Mente, Carácter y Personalidad 2

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El inmenso valor de la integridad sin dobleces

Los siervos de Dios están más o menos obligados a participar de las transacciones comerciales del mundo, pero deben comprar y vender sabiendo que el ojo de Dios está sobre ellos. No se deben usar ni balanzas falsas ni pesas engañosas, porque son abominación para el Señor. En cada transacción comercial el cristiano debe ser exactamente lo que él quiere que sus hermanos crean que es. Su conducta tiene la dirección que le imprimen los principios fundamentales. No traza planes engañosos; por lo tanto, no tiene nada que ocultar, nada que disimular. 2MCP 83.4

Se lo podrá criticar, se lo podrá someter a prueba, pero su integridad inquebrantable resplandecerá como el oro puro. Es una bendición para todos los que se relacionan con él, porque su palabra es digna de confianza. Es un hombre que no se aprovecha de su prójimo. Es amigo y benefactor de todos, y sus semejantes confían en su consejo. ¿Emplea trabajadores para que le atiendan la cosecha? No les retiene fraudulentamente el dinero que ganaron con tanto esfuerzo. ¿Tiene dinero que no necesita usar de inmediato? Alivia las necesidades de su hermano menos afortunado. No trata de agrandar su propiedad o llenarse los bolsillos aprovechándose de las lamentables circunstancias en que se encuentra su vecino. Su propósito consiste en ayudar y bendecir a sus prójimos. 2MCP 83.5

Una persona verdaderamente honesta nunca se aprovechará de la debilidad o de la incompetencia para llenar su propia bolsa. Acepta el justo equivalente de lo que expende. Si hay defectos en los artículos que vende, lo dice francamente a su hermano o vecino, aunque al hacerlo esté obrando en contra de sus propios intereses pecuniarios.—Carta 3, 1878. 2MCP 84.1