Testimonios para los Ministros

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La recepción de donativos

30 de enero de 1895

Preguntáis si es correcto recibir donativos de los mundanos.[veasé el Apéndice.] La pregunta no es extraña; pero yo os preguntaría: ¿Quién posee nuestro mundo? ¿Quién es el verdadero dueño de las casas y las tierras? ¿No es acaso Dios? El tiene en nuestro mundo, y ha colocado en las manos de los hombres, una abundancia de recursos con los cuales recibirían alimento los hambrientos, vestido los desnudos y un techo quienes no lo tienen. El Señor induciría a hombres mundanos, aun idólatras, a dar de su abundancia para el sostén de la obra si nos acercáramos a ellos con sabiduría y les diéramos la oportunidad de hacer aquello que tienen el privilegio de realizar. Nosotros tendríamos el privilegio de recibir lo que ellos podrían dar. TM 197.1

Debiéramos relacionarnos con los potentados, y ejerciendo la sabiduría de la serpiente y la sencillez de la paloma, recibiríamos sus favores porque Dios los induciría a hacer muchas cosas en beneficio de su pueblo. Si las personas indicadas les presentaran en forma adecuada a los que tienen medios e influencia las necesidades de la obra de Dios, estos hombres podrían hacer mucho para el progreso de la causa de Dios en nuestro mundo. Nos hemos privado de privilegios y ventajas cuyo beneficio podríamos haber tenido porque escogimos subsistir independientes del mundo. Pero no necesitamos sacrificar un solo principio de la verdad al paso que aprovechamos toda oportunidad que se nos presenta para hacer progresar la causa de Dios. TM 197.2

El Señor quiere que su pueblo esté en el mundo, pero que no sea del mundo. Sus hijos deben tratar de presentar la verdad a las personas encumbradas para que tengan la oportunidad de recibir y pesar las evidencias. Hay muchos que no tienen luz ni información, y como individuos tenemos una obra seria, solemne y sabia que realizar. Hemos de sentir aflicción de alma por los que se hallan en puestos encumbrados, e ir a ellos con la generosa invitación para asistir a la fiesta de bodas. Podría haberse hecho mucho más de lo que se hizo hasta ahora por estas personas. El último mensaje que Cristo dio a sus discípulos antes que fuera quitado de ellos y arrebatado al cielo, fue el mandato de llevar el Evangelio por todo el mundo, acompañado por la promesa del Espíritu Santo. El Señor dijo: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. TM 198.1

“De Jehová es la tierra y su plenitud”. “Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos”. “Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados. Conozco a todas las aves de los montes, y todo lo que se mueve en los campos me pertenece. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y su plenitud”. TM 198.2

La preocupación por las almas

Hay una gran obra que hacer en la tierra, y el Señor Jesús ha convertido a los hombres en socios con él, a fin de que los agentes celestiales puedan cooperar con los agentes humanos. Cristo experimentó aflicción de alma por la redención del mundo, y los colaboradores de Dios son representantes de Cristo ante nuestro mundo y tendrán compasión por los perdidos, y sentirán aflicción de alma por la redención de los hombres. A menos que la iglesia despierte y atienda su puesto del deber, Dios le cargará la pérdida de las almas a su cuenta. Tengo profundo interés de que la obra de Dios avance. TM 198.3

Se les pide a los escogidos de Dios que multipliquen iglesias dondequiera que puedan tener éxito en la tarea de traer almas al conocimiento de la verdad. Pero el pueblo de Dios nunca ha de concentrarse en una gran comunidad como lo ha hecho en Battle Creek. Los que saben lo que significa sentir aflicción de alma nunca lo harán, porque sentirán la carga que Cristo llevó por la salvación de los hombres. TM 199.1

El espíritu de sabiduría

Todos los que son elegidos de Dios cultivarán sus facultades intelectuales. Jesús vino para ejemplificar el carácter del Padre, y envió a sus discípulos al mundo para ejemplificar el carácter de Cristo; nos ha dado su Palabra para señalar el camino de la vida, y ha prometido dar eficiencia mediante el poder del Espíritu Santo a nuestra predicación de esa Palabra. ¿Hay necesidad, entonces, de andar en la incertidumbre, afligiéndose de que no se conoce o no se experimenta la obra del Espíritu Santo en el corazón? ¿Tenéis hambre y sed de ser instruidos en justicia? Entonces podéis estar seguros de que seréis saciados. “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna”. TM 199.2

El Señor quiere que tengamos el espíritu de sabiduría celestial. ¿Nos sentimos impulsados todos a orar al Señor humilde y fervientemente, como lo exigen nuestras necesidades, importunándolo en procura del espíritu de sabiduría? ¿Oramos diciendo: “Muéstrame los secretos que no conozco, enséñame tú”? ¡Ojalá asciendan oraciones humildes y fervorosas que salgan de labios sinceros reclamando el consejo que viene de Dios! El Señor dice: “Mío es el consejo, y mía es la sabiduría”.* TM 199.3