El Hogar Cristiano

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Capítulo 71—El don del habla

La voz es un talento—La voz es un talento que nos ha sido confiado y debe usarse para ayudar, alentar y fortalecer a nuestros semejantes. Si los padres aman a Dios y se mantienen en el camino del Señor para obrar con justicia y juicio, su lenguaje no tendrá sabor de sentimentalismo enfermizo. Será de índole sana, pura y edificante. Estén ellos en el hogar o fuera de él, sus palabras serán bien escogidas. No se rebajarán a la vulgaridad.1 HC 394.1

Cada palabra ejerce influencia—Toda palabra pronunciada por los padres ejerce su influencia sobre los hijos, para bien o para mal. Si los padres hablan coléricamente, si manifiestan el mismo espíritu que los hijos de este mundo, Dios los tiene por tales, no como hijos suyos.2 HC 394.2

Una palabra en sazón puede ser como una buena semilla en las mentes juveniles y contribuir a que unos piecitos sean conducidos por la senda recta, mientras que una palabra incorrecta puede llevar esos pies por una senda de ruina.3 HC 394.3

Los ángeles oyen las palabras que se pronuncian en el hogar. Por lo tanto, no regañéis; antes sea la influencia de vuestras palabras de tal índole que ascenderá al cielo como fragante incienso.4 HC 394.4

Los padres deben mantener la atmósfera del hogar pura y fragante con palabras bondadosas, tierna simpatía y amor; pero al mismo tiempo deben ser firmes e inflexibles en cuanto a los buenos principios. Puede ser que si sois firmes con vuestros hijos ellos piensen que no los amáis. Podéis esperar tal cosa, pero nunca manifestéis dureza. La justicia y la misericordia deben darse la mano; no debe haber vacilación ni movimientos impulsivos.5 HC 394.5

Expresa la gracia íntima—El principal requisito del lenguaje es el de ser puro, bueno y sincero: “la expresión externa de una gracia interior.”... La mejor escuela para este estudio del lenguaje es el hogar.6 HC 395.1

Las palabras bondadosas son como rocío y suaves lluvias para el alma. La Escritura dice acerca de Cristo que se concedió gracia a sus labios, para que supiese “hablar en sazón palabra al cansado.” Y el Señor nos ordena: “Sea vuestra palabra siempre con gracia,” “para que dé gracia a los oyentes.”7 HC 395.2

El cultivo de la voz en el hogar—En el círculo del hogar debiera darse instrucción en el cultivo de la voz. Los padres deben enseñar a sus hijos a hablar con tanta claridad que quienes los escuchen puedan comprender cada palabra que pronuncien. Deben enseñarles a leer la Biblia con expresión clara y distinta, de una manera que honre a Dios. Y los que se arrodillan en derredor del altar de la familia no han de hundir el rostro entre las manos o en un sillón cuando se dirigen a Dios. Alcen la cabeza y con santa y valiente reverencia, alléguense al trono de la gracia.8 HC 395.3

Sed puros en vuestro lenguaje. Cultivad un tono de voz que sea suave y persuasivo, no duro ni autoritario. Dad a los niños lecciones en el cultivo de la voz. Educad sus modos de hablar, hasta que no broten espontáneamente de sus labios palabras groseras o rudas cuando se les presenta alguna prueba.9 HC 395.4

El cultivo de la voz es un asunto que tiene que ver con la salud de los estudiantes. Debe enseñarse a los jóvenes a respirar debidamente, y a leer de tal manera que no impongan un recargo indebido a la garganta y los pulmones, sino que el trabajo sea compartido por los músculos abdominales. El hablar por la garganta, dejando que el sonido provenga de la parte superior de los órganos vocales, arruina la salud de esos órganos y disminuye su eficiencia. Los músculos abdominales han de hacer la parte más pesada del trabajo, usándose la garganta sólo como un canal. Han muerto muchos que podrían haber vivido si se les hubiese enseñado a usar debidamente la voz. El uso correcto de los músculos abdominales al leer y hablar, será un remedio para muchas de las dificultades de la voz y del pecho y un medio de prolongar la vida.10 HC 395.5

Efecto de las palabras duras—En un hogar donde se pronuncian palabras duras, de reprensión e irritación, un niño llora mucho; y en su tierna sensibilidad se imprimen rastros de desgracia y discordia. Por lo tanto, madres, dejad que vuestro semblante se llene de sol. Sonreíd si podéis, y la mente y el corazón del niño reflejarán la luz de vuestro rostro como la placa pulida de un artista retrata los rasgos humanos. Aseguraos, madres, de que Cristo more en vosotras, para que la semejanza divina se grabe en la mente plástica de vuestro hijo.11 HC 396.1

No haya nota discordante—No permitáis que penetre en el hogar nada que se parezca a contienda o disensión. Hablad con amabilidad. Nunca se eleve vuestra voz hasta ser áspera. Conservad la calma. Desechad la censura y toda falta de veracidad. Decid a los niños que queréis ayudarles a prepararse para un cielo santo, donde todo es paz, donde no se oye una sola nota discordante. Sed pacientes con ellos en sus pruebas, que pueden pareceros pequeñas pero son grandes para ellos.12 HC 396.2

Cuando los padres y las madres estén convertidos, habrá un cambio completo en los principios de su gobierno. Se habrán convertido también sus pensamientos y sus lenguas.... HC 396.3

No se hablará en tono alto ni airado. Las palabras serán de un carácter que suavice y beneficie al oyente.... Eliminad de la voz todas las características desagradables.13 HC 396.4

Debemos subyugar el genio violento, y dominar nuestras palabras; así obtendremos grandes victorias. A menos que dominemos nuestras palabras y genio, somos esclavos de Satanás, y estamos sujetos a él como cautivos suyos. Cada palabra discordante, desagradable, impaciente o malhumorada, es una ofrenda presentada a su majestad satánica. Y es una ofrenda costosa, más costosa que cualquier sacrificio que podamos hacer para Dios; porque destruye la paz y felicidad de familias enteras, destruye la salud, y puede hacernos perder finalmente una vida eterna de felicidad.14 HC 397.1

¿Alegría o sombra en las palabras?—Es importante que se enseñe a los niños y jóvenes a velar sobre sus palabras y acciones; porque su conducta produce sol o sombra, no sólo en su propio hogar, sino también para con todos aquellos con quienes se relacionen.15 HC 397.2

Con frecuencia un empleo imprudente del talento del habla produce desdicha. A nadie autoriza la Palabra de Dios para hablar con dureza, de un modo que cree sentimientos desagradables y desgracia en la familia. Los otros miembros de la familia pierden su respeto por quien hable así, mientras que si refrenase sus sentimientos podría conquistar el afecto y la confianza de todos.16 HC 397.3

Amabilidad hacia los niños; respeto hacia los padres—Dirijan los padres tan sólo palabras amables a sus hijos; y los hijos dirijan tan sólo palabras respetuosas a sus padres. Hay que prestar atención a estas cosas en la vida familiar; porque si los niños contraen buenos hábitos en la formación de su carácter, les resultará mucho más fácil ser enseñados por Dios y acatar lo que él exige.17 HC 397.4

Evítese toda grosería—Padres y madres, esposos y esposas, hermanos y hermanas, no os acostumbréis a ser bajos en vuestras acciones, palabras o pensamientos. Los dichos groseros, las bromas viles, la falta de urbanidad y verdadera cortesía en la vida familiar llegarán a ser una segunda naturaleza para vosotros y os incapacitarán para formar parte de la sociedad de aquellos a quienes la verdad está santificando. El hogar es un lugar demasiado sagrado para ser contaminado por la indecencia, la sensualidad, las recriminaciones y el escándalo. Acallad las malas palabras; desechad el pensamiento profano porque el Testigo verdadero pesa cada palabra, valora cada acción y declara: “Conozco tus obras.”18 HC 397.5

La conversación baja y vulgar no debe hallar cabida en la familia. Cuando el corazón sea puro, fluirán ricos tesoros de sabiduría.19 HC 398.1

No pronunciéis insensateces en vuestra casa. Aun los niños muy tiernos serán beneficiados por “la forma de las sanas palabras,” mientras que las palabras ociosas e insensatas que intercambien el padre y la madre provocarán la misma clase de palabras entre los hijos. Por otra parte, las expresiones correctas, sinceras, veraces y serias inducirán a toda la familia a usar esa misma clase de palabras y también a ejecutar buenas acciones.20 HC 398.2

Males de las palabras de ira—Cuando dirigís palabras de ira a vuestros hijos, estáis ayudando a la causa del enemigo de toda justicia. Tenga cada niño una oportunidad justa desde su más tierna infancia. La obra de enseñanza debe comenzar en la infancia, y no ir acompañada de dureza ni irritación, sino de bondad y paciencia; y esta instrucción debe continuar hasta que los hijos lleguen a la edad adulta.21 HC 398.3

Busque cada familia al Señor en oración ferviente a fin de obtener ayuda para hacer la obra de Dios. Venzan todos los hábitos de hablar con apresuramiento y el deseo de culpar a otros. Aprendan a ser bondadosos y corteses en el hogar, a adquirir hábitos de reflexión altruísta y cuidado.22 HC 398.4

¡Cuánto daño producen en el círculo familiar las palabras impacientes, pues una expresión de impaciencia de parte de uno de los miembros induce a otro a contestar de la misma manera y con el mismo espíritu. Luego vienen las palabras de represalias, y las de justificación propia, con las que se fragua un yugo pesado y amargo para vuestra cerviz; porque todas esas palabras acerbas volverán a vuestra alma en funesta cosecha.23 HC 398.5

Las palabras duras hieren al corazón mediante el oído, despiertan las peores pasiones del alma y tientan a hombres y mujeres a violar los mandamientos de Dios.... Las palabras son como semillas implantadas.24 HC 399.1

Son como blasfemias—Entre los miembros de muchas familias se sigue el hábito de hablar con descuido, o para atormentar a otros y la costumbre de decir palabras duras se fortalece a medida que se cede a ella. Así se dicen muchas cosas objetables que concuerdan con el espíritu de Satanás y no con el de Dios.... Las quemantes palabras de ira no debieran ser pronunciadas, porque delante de Dios y de los santos ángeles son como una especie de blasfemia.25 HC 399.2

Como perdió un padre la confianza de sus hijos—Hermano mío, sus palabras de intolerancia hieren a sus hijos. A medida que crezcan, se intensificará en ellos la tendencia a criticar. El hábito de censurar está corrompiendo su propia vida y se extiende a su esposa y a sus hijos. Estos no son estimulados a darle su confianza ni a reconocer sus propios defectos, porque saben que a continuación Vd. expresará severas reprensiones. Con frecuencia sus palabras son como un granizo asolador que quebranta las tiernas plantas. Es imposible evaluar el daño así causado. Sus hijos practican el engaño para evitar las palabras duras que Vd. pronuncia. Procuran eludir la verdad para escapar a la censura y al castigo. Una orden fría y dura no les beneficiará.26 HC 399.3

Un voto sugerente—Sería bueno que cada hombre firmase la promesa de hablar bondadosamente en su casa y de permitir que la ley del amor rija sus palabras. Padres, no habléis nunca apresuradamente. Si vuestros hijos obran mal, corregidlos, pero con palabras impregnadas de ternura y amor. Cada vez que regañáis, perdéis una preciosa oportunidad de dar una lección de tolerancia y paciencia. Sea el amor el rasgo más destacado de vuestra corrección de lo malo.27 HC 399.4

La conversación en la mesa—Cuantas familias sazonan sus comidas diarias con dudas y preguntas. Disecan el carácter de sus amigos y lo sirven como delicado postre. Circula por la mesa un precioso trozo de calumnia, para que lo comenten, no solamente los adultos, sino también los niños. Esto deshonra a Dios.28 HC 400.1

El espíritu de crítica y censura no debiera hallar cabida en el hogar. La paz de éste es demasiado sagrada para ser mancillada por ese espíritu. Pero ¡cuán a menudo, cuando están sentados para comer, los miembros de la familia hacen circular un plato de crítica, censura y escándalo! Si Cristo viniese hoy, ¿no hallaría a muchas de las familias que profesan ser cristianas cultivando el espíritu de crítica y crueldad? Los miembros de tales familias no están listos para unirse con la familia celestial.29 HC 400.2

Sea la conversación de la familia en derredor de la mesa de un carácter tal que deje una influencia fragante en la mente de los niños.30 HC 400.3

Chismes y cuentos—Nos horrorizamos al pensar en el caníbal que come con deleite la carne aún caliente y temblorosa de su víctima, pero, ¿son los resultados de esta práctica más terribles que la agonía y la ruina causadas por el hábito de falsear los motivos, manchar la reputación, y disecar el carácter? Aprendan los niños y también los jóvenes lo que Dios dice acerca de estas cosas: “La muerte y la vida están en el poder de la lengua.”31 HC 400.4

El espíritu de la chismografía es uno de los agentes esenciales que tiene Satanás para sembrar discordia y disensión, para separar amigos y minar la fe de muchos en la veracidad de nuestra posición.32 HC 400.5

Crear desconfianza es ayudar al enemigo—Para los seres humanos es natural pronunciar palabras cortantes. Los que ceden a esta inclinación abren la puerta para que Satanás entre en su corazón y los haga prestos para recordar los errores de otros. Se espacian en sus faltas, notan sus deficiencias y dicen palabras que hacen perder la confianza en quien está haciendo lo mejor que puede para cumplir su deber como colaborador de Dios. Con frecuencia se siembran las semillas de desconfianza porque alguno piensa que debiera haber sido favorecido, mas no lo fué.33 HC 400.6

Dios invita a los creyentes a que dejen de censurar y de expresar juicios apresurados y carentes de bondad. Padres, sean bondadosas y placenteras las palabras que dirigís a vuestros hijos, a fin de que los ángeles tengan vuestra ayuda para atraerlos a Cristo. Se necesita una reforma cabal en la iglesia del hogar. Comiéncesela en seguida. Cesen las murmuraciones, la irritación y las reprensiones. Los que se irritan y censuran a otros acerbamente cierran la puerta a los ángeles del cielo y la abren para los ángeles malos.34 HC 401.1

Sean los padres pacientes—Padres, cuando os sentís nerviosos, no debéis cometer el grave pecado de envenenar a toda la familia con esta irritabilidad peligrosa. En tales ocasiones, ejerced sobre vosotros mismos una vigilancia doble, y resolved en vuestro corazón no ofender con vuestros labios, sino pronunciar solamente palabras agradables y alegres. Decíos: “No echaré a perder la felicidad de mis hijos con una sola palabra de irritación.” Dominándoos así vosotros mismos, os fortaleceréis. Vuestro sistema nervioso no será tan sensible. Quedaréis fortalecidos por los principios de lo recto. La conciencia de que estáis desempeñando fielmente vuestro deber, os fortalecerá. Los ángeles de Dios sonreirán al ver vuestros esfuerzos, y os ayudarán.35 HC 401.2

Padres y madres, hablad bondadosamente a vuestros hijos; recordad cuán sensibles sois vosotros mismos y cuán poca censura podéis soportar; reflexionad y reconoced que vuestros hijos son como vosotros. No les impongáis lo que vosotros mismos no podéis llevar. Si no podéis soportar la censura y la inculpación, tampoco lo pueden vuestros hijos, que son más débiles que vosotros y no pueden aguantar tanto. Sean vuestras palabras agradables y alegres como rayos de sol en la familia. Los frutos del dominio propio, la atención y el esmero que manifestéis se centuplicarán.36 HC 401.3

Tiempo de callar o de cantar—Vendrán pruebas, es verdad, aun para aquellos que estén plenamente consagrados. La paciencia del más paciente será severamente probada. Puede suceder que el esposo o la esposa pronuncien palabras capaces de provocar una respuesta precipitada; guarde entonces silencio la persona a quien fueron dirigidas aquellas palabras. Hay seguridad en el silencio. Es éste, con frecuencia, la reprensión más severa que se pueda administrar a quien pecó con sus labios.37 HC 402.1

Cuando ellos [los niños y jóvenes] pierden el dominio propio y dicen palabras coléricas, una actitud de silencio es a menudo la mejor conducta, en vez de recurrir a reproches, disputas o condenación. Pronto vendrá el arrepentimiento. El silencio, que es de oro, será muchas veces más eficaz que todas las palabras que se pudieran decir.38 HC 402.2

Cuando los demás manifiestan impaciencia e irritación, y se quejan porque su yo no ha sido subyugado, empezad a cantar algunos de los himnos de Sión. Mientras Cristo trabajaba en su banco de carpintero, se veía a veces rodeado de otras personas, que procuraban impacientarle; pero él entonaba algunos de los hermosos salmos, y antes de que los demás se dieran cuenta de lo que hacían, cantaban con él, como bajo la influencia del poder del Espíritu Santo que se sentía allí.39 HC 402.3

El dominio propio al hablar—Dios requiere de los padres que, por su dominio propio y su ejemplo en la edificación de un carácter sólido, difundan la luz dentro del círculo inmediato de su pequeño rebaño. No debe haber conversaciones comunes y triviales. Dios mira todo lo secreto de la vida. Algunos sostienen una lucha constante para dominarse. Diariamente contienden en silencio y con oración contra la aspereza de su lenguaje y genio. Estas luchas no son tal vez apreciadas por los seres humanos. Los que las sostienen no recibirán tal vez alabanza de labios humanos por retener las palabras precipitadas que estuvieron a punto de escapárseles. El mundo no verá esas victorias, y si pudiera verlas despreciaría a los vencedores. Pero en los registros del cielo ellos son anotados como tales. Hay Quien presencia todo combate secreto y toda victoria silenciosa, y dice: “Mejor es el que tarde se aira que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad.”40 HC 402.4

Si Vd. se niega a dejarse arrebatar por la cólera, a impacientarse o a regañar, el Señor le mostrará la salida. Le ayudará a emplear el talento del habla de una manera tan semejante a como lo empleaba Cristo, que arraigarán en el hogar los preciosos atributos de la paciencia, el consuelo y el amor.41 HC 403.1