hombres tienen talentos superiores al promedio. Si sus facultades fueran puestas en uso, tendríamos veinte ministros donde ahora hay uno solo. Se educarían también médicos para batallar contra la enfermedad. TM 195.2
Ciudades y pueblos están empapados en el pecado, pero hay Lots en cada Sodoma. El veneno del pecado está actuando en el corazón de la sociedad. Dios pide reformadores que se levanten en defensa de las leyes que él ha establecido para gobernar el organismo y para mantener una norma elevada en la educación de la mente y el corazón. TM 195.3
El cultivo del corazón
Hay peligro de que una minuciosidad farisaica embargue las mentes con formas y costumbres mundanas, a las cuales en muchos casos se adjudique gran importancia, haciendo un mundo de un átomo y un átomo de un mundo. La gracia de Cristo con su influencia purificadora y ennoblecedora hará más por nosotros que toda la educación mundana relativa a la etiqueta que se considera tan esencial. Para muchas personas las cosas externas de la religión lo son todo; sin embargo es evidente que no poseen la genuina cortesía, la única que es de valor ante Dios. Si se les habla acerca de sus faltas, tienen tan poca cortesía cristiana que pierden de vista la sagrada investidura del ministro, a quien Dios ha enviado con su mensaje de amonestación, en el esfuerzo que hacen por criticar su actitud, sus gestos y sus frases. Se creen modelos de sabiduría, pero no hacen caso a las palabras de Dios que proceden de los atrios del cielo. Dios dice a los tales que tendrán que hacerse necios a fin de conocer la verdadera sabiduría de Cristo. TM 195.4
Se me mostró que nuestro colegio fue destinado por Dios a realizar la grande y buena obra de salvar almas. Sólo cuando se los coloca bajo el pleno dominio del Espíritu de Dios los talentos de un individuo son utilizados al máximo. Los preceptos y principios de la religión son los primeros pasos en la adquisición del conocimiento y constituyen la misma base de la verdadera educación. El conocimiento y la ciencia deben ser vivificados por el Espíritu de Dios a fin de servir los más nobles propósitos. Solamente el cristiano puede hacer el debido uso del conocimiento. La ciencia, para que pueda ser plenamente apreciada, debe ser considerada desde el punto de vista religioso. Entonces todos adorarán al Dios de la ciencia. El corazón ennoblecido por la gracia de Dios puede comprender mejor el verdadero valor de la educación. Los atributos de Dios que se observan en sus obras creadas, pueden ser apreciados únicamente conociendo al Creador. Los maestros no deben estar familiarizados sólo con la teoría de la verdad, sino que deben tener un conocimiento experimental del camino de la santidad a fin de conducir a los jóvenes a las fuentes de la verdad, al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El conocimiento es poder únicamente cuando está unido con la verdadera piedad. Será noble el alma que se haya vaciado del yo. Cristo morando en el corazón por la fe nos hará sabios a la vista de Dios.* TM 196.1