Capítulo 70—Alegría y buen ánimo
El cristiano verdadero es animoso—No permitamos que las perplejidades y preocupaciones de la vida diaria agiten nuestro espíritu y anublen nuestra frente. Si lo permitimos, siempre habrá algo que nos moleste. La vida es como la hacemos, y hallaremos lo que busquemos. Si procuramos tristeza y aflicción, si estamos en disposición de magnificar las pequeñas dificultades, encontraremos bastantes de ellas para embargar nuestros pensamientos y nuestra conversación. Pero si miramos el aspecto alegre de las cosas, hallaremos lo suficiente para comunicarnos ánimo y felicidad. Si damos sonrisas, ellas nos serán devueltas; si pronunciamos palabras agradables y alentadoras, nos serán repetidas.
HC 390.1
Cuando los cristianos parecen tétricos y deprimidos, como si se considerasen sin amigos, dejan una impresión errónea acerca de la religión. En algunos casos, se ha tenido la idea de que la alegría no cuadra con la dignidad del carácter cristiano, pero esto es un error. En el cielo todo es gozo; y si admitimos los goces del cielo en nuestra alma y, hasta donde podamos, los expresamos en nuestras palabras y conducta, ocasionaremos a nuestro Padre celestial más agrado que si somos sombríos y tristes.
HC 390.2
A todos incumbe el deber de cultivar el buen ánimo en vez de rumiar sus tristezas y dificultades. Muchos son los que no sólo se hacen desdichados así, sino que sacrifican su salud y felicidad a una imaginación mórbida. Hay en derredor suyo cosas que no son agradables, y se los ve de continuo con un rostro ceñudo que expresa su descontento con más claridad que las palabras. Estas emociones deprimentes perjudican mucho a la salud; porque al estorbar el proceso de la digestión traban la nutrición. Si bien el pesar y la ansiedad no pueden remediar un solo mal, pueden causar mucho daño; pero la alegría y esperanza, mientras iluminan la senda de los demás, “son vida a los que las hallan, y medicina a toda su carne.”1
HC 390.3
La Sra. de White frente a la adversidad.—¿Me veis alguna vez tétrica, abatida, o quejosa? Mi fe me lo prohíbe. Lo que induce un estado tal es un concepto erróneo de lo que es el verdadero ideal del carácter y servicio cristianos. Lo que produce la lobreguez, el abatimiento y la tristeza es la falta de religión verdadera. Los que son cristianos fervientes procuran imitar a Jesús, porque ser cristiano es ser como Cristo. Es realmente esencial tener conceptos correctos acerca de la vida y los hábitos de Cristo para que sus principios se reproduzcan en nosotros los que queremos ser como él. Un servicio prestado a medias, mientras se ama al mundo, al yo y las diversiones frívolas, produce un siervo tímido y cobarde, que sigue a Cristo muy de lejos. El servicio cordial y voluntario que se rinda a Jesús produce una religión alegre. Los que siguen a Cristo más de cerca no son tétricos. En Cristo hay luz, paz y gozo para siempre. Necesitamos más de Cristo y menos mundanalidad, más de Cristo y menos egoísmo.
HC 391.1
Andemos como hijos de la luz—No concuerda con la voluntad de Dios que seamos lóbregos o impacientes, ni que seamos livianos y triviales. Satanás se esfuerza por llevar a las personas de un extremo al otro. Dios quiere que, como hijos de la luz, cultivemos un espíritu animoso y feliz, a fin de que proclamemos las alabanzas de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.3
HC 391.2
Conquistad el afecto de los niños—Sonreíd, padres y maestros. Si vuestro corazón está triste, no lo revele vuestro rostro. Sea éste iluminado por un corazón lleno de amor y gratitud. Descended de vuestra férrea dignidad, adaptaos a las necesidades de los niños y lograd que os amen. Debéis conquistar su afecto, si queréis inculcar la verdad religiosa en su corazón.4
HC 392.1
Con rostro amable y voz melodiosa—Padres, sed animosos pero no vulgares. Sed antes agradecidos, obedientes y sumisos a vuestro Padre celestial. No estáis libres para actuar de acuerdo con vuestros sentimientos si se presenta algo que os irrite. El amor que conquista será como aguas profundas que fluirán de continuo en el gobierno de vuestros hijos. Estos son los corderos del rebaño de Dios. Llevad a vuestros pequeñuelos a Cristo. Si los padres enseñasen a sus hijos a ser amables, no les hablarían nunca con tono de reprensión. Aprended a presentar un semblante agradable, y poned en vuestra voz toda la dulzura y melodía que podáis. Los ángeles de Dios están siempre cerca de vuestros pequeñuelos, y el tono duro e irritado de vuestra voz no agrada a sus oídos.5
HC 392.2
Alegría y buen humor—La madre debe cultivar un genio alegre, contento y feliz. Todo esfuerzo hecho en este sentido será recompensado con creces en el bienestar físico y el carácter moral de sus hijos. Un genio alegre fomentará la felicidad de su familia y mejorará en alto grado su propia salud.6
HC 392.3
Despejad las sombras—Mirad las cosas con espíritu animoso, procurando despejar las sombras que, si son toleradas, rodearán el alma. Cultivad la simpatía hacia los demás. Dejad que la alegría, la bondad y el amor compenetren el hogar. Ello intensificará el amor por los ejercicios religiosos, y los deberes grandes y pequeños se cumplirán con corazón animoso.7
HC 392.4
Alegría sin liviandad es una gracia cristiana—Podemos tener verdadera dignidad cristiana y ser al mismo tiempo alegres y agradables en nuestra conducta. La alegría sin liviandad es una de las gracias cristianas.8
HC 393.1
177
HC
El Hogar Cristiano
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